Laura Andrade salió de la farmacia Camacho maldiciendo e insultando a viva voz. Tuvo que desplazarse más de 4 kilómetros desde su casa porque en su barrio no hay ningún comercio que venda marihuana, pero al llegar no pudo comprar. La farmacia Camacho reparte números para adquirir la droga y a Andrade le correspondía esperar un día más.
“Se supone que tengo que volver mañana”, lamentó la uruguaya, que es sommelier. “Yo trabajo, no puedo venir acá todos los días. Hoy tendré que comprar a un vendedor ilegal. ¡No me queda otra! Este sistema es una porquería, no sirve para nada. En otras farmacias, que no dan número, he tenido que hacer dos horas de cola en la calle. Los vecinos te dicen de todo. ¡Una vez nos tiraron agua desde un balcón!”.
Apenas 14 de las más de 1.200 farmacias de Uruguay han aceptado vender marihuana. En Montevideo, una ciudad de más de 1,4 millones de habitantes, apenas 7 se adhirieron al mercado legal de cannabis que el país sudamericano creó en 2013.
El gobierno busca aumentar la cantidad de farmacias que la venden y tiene en carpeta que otro tipo de comercio se sume al sistema. También baraja de qué modo aumentar la producción legal de marihuana, ya que la demanda multiplica muchas veces la oferta, lo que provoca que parte del mercado siga siendo abastecido por narcotraficantes.
“Hay más demanda que la capacidad productiva que tenemos instalada. Es un desafío que tenemos que atacar”, dijo a The Associated Press Diego Olivera, secretario de la Junta Nacional de Drogas.
Según Olivera, en Uruguay se consumen entre 20 y 25 toneladas anuales de marihuana. Sin embargo, estudios académicos elevan esa cifra a casi 30 toneladas y el sistema legal instalado está lejos de cosechar esas cifras.
Aquí existen tres mecanismos autorizados para producir marihuana según la ley que hizo de Uruguay el primer país en regular todos los aspectos vinculados al consumo de la hierba.
Dos empresas cultivan la marihuana que se vende en las farmacias, pero también se le puede plantar en casa y hay cultivos colectivos en clubes cannábicos de entre 15 y 45 socios.
Las dos empresas que abastecen a las farmacias fueron autorizadas por el gobierno para producir hasta dos toneladas al año, lo que da un total de cuatro. Los 8.570 autocultivadores registrados tienen permitido cosechar hasta 480 gramos anuales cada uno. Si todos produjeran esa cantidad, totalizarían algo más de 4,1 toneladas anuales. Además, hay 90 clubes cannábicos con 2.529 socios. Suponiendo que todos cosecharan el tope de 480 gramos per cápita, eso volcaría al sistema 1,2 toneladas adicionales por año.
Sumando las tres posibilidades, el sistema estaría produciendo 9,3 toneladas anuales.
Sin embargo, las cifras reales de producción son aun menores. La razón principal es que las empresas que abastecen a las farmacias han estado lejos de producir las dos toneladas anuales que tienen licenciadas.
Olivera dijo que hace dos años que ambas están cultivando la hierba y que una de ellas logró cosechar unos 700 kilos y la otra 800. En total: 1,5 toneladas en dos años.
“Es necesario aumentar la capacidad productiva. Se están manejando distintas alternativas”, admitió el funcionario. “Otorgar nuevas licencias es una”.
Sin embargo, Olivera afirmó que también es posible que se apueste a aumentar lo autorizado a cada empresa, ya que ambas mejoraron mucho su productividad en los últimos meses: “Recién ahora han comenzado a producir según lo previsto. No había experiencia en cultivo a gran escala y llevó tiempo dar en el clavo con la tecnología, el tipo de mano de obra y el proceso de secado”.
Eduardo Blasina, un ingeniero agrónomo que fue dueño minoritario de una de las dos empresas y participó de la dirección del cultivo en sus primeras etapas, relató que el inicio fue muy complicado.
“Es un cultivo complejo y los inversores detrás de las empresas no venían de la cultura del cannabis. Uno les decía: hay que comprar 50 ventiladores, que es algo muy necesario en algunas ocasiones, y te miraban como si fueras un extraterrestre”.
Según cifras oficiales, 147.000 uruguayos de entre 18 y 65 años consumen marihuana. Un tercio de ellos fuman la hierba todas las semanas, otro tercio la consume una vez al mes y el restante solo alguna vez al año. Además, según datos oficiales, el 20% de los adolescentes también consumía marihuana en 2014.
