“¡Hagan lío!… ¡Quiero lío en las diócesis, quiero que la Iglesia salga a la calle!”, dijo a un grupo de argentinos en la Catedral de San Sebastián durante la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil. Fue en julio de 2013, Bergoglio no llevaba ni seis meses siendo Francisco I, pero era ya conocido su lenguaje papal de nuevo tipo (que hasta hoy no dejaría de generar reacciones).
Fue elegido el 13 de marzo de ese año. Y desde el primer momento quedó claro que el suyo sería justamente un estilo de ruptura con la tradición en cuanto a imagen y proyección públicas de un Santo Padre. Jorge Mario Bergoglio sería un papa-persona, accesible y hasta cálido.
“Hermanos y hermanas, buenas noches”, fueron sus primeras palabras como papa. No era solo un saludo sino una declaración: no habría distancia. Abrió su discurso con una broma: “Saben que el deber del cónclave era darle un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo”, dijo refiriéndose a Argentina. Antes de bendecir a los fieles, primero les pidió la bendición.
Hasta hoy, cada semana despide su oración del Angelus con un “Buen domingo y buen provecho“, ya que termina casi a la hora de almuerzo. No falta la petición de siempre: “No se olviden de rezar por mí“.
Pero los formales no serían los únicos cambios. Al cabo de diez años al frente de la Iglesia católica, Francisco acumula una larga hoja de titulares de prensa, reformas, encuentros trascendentales, decisiones difíciles. Llega a la década como sumo sacerdote siendo amado u odiado, etiquetado siempre (“el papa de la nueva Iglesia”; “el papa comunista”; “el antipapa”).
OnCuba propone un repaso por la primera década de su era papal, incluido el viaje a Cuba y el rol mediador en el acercamiento entre la isla y los Estados Unidos.
“Francisco”
El primer mensaje que envió al mundo fue la propia elección del nombre. El homenaje al fraile de Asís no tenía precedentes en la historia papal. En el Aula Pablo VI, tres días después de la fumata bianca, Bergoglio explicó que el nombre, Francisco, había surgido de una sugerencia indirecta: el cardenal de Sao Paolo, Claudio Hummes, lo había exhortado a “¡no olvidar a los pobres!”.
San Francisco de Asís “es para mí el hombre de pobreza, el hombre de paz, el hombre que ama y protege la creación”. De ahí la frase: “Cómo quisiera una iglesia pobre y para los pobres”.
A los sacerdotes les pidió el propio marzo de 2013 que fueran “pastores con olor a oveja”. Y los impulsó a “ir a las periferias”. “Salir de nosotros mismos. Salir de nuestra comunidad. Cuando la Iglesia no sale, se enferma. [..] Nada de puertas blindadas en la Iglesia. Todo abierto”.
Francisco describió su concepción de “la Iglesia como hospital de campo; hay que curar tantas heridas, tantas heridas… Prefiero una iglesia accidentada, herida y sucia por haber salido a las calles, antes que una iglesia enferma por el encierro”.
Fiel a la doctrina de la austeridad franciscana (aun cuando él es jesuita), el papa decidió no residir en el apartamento del Palacio Apostólico en el que han vivido los papas desde hace un siglo. En cambio, fijó su residencia en Casa Santa Marta, el hotel en el que se hospedó durante el cónclave. “Porque me hace falta la gente”, explicó.
Este es un papa que aparece en selfies con jóvenes feligreses o cualquiera que se le acerque. Come pizza en la calle. No cambió sus zapatos negros por los tradicionales papales de cuero rojo. No usó una nueva cruz pectoral de oro, como era habitual, sino que conservó su cruz “del Buen Pastor” de hierro, trasladada desde Buenos Aires. Son solo algunos de muchos gestos que, aun pequeños, han recibido la atención de la prensa y el gran público por su fuerte signo de ruptura.
Algunos líderes religiosos italianos que han seguido de cerca el pontificado de Francisco consideran que el cambio en la imagen pública del Jefe de Estado de la Santa Sede no será fácilmente reversible.
Migrantes
El primero de decenas de viajes que ha hecho como papa fue a la isla de Lampedusa, en el Mediterráneo, punto de desembarco de migrantes que escapan desde el norte de África. Francisco a menudo comenta que las aguas entre Europa y África cubren “el mayor cementerio del planeta”.
Ha sido insistente su denuncia a la “cultura del desecho” aplicada a seres humanos: considerar que existen comunidades, personas, países enteros que pueden ser excluidos. La migración irregular es uno de los temas más recurrentes de sus alocuciones, sin limitarse al drama de la travesía. Pone énfasis en la necesidad de una política articulada en función de la acogida de refugiados por parte de los países europeos.
Ante la reciente tragedia de Cutro, el papa llamó la atención sobre la urgencia de bloquear a los traficantes de seres humanos.
