El expresidente brasileño Ignacio Lula da Silva ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales, pero no la presidencia pese a que los sondeos le otorgaban la victoria. Con el 48.18% de los votos, se quedó a poco más de 2% de llevarse el gato al agua. Su rival, el actual presidente Jair Bolsonaro, no pasó del 43.41%.
Esto indica en primer lugar que Brasil, como Estados Unidos, es un país extremadamente dividido. Lula perdió en São Paulo y Río de Janeiro, dos plazas importantes. Pero ganó en las áreas rurales y más pobres del país.
Fue una jornada muy peculiar con resultados de foto-finish. Al empezar el conteo de los votos, Bolsonaro apareció con 10 puntos porcentuales de ventaja. Pero en la medida que la noche avanzaba esa distancia fue disminuyendo paulatinamente. Nunca se recuperó.
Ahora queda una segunda vuelta electoral a fines de octubre, lo cual sin dudas agudizará el intercambio de acusaciones que caracterizó a la campaña, particularmente al último debate presidencial, en el que Bolsonaro llegó al punto de acusar a Lula de “traidor a la patria”.
“Nada pasa por casualidad en toda esta campaña, aunque los que no querían que ganara nos colocaban en primer lugar, quiero decirles que vamos a ganar estas elecciones. Esto es apenas una prolongación”, dijo Lula en las primeras declaraciones a sus seguidores en la sede de campaña en São Paulo.
Lula recordó que “hace cuatro años me consideraron como alguien botado de la política. Se equivocaron. Por desgracia para algunos, tengo 30 días para hacer campaña y [ahora] vamos a tener la oportunidad de debatir con el presidente. Fue una posibilidad que me dio el pueblo brasileño”.
Así las cosas, “la campaña comienza mañana” y la “lucha sigue hasta la victoria final”, dijo el expresidente de centroizquierda y antiguo líder sindical.