Por el momento hay 35.216 personas registradas por el sistema legal en alguna de sus tres vertientes.
Las autoridades dicen que cada autocultivador y cada socio de un club cannábico comparten su marihuana con al menos otro consumidor, por lo que la cifra de gente integrada al sistema es mayor. El último informe del Instituto de Regulación y Control del Cannabis sostiene que “el mercado regulado alcanza al 54% de los usuarios de marihuana”, pero las cifras de producción muestran que se está lejos de ese punto.
Varios de los 19 departamentos en los que se divide el país no tienen siquiera un expendio de marihuana y la clientela sube: cuando la venta comenzó en julio de 2017 había 4.959 inscritos para comprar en las farmacias. Hoy son 24.117.
Lino Celle, de la farmacia Camaño, dijo que la marihuana llega una sola vez por semana. “Se supone que nos deberían dejar cuatro kilos, pero nos dejan solo tres”.
La hierba no alcanza. Celle contó que sus clientes tienen un grupo de WhatsApp donde se intercambia información respecto a dónde se puede conseguir marihuana si la farmacia ya no tiene.
Muchos clientes se llevan satisfechos su paquete de cannabis. Tres jóvenes de 18 años que acaban de comprar por primera vez no pueden resistirse a oler el aroma de la hierba en plena calle.
Otros no se muestran tan satisfechos. “El sistema es ridículo. Yo vivo lejos, trabajo y estudio. Es muy complicado poder comprar así”, dice Fabián, que trabaja como chef, estudia para ser asistente social y prefiere no decir su apellido para no ser estigmatizado por fumar cannabis.
Abrigado con campera y gorro de lana para protegerse del invierno montevideano, protesta por el tiempo que le lleva conseguir la hierba: “Ayer tuve que venir a sacar número, ahora vengo a comprar pero no me venden porque vine unas horas antes, tengo que volver a la hora exacta. Si ya hay una ley que dice que esto es legal, ¿cuál es el problema?”
José Luis Bertullo y Jazmín Texeira, una pareja de jóvenes, dicen que ya no volverán a la farmacia.
“Estamos comprando por última vez. Vivimos lejos, tenemos que estar llamando para ver si hay número o haciendo cola. Y esta marihuana ‘pega’ poco. Queremos registrarnos como autocultivadores. Mucho mejor será tener nuestra propia plantita”.
Luis Latayada se va satisfecho porque consiguió. Otras veces no lo logró. “La red es muy floja. Yo me administro con lo que puedo comprar. Si no consigo, no consumo”.
El desfasaje entre la producción legal y el consumo real es cubierto por narcotraficantes que también ofrecen pasta base de cocaína y cocaína. Días atrás la policía decomisó un cargamento de 212 kilos de cannabis ilegal a pocos kilómetros de la capital.
Cuando el entonces presidente José Mujica anunció la legalización de la marihuana lo hizo como parte de un plan para mejorar la seguridad pública, ya que adujo que la ley reduciría el mercado de los narcotraficantes y su violencia. Sin embargo, desde entonces la violencia narco no ha dejado de crecer. El ministro del Interior, Eduardo Bonomi, dijo que los homicidios por “ajuste de cuentas” entre bandas de criminales, narcos en su mayoría, pasaron de ser un 29% del total en 2012 al 58% en el primer trimestre de 2018.
La tasa de homicidios en 2017 fue de 8,1 cada 100.000 habitantes, la segunda más alta desde 1989.
El expresidente Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000) ha sido especialmente crítico con este punto: “Nunca ha habido más narcotraficantes y más violencia narcotraficante que hoy”, dijo al informativo Telemundo.
En los lugares de Estados Unidos que han legalizado la hierba se ha detectado una explosión de la producción y una caída en picada de su precio. Por el momento, eso no ha ocurrido en Uruguay.
Para José Adán Olivera, que fue jefe de Policía del departamento de Cerro Largo desde 2012 hasta marzo de 2018, la ley de la marihuana no tuvo un efecto positivo: “En mi departamento no hay farmacias que la vendan y en cualquier esquina se siente el aroma a la marihuana. Ahora hay un consumo más abierto y más importante que antes. Es un problema”.
El gobierno, mientras tanto, dice que hay que darle tiempo al plan. “Recién en julio se cumplirá un año desde que comenzó la venta en farmacias. Nunca se pensó en eliminar el mercado negro en poco tiempo, siempre se trató de una apuesta gradual, sostuvo Olivera. “Eso no se produce de la noche a la mañana”.
AP / OnCuba