El tema de la acogida y la integración han dado lugar a otra de las grandes apuestas de su papado: el diálogo con el islam. Francisco ha promovido el cambio en la relación con otros credos iniciado con el Concilio Vaticano II. Visitó la Universidad al-Azhar de El Cairo, motor del islam moderado; firmó la Declaración de Dubái sobre la Hermandad; se encontró en Irak con el imán al-Sistani; en La Habana en 2016, con Kirill, patriarca de la iglesia ortodoxa rusa (en 2022 se habían citado para conversar sobre la guerra, pero la reunión se canceló debido a desencuentros).
Francisco y Cuba
Fue central el rol de la Iglesia que Francisco dirige durante el proceso de diálogo y normalización de las relaciones Cuba-Estados Unidos, anunciado en diciembre de 2014. Todo comenzó en Canadá, años antes, hasta que en el Vaticano, entre octubre y noviembre de 2014 y ante la presencia del cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin, los negociadores de ambas partes se comprometieron a elaborar un acuerdo.
“El Papa encantó a los representantes del pueblo cubano y el estadounidense”, contó en una entrevista con Tv2000 a pocas horas de la visita de Francisco a Cuba, en septiembre de 2015, monseñor Angelo Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado.
“Son ellos a los que le pidieron al pontífice que fuera garante de este deseo de negociación, diálogo y encuentro […]. La acción diplomática —concluyó Becciu— es comprendida en el sentido de hombre y líder que se ha comprometido con su palabra, con su carisma, para conquistar a los dos jefes de Estado. Ellos pidieron expresamente que el papa los ayudara. El papa no se echó atrás. Y luego él se sirvió de algunas personas para que pudieran cumplir el deseo del diálogo y el encuentro”.
El resto es historia: el 17 de diciembre de 2014 se anunció al mundo el inicio de un proceso de acercamiento entre Cuba y Estados Unidos. En 2015 se abrirían sendas embajadas en las respectivas capitales y en marzo de 2016 Obama visitaría La Habana. El deshielo, que fue mucho más abarcador que estos grandes eventos bajo el spotlight, duró solo hasta la llegada al ejecutivo de Trump, quien haría retroceder las relaciones bilaterales hasta mínimos históricos.
La visita de Francisco ocurrió en septiembre de 2015. Era el tercer papa en hacerlo desde 1959, después de Juan Pablo II (1998) y Benedicto XVI (2012).
“El Gobierno y la Iglesia católica en Cuba mantienen relaciones en un clima edificante, al igual que ocurre con todas las religiones e instituciones religiosas presentes en el país, que inculcan valores morales que la nación aprecia y cultiva”, dijo el entonces presidente Raúl Castro en su discurso de bienvenida al sumo pontífice.
Francisco se reunió además con Fidel Castro. Según el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, intercambiaron libros y regalos. El encuentro tuvo lugar en un ambiente informal, después de que el papa ofreciera una misa en la Plaza de la Revolución.
En su homilía agradeció a Raúl Castro por su papel en el proceso de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC y abogó por mantener los esfuerzos para una reconciliación definitiva.
“No se sirve a ideologías, se sirve a personas”, dijo en otro momento el pontífice, lo que algunos interpretaron como una crítica velada al sistema cubano.
En 2021, al cabo de las protestas de julio, el papa hizo llegar un mensaje: “Estoy cerca del querido pueblo cubano en estos momentos difíciles, en particular de las familias, que mayormente sufren. Rezo al Señor para que ayude a construir en paz diálogo y solidaridad una sociedad cada vez más justa y fraterna”.
En julio de 2022, en entrevista con dos reporteras de la cadena Univisión, Bergoglio dijo: “Yo quiero mucho al pueblo cubano. Tuve buenas relaciones humanas con gente cubana y también —lo confieso— con Raúl Castro tengo una relación humana. Yo me quedé contento cuando se logró ese pequeño acuerdo con Estados Unidos que el presidente Obama lo quiso en su momento, y Raúl Castro lo aceptó y fue un buen paso adelante”.
Y concluyó: “En estos momentos se están haciendo diálogos de sondeo para acortar distancias. Cuba es un símbolo, Cuba tiene una historia grande, yo me siento muy cercano, incluso a los obispos cubanos”.
Visita de Francisco a Cuba, septiembre de 2015. Foto: Kaloian.
En enero de 2023, en el aniversario de la visita de Juan Pablo II a Cuba, Francisco le escribió una carta al pueblo cubano: “¡Afronten con fortaleza y templanza, con justicia y prudencia los grandes desafíos del momento presente; vuelvan a las raíces cubanas y cristianas, y hagan cuanto esté en sus manos para construir un futuro cada vez más digno y más libre! No olviden que la responsabilidad forma parte de la libertad. Más aún, la persona se define principalmente por su responsabilidad hacia los demás y ante la historia”.
