Brasil acabó su era de dictaduras militares en 1985, y desde entonces, el llamado régimen democrático se ha armado y reconstituido en varias direcciones. El Plan Real de Henrique Cardoso y sus dos presidencias (1994-1998, 1998-2002), en las que ganó a Lula da Silva, establecieron una política contradictoria en donde primó el neoliberalismo y la privatización de las empresas públicas; aunque conservó medianamente la institucionalidad social. El cambio constitucional de 1998, le permitió a Cardoso la reelección; en el mismo año, el país entró en crisis y firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En 2002, Lula da Silva, de la unidad de la socialdemocracia e izquierda brasileña, logró llegar a la presidencia. Cardoso, siempre opuesto a Lula, en 2022 lo apoyó.
Luis Inácio “Lula” da Silva es la primera persona en ser elegida tres veces para la presidencia del Brasil (2002-2006, 2007-2010, 2023-2026). Lula destacó como líder sindical y político, fue uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), principal actor de la oposición en la década de los ochenta y noventa -y actualmente contra Bolsonaro-, de orientación de izquierda y centroizquierda. El PT es uno de los fundadores del Foro de Sao Paolo (1990), que concita a pluralidad de movimientos de Latinoamérica y que han tomado posición contra el neoliberalismo. Como obrero metalúrgico, Lula encabezó varias huelgas nacionales; fue seis veces candidato a la presidencia, perdiendo las tres primeras (1989, 1994, 1998) y ganando las tres segundas (2001, 2006, 2022).
El giro democrático con Lula
Bajo los dos primeros gobiernos de Lula (2002-2010), las reformas políticas propiciaron un gran crecimiento del Brasil, a tal punto que pasó a ser considerada una economía emergente y la décima economía del mundo, actualmente es la decimotercera. Lula gobernó de cerca con los grandes capitalistas, no estaba en su ideario alejarse de esta senda.
Continuó la ruta monetaria del FMI y no cambió la estructura del poder; sin embargo, terminó de pagar la deuda al Fondo. Con el lulismo, no se logró la reforma agraria. Los impuestos siguieron beneficiando a los ricos y apretando a la clase media. La política redistributiva fue la que más apoyo recibió. Los programas sociales de Lula como Hambre Cero, Bolsa Familia y microcréditos fueron particularmente famosos por sacar a más de 28 millones de personas de la pobreza.
Los gobiernos de Lula coincidieron con el boom de los commodities, lo que llevó a la disminución del desempleo y la inflación. Se diversificó el mercado interno y externo, y el salario se incrementó en un 62%. Subió la escolarización y creó 11 nuevas universidades de públicas. La política de becas fue la más exitosa de la historia del país. La conciliación política del lulismo fue la base de la acción ocho años. Lula atravesó un cáncer y los crueles embates de la oposición. En 2010, Lula acabó su segundo período con el 87% de la popularidad y con 288.600 millones en las reservas internacionales.
Impeachment y cárcel
Dilma Rousseff, sucesora de Lula, ganó en segunda vuelta las elecciones de 2010, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar la presidencia (2011-2014). Rousseff siguió el rumbo de Lula y mantuvo el rumbo social y económico. No obstante, en su segunda presidencia (2015-2016), se creó el impeachment (destitución). La Cámara llegó a 367 votos contra 137, y el Senado a 61 votos contra 20, para destituirla el 31 de agosto de 2016. La reemplazó Michel Temer (2016-2018).
El Partido de los Trabajadores y Rousseff consideraron este proceso como golpe de Estado. Esta fue la antesala de la victoria de Bolsonaro. En 2022, la quinta cámara del Ministerio Público archivó el proceso fiscal en su contra por falta de pruebas. En la campaña 2022, Lula reconoció en varios actos las injusticias que sufrió Dilma.
Tras los escándalos de corrupción de Petrobras, Lula fue condenado a prisión en 2017 y en otras ocasiones, en la Operación Lava Jato por los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero. En su encierro le fue imposible participar en las elecciones de 2018, en las que salió electo Jair Bolsonaro. Después de 580 días de cárcel, Lula fue liberado el 8 de noviembre de 2019. En 2021, la Corte Suprema anuló las sentencias contra de Lula por errores de procedimiento y competencia, además de que no se encontró prueba vinculante. Los procesos contra Lula y Dilma se han tomado como ejemplos centrales para la teoría del lawfare.
El retorno de Lula
En esta situación maquiavélica, Jair Bolsonaro (2019-2022) reunió la fuerza suficiente para que la extrema derecha llegue a la presidencia. Con la victoria de Trump en EE.UU., y Bolsonaro en Brasil, los dos colosos americanos giraron a la derecha y se habló del fin del ciclo progresista.
A Bolsonaro le corresponden los peores números económicos y sociales en más de dos décadas. Para fines de 2021, el 45% de los trabajadores de las favelas perdieron su empleo; las personas por debajo de la línea de la pobreza aumentaron de 12,5 a 42 millones.
Con Bolsonaro, Brasil entró en coma, bajo una de las peores gestiones de la pandemia: es el segundo país con más cantidad de muertes (684.000), después de Estados Unidos. El neoliberalismo galopó libremente con Bolsonaro, el gasto social disminuyó en algunos organismos hasta en un 80%. (El presupuesto del Ministerio de Ciencia y Tecnología, pro ejemplo, se disminuyó en 2021 en un 87%.)
Entre 2019 y 2022, la moneda se devaluó el 50%. Bolsonaro, a pesar de su pésima administración, mantuvo un apoyo del 26% (conservador, evangélico, de extrema derecha) y un rechazo del 50%. En este nuevo entramado, Lula logró reunir a la mayoría de fuerzas de izquierda, centroizquierda y centroderecha para enfrentar a Bolsonaro en las elecciones. Una gran muestra de la efectividad de las alianzas de Lula, es Geraldo Alckmin, adversario y opositor, cuadro de Cardoso, que hoy es vicepresidente.
El discurso de Lula fue planificado para recordar los viejos tiempos, las reformas, la disminución de la pobreza, así como la lucha para acabar con el hambre, contener los daños de la Amazonía y el cambio climático. La campaña se desarrollo en un marco de polarización social Bolsonaro/Lula. Tras la victoria de Lula (50,9%) frente Bolsonaro (49,1%), el PT aspira a regresar al boom brasileño en una de las peores crisis mundiales, e igualmente, por adelantado, reflexiona sobre quién sucedería a Lula. Los intentos de golpe de Estado y la toma de carreteras de los bolsonaristas parecen haber pasado.
La frase de Lula: “Tuve un proceso de resurrección en la política brasileña. Intentaron enterrarme vivo y ahora estoy aquí para gobernar el país”, es un buen resumen de la victoria, después de la caída en desgracia y los tiempos de la turbulencia política a los que sobrevivió.
Lula lo argumentado muy bien: “Brasil es demasiado grande para ser relegado al triste papel de paria del mundo”. Los dos años que le falta de gobierno a Joe Biden, la victoria demócrata en las elecciones de medio tiempo y la reelección de Xi Jing Pin, para un tercer periodo en China, parece que beneficiarán a las relaciones económicas del nuevo gobierno de Lula que empieza en 2023.