Antes de las elecciones presidenciales en Brasil, Peter Rooker pasó trabajos para encontrar un candidato al que respaldar entre los 13 en la contienda. De algo estaba seguro: No votaría por el ultraderechista Jair Bolsonaro ni por Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores, plagado por escándalos.
Pero fueron precisamente esos dos candidatos los que emergieron de la primera ronda y se medirán el 28 de octubre en la segunda, y Rooker no está feliz con eso.
“Me gustaría poder apoyar a un buen candidato en lugar de tener que escoger entre el menor de dos males”, dijo Rooker, un promotor de eventos de 22 años en la ciudad sureña de Curitiba.
Rooker no es el único. Veinticinco por ciento de los votantes apoyaron a uno de los otros candidatos en la primera ronda el 7 de octubre. Como votar es obligatorio en Brasil, esos votantes tienen ahora que escoger entre Bolsonaro y Haddad, potencialmente determinando el resultado.
Para muchos, esa opción es insoportable, con los sondeos indicando que ambos candidatos tienen las tasas más altas de rechazo –definido como cuando un votante potencial dice que no va a apoyar a un candidato específico bajo ninguna circunstancia.
Bolsonaro, un congresista y ex capitán del ejército, es rechazado por muchos por sus elogios de la dictadura militar de 1964-1985 y por comentarios ofensivos sobre negros, mujeres y homosexuales. Haddad, sucesor escogido por el encarcelado ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, es perjudicado por la renuencia de muchos a devolver al poder al Partido de los Trabajadores, que gobernó Brasil desde 2003 hasta inicios de 2016.
“Los votantes centristas están huérfanos” en estos momentos, dijo Carlos Pereira, analista político del centro de estudios Fundación Getulio Vargas en Río de Janeiro.
Muchos brasileños están expresando su desdén por los candidatos en las redes sociales. Tras la primera ronda, algunos usuarios de Facebook añadieron un marco con la leyenda “Él no” en sus perfiles, refiriéndose a Bolsonaro, mientras que otros colocaron carteles que decían “No el Partido de los Trabajadores” o “Prefiero pagar una multa que votar”.
En sus campañas ambos candidatos resaltan lo que disgusta a los votantes sobre el otro y las críticas no parecen tener límites. El equipo de Haddad recientemente publicó un video que compara a Bolsonaro con Hitler, mientras que el candidato ultraderechista usa sus charlas diarias en Facebook Chat para comparar el Partido de los Trabajadores con Venezuela y Corea del Norte.
En la primera ronda Bolsonaro ganó 46% de los votos, comparado con 29% para Haddad. Los sondeos para la segunda ronda dicen que el respaldo a Bolsonaro ha aumentado a 60%.
Bolsonaro ha conseguido amplio respaldo presentándose como la antítesis del Partido de los Trabajadores y el establishment en general. Apunta que no ha sido convicto de corrupción –a diferencia de muchos de los principales políticos del país– y promete combatir el delito y llenar su gabinete de generales y ex generales.
Centenares de miles de personas han salido a las calles en semanas recientes para expresar su oposición a sus políticas y comentarios. El domingo, sus partidarios salieron a las calles en diversas ciudades de Brasil.
Las opiniones sobre el Partido de los Trabajadores también dividen el país. Muchos elogian al gobierno de da Silva, que fue presidente de 2003 a 2010, por sacar a decenas de millones de la pobreza con programas sociales mientras el país disfrutaba de una fuerte economía impulsada por el auge de las materias primas.
Pero para muchos es imposible olvidar que el enorme escándalo de corrupción de la operación Lavajato que incluyó sobornos a políticos ocurrió cuando el partido estaba en el poder. La economía brasileña sufrió su peor recesión en décadas bajo la presidencia de Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, quien fue impugnada en 2016 por acusaciones de mal manejo del presupuesto federal. Rousseff, sucesora de da Silva, ha negado las acusaciones.
“Me siento sucio votando por el Partido de los Trabajadores después de todo lo que hicieron, pero Bolsonaro es peligroso”, dijo Rooker, que votó por el centroizquierdista Ciro Gomes en la primera vuelta. Gomes terminó tercero.
Para Anna Caroline Viana, una estudiante de 21 años de Brasilia, pasar de Gomes a Haddad no es tan difícil. Aunque no quiere ver al Partido de los Trabajadores de regreso en el poder, no está opuesta a Haddad, un ex profesor universitario y ex ministro de educación considerado como un moderado.
Lo más importante para ella es que Haddad no es Bolsonaro. “Si la única forma de vencer a un candidato que me menosprecia por el color de mi piel y por mi género es votar por el Partido de los Trabajadores, haré eso”, dijo Viana, que es negra.
Bolsonaro, del Partido Social Liberal, ha ofendido a mucha gente con sus comentarios. Le dijo dos veces a una congresista que ella no se merecía ser violada por él porque era fea. Ha dicho que los descendientes de esclavos que viven en los asentamientos conocidos como quilombos “no son buenos ni siquiera para procrear”. Dijo que preferiría tener un hijo muerto que un hijo gay.
“Aún así, fue una decisión fácil. Mi voto es contra el Partido de los Trabajadores por su historia de corrupción y su historial de izquierda”, dijo Ortolan, de la ciudad suroriental de Campinas.
El candidato favorito de Ortolan era el ex gobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmi, cuyo partido pro mercado tradicionalmente compitió con el Partido de los Trabajadores. Sin embargo, al cobrar impulso la campaña de Bolsonaro, el respaldo a Alckmin se desplomó y éste terminó cuarto en la primera vuelta.
Helio Saboya, un abogado de 58 años de Río de Janeiro, dijo que va depositar un voto diferente de protesta: una boleta en blanco.
En la primera ronda, más de 40 millones de votantes no escogieron candidato. Veinte por ciento dijeron que pagarían la multa de 1 dólar en lugar de votar –la mayor tasa de abstención desde 1998. Casi 9% entregaron boletas en blanco y el sondeo más reciente de Ibope apunta a un porcentaje similar en la segunda vuelta.
Para Elizabeth Muller, de 58 años, la inestabilidad parece inevitable. La empleada retirada de aerolíneas en Sao Paulo se está inclinando a votar por Bolsonaro.
“Gane quien gane, va a haber un caos porque una enorme porción de la sociedad estará insatisfecha”, dijo.