Los brasileños votan hoy domingo en una elección altamente polarizada que podría determinar si el país devuelve a un hombre de izquierda al frente de la cuarta democracia más grande del mundo o si mantiene al titular de extrema derecha en el cargo durante otros cuatro años.
La contienda enfrenta al actual presidente Jair Bolsonaro contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Hay otros nueve candidatos, pero su apoyo palidece ante el de Bolsonaro y da Silva.
Las encuestas de opinión recientes le han dado a da Silva una ventaja dominante: la última encuesta de Datafolha publicada el sábado le dio una ventaja de 50% a 36% entre los que tenían la intención de votar. Entrevistó a 12 800 personas, con un margen de error de dos puntos porcentuales.
La administración Bolsonaro se ha caracterizado por un discurso incendiario, su puesta a prueba de las instituciones democráticas, su manejo ampliamente criticado de la pandemia de COVID-19 y la peor deforestación en la selva amazónica en quince años. Pero ha construido una base devota defendiendo los valores conservadores, rechazando la corrección política y presentándose a sí mismo como alguien que protege a la nación de las políticas izquierdistas que, según él, infringen las libertades personales y producen confusión económica.
Una lenta recuperación económica aún no ha llegado a los pobres, con 33 millones de brasileños pasando hambre a pesar de los mayores pagos de asistencia social. Al igual que varios de sus vecinos latinoamericanos que enfrentan una alta inflación y una gran cantidad de personas excluidas del empleo formal, Brasil está considerando un giro hacia la izquierda política.
Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric en Chile y Pedro Castillo en Perú se encuentran entre los líderes de izquierda en la región que recientemente asumieron el poder. Da Silva podría ganar en la primera vuelta, sin necesidad de una segunda vuelta el 30 de octubre, si obtiene más del 50% de los votos válidos, que excluyen las boletas nulas y en blanco.
Brasil tiene más de 150 millones de votantes elegibles y el voto es obligatorio, pero las tasas de abstención pueden llegar al 20%.
Bolsonaro ha cuestionado repetidamente la confiabilidad no solo de las encuestas de opinión, sino también de las máquinas de votación electrónica de Brasil.