Se trata de una población de afganos que han vivido marginados e indocumentados en Pakistán durante décadas.
En un anuncio sorpresa el domingo en la ciudad de Karachi, el primer ministro paquistaní Imran Khan, dijo: “A los afganos cuyos hijos han sido criados y nacidos en Pakistán se les otorgará la ciudadanía, Inshalla, porque esta es la práctica establecida en países de todo el mundo”.
Zona de crisis permanente
Según la ONU, Pakistán alberga unos 2,7 millones de refugiados provenientes de Afganistán. Muchos huyeron de la invasión soviética en 1979, mientras que otra gran parte cruzó la frontera debido a la violencia y la agitación económica de las últimas dos décadas.
“Son humanos: ¿Cómo es que los hemos privado y no hemos organizado el ofrecimiento de una tarjeta de identificación nacional y un pasaporte durante 30 años, 40 años? ” agregó el premier en su discurso en Karachi.
El caso pakistaní, como el de Kenia, es un símbolo de cómo la condición de desplazado puede heredarse. Según las encuestas de la ONU, alrededor del 60% de la población de refugiados afganos nació en Pakistán, son casi 1,5 millones de personas que se beneficiarán con la restitución de este derecho. Khan también prometió el mismo trato para los refugiados bengalíes, que incluiría a la minoría Rohingya (que viene escapando de Myanmar).
La ley de ciudadanía de Pakistán de 1951 garantiza la ciudadanía a cualquier persona nacida en el país. Sin embargo, los obstáculos burocráticos, las rivalidades étnicas y la excepción contra los niños cuyos padres provienen de naciones “Alien” o “enemigas” ha hecho que sea casi imposible para los refugiados afganos y bengalíes obtener el pasaporte pakistaní.
Khan señaló en su discurso, transmitido en la televisión oficial, que la falta de documentación “empujó a muchos refugiados hacia el trabajo o el crimen en el mercado negro”.
El 80% de los más de 22 millones de refugiados en el mundo actualmente está en países no desarrollados. Pakistán es un país de recepción pero también de expulsión. Es que se trata de un país incluso más peligroso que Afganistán. Se pueden encontrar miles de refugiados pakistaníes en Europa. Desde un ataque a la Mezquita Roja de Islamabad, en 2007, al menos 13.000 personas al año mueren en algún atentado en Pakistán. En marzo de 2016 un ataque suicida en un parque infantil de Lahore, en la frontera con India, dejó 72
víctimas. No fue el primero del último año, ni el segundo, ni el vigésimo: fue el número 625. Pakistán es el país con más ataques suicidas del mundo, como si se produjera un atentado como el de Niza de julio de 2016 día por medio.
Se revierte el rol del Estado
La medida más progresista por parte del Estado pakistaní en las últimas décadas había sido promover la repatriación “voluntaria”. En 2016, aproximadamente 600,000 afganos fueron devueltos en ese plan, bajo un proceso evaluado como “extremadamente abusivo” por Human Rights Watch (HRW).
El anuncio del primer ministro sorprendió. Es que apenas un día antes del discurso del primer ministro, el ministro de Asuntos Exteriores, Shah Mehmood Qureshi, que es visto como un hombre que responde a los intereses del ejército, regresó de una visita a Kabul haciendo hincapié en la necesidad de “una repatriación digna sostenible”. Es decir, prometiendo la continuidad de la política migratoria del país. El discurso de Kahn muestra grietas en el gabinete.
Algunos analistas de diarios internacionales postulan un incentivo político por parte de Khan como el trasfondo de la medida: los refugiados afganos pertenecen a la etnia pastún y pashtunes, miles de los cuales viven en Karachi, y abrumadoramente votaron por Tehreek-e-Insaf hace dos meses. “Ofrecer más ciudadanía a los pashtunes podría traer más votos” dicen en el diario inglés The Guardian.
La agencia de la ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) para la región se mostró “complacida” por la iniciativa, pero expresó cierto escepticismo sobre la implementación.