Una isla construida sobre granadas de gas venenosas abandonadas, podría servir para mitigar el aumento del nivel del mar y sobre todo para controlar las 35,000 toneladas de armamento de la Primera Guerra Mundial que yacen en el lecho marino a metros de uno de los puertos más importantes de Europa.
Durante casi 100 años, las 35,000 toneladas de granadas de gas venenoso abandonadas por los alemanes en la Primera Guerra Mundial, han permanecido en barriles de acero en el lecho marino a menos de un kilómetro de la costa belga.
Un convoy de botes pequeños las descargó en el Mar del Norte durante seis meses en 1919, cuando se pensaba que la descarga a los océanos del mundo de basura era la mejor manera de proteger a las personas de la exposición al material tóxico.
El sitio pronto fue olvidado, pero fue redescubierto bajo tres metros de arena y cieno por buceadores en 1971 durante la expansión del puerto de Zeebrugge. La construcción sobre las barricas de una isla se consideró en ese entonces, dado el peligro de fuga de gas, pero se pensaba que los costos eran demasiado altos. Entonces el monitoreo fue elegido sobre la acción.
Ahora los científicos están comenzando a explorar si la construcción de un baluarte contra la marea podría servir para mantener el gas venenoso seguro. “Estamos en el proceso de exploración”, dijo Jan Seys, bióloga y portavoz del Flanders Marine Institute. “Estamos viendo la condición del lecho marino”.
Volcanes tóxicos similares existen en otras partes del mundo, que contienen grandes cantidades de productos químicos, pero se cree que la profundidad del sitio en este banco de arena belga –a solo 8 metros por debajo de la línea de flotación– hace todo más peligroso. La pesca y hasta el lanzamiento de un ancla en esa zona están prohibidos.
La proximidad al puerto de Zeebrugge, uno de los más activos de Europa, y las principales rutas de navegación, oleoductos y terminales de gas, también es un factor de riesgo que marca la necesidad de una solución a largo plazo.
“Hemos estado monitoreando desde la década de 1970 para detectar fugas, y necesitamos saber el estado de la munición”, aseguró Seys, “pero hay un problema al hacer pruebas sísmicas porque las burbujas de gas natural se crean en esa área casualmente y eso lo hace difícil de ver.”
Seys dijo que existe el peligro de fugas de las granadas, pero también la posibilidad de impacto con un barco dado el intenso tráfico en las rutas marítimas del Mar del Norte.
“El líquido en el interior se ve como un líquido viscoso, un poco como el agua saturada de azúcar”, comentó. “El problema es que esto flotaría en la superficie del mar y llegaría a la costa. O, lentamente, con el tiempo, podría diluirse lentamente en el mar, aumentando los niveles de ciertos elementos metálicos, como el arsénico. También existe el problema de que un barco podría perder su camino e impactar con el vertedero de municiones, lo que podría ser un gran problema. No estamos seguros de que no haya municiones normales allí abajo”.
Se lanzarán nuevos estudios geomorfológicos sobre el estado del lecho marino y el depósito de municiones durante el próximo año, aunque en Bélgica se dice que el presupuesto para la isla, dado el peligro que incuba, siempre estará disponible.