Un mes después, un emisario suyo llegó a La Habana: el cardenal Beniamino Stella, quien dio un discurso en el Aula Magna, ante el presidente Díaz-Canel y otras autoridades políticas y religiosas.
“Es necesario —indicó— promover una auténtica reconciliación y fraternidad, no sustentadas en la similitud de ideas, sino aquellas que salen al encuentro del otro en su diversidad”.
“Ciertamente Cuba debe ser libre de toda injerencia y sujeción, así como debe ser también una Cuba donde sus hijos sean hombres y mujeres libres”, señaló Stella.
“Solo la paz es santa”
En esta década, Francisco ha promovido la búsqueda de la paz y el cese de los conflictos y la violencia. En 2019 recibió a los representantes de las partes beligerantes de Sudán del Sur; al final de la audiencia, les besó los pies.
Con el estallido de la guerra en Ucrania continuamente dedica unas palabras al “martirizado pueblo ucraniano”. Con motivo de la última fiesta de la Inmaculada Concepción, lloró al pie de la Columna Mariana en Piazza di Spagna, Roma, mientras rezaba por el final de la guerra.
Sin embargo, el papa no la limita solo a Ucrania, sino como un conflicto que involucra gran cantidad de naciones y pueblos. Tampoco ha asumido una retórica atlantista; de hecho, llegó a decir que los “ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia” quizás provocaron la reacción de Putin y el desencadenamiento del conflicto. “Una ira que no sé decir si fue provocada, pero facilitada quizás sí”, reflexionó durante una entrevista con el Corriere della Sera.
Bergoglio ha expresado su deseo de viajar a Kiev, bajo condición de poder además ir a Moscú. Hasta ahora aparentemente no ha sido posible garantizar la seguridad en el terreno y otros requisitos para que sea posible llevar a cabo ambas empresas: reunirse con Zelenski, reunirse con Putin.
Encuentros
El significado etimológico de la palabra pontífice es: el que crea puentes. El papa ha creado varios, incluso con el mundo laico. Francisco se convirtió muy pronto un líder mundial en toda regla más allá de ser un guía religioso o espiritual.
“Me gusta imaginar la humanidad como un poliedro, en el cual las formas múltiples, expresándose, constituyen los elementos que componen en la pluralidad una única familia humana. Esta es una verdadera globalización”, ha dicho.
Uno de los focos de su acción pastoral ha sido ir “a las periferias del mundo”, a lugares en los que católicos u otras minorías religiosas no tienen voz, son perseguidos y privados de derechos. A los rohingya, pueblo que conoció durante su viaje a Birmania y Bangladesh (2017).
En 2022, en Canadá se reunió con las poblaciones nativas americanas. Fue una visita de alta carga simbólica. El papa de la Iglesia católica pidió perdón “por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas”.
Le dieron la vuelta al mundo las fotos del papa portando la corona de plumas que le obsequiaron; en señal de respeto y reconocimiento del rango.
En enero de 2023 viajó al Congo, donde expresó condolencias a las poblaciones mutiladas y explotadas del este del país.
Francisco se ha reunido en estos diez años con grandes personalidades del mundo de la política, la ciencia, la cultura, el deporte y el arte. En reuniones oficiales o en visitas privadas se ha encontrado con jefes de Estado y líderes políticos (Fidel y Raúl Castro, Obama, Putin, Trump, Angela Merkel, Sergio Mattarella…), con autoridades religiosas y confesionales, no solo católicas (desde el gran rabino de la comunidad romana, Riccardo Di Segni, hasta el ayatolá Al-Sistani, en Irak). En momentos menos públicos u oficiales se ha reunido con artistas, activistas, deportistas (Bono, Roberto Benigni, Maradona).
“La casa común”
Así se ha referido el papa al planeta. “Dios perdona siempre. Los humanos perdonamos a veces. La Tierra no perdona nunca”, ha dicho.
Gracias a la campaña impulsada por Francisco y sus frecuentes críticas a la depredación del planeta, cientos de organizaciones religiosas han retirado sus inversiones del sector de los combustibles fósiles, estimadas en unos 10 mil o 20 mil millones de euros.
En julio de 2022 se anunció que el Vaticano tendría una política de inversiones éticas y sostenibles que supone cierre de cuentas en el extranjero y cesar las inversiones en defensa y armamento; además de promover las energías renovables y proteger la biodiversidad.
“El papa comunista”
“Nos hemos hecho dependientes de las ganancias”.
“¿Qué significa ignorar el dolor humano? Significa ignorar a Dios. No debo catalogar al otro para decidir quién es mi prójimo y quién no lo es. Depende de mí ser o no ser prójimo. La decisión es mía”.
“O somos hermanos, o se derrumba todo”.
“La economía está enferma […]. Manda el dinero. Hay que poner en discusión el modelo de desarrollo. La Tierra se quema hoy, y es hoy que debemos cambiar a todos los niveles”.
Son frases que le han merecido, por un lado, la adoración de multitudes en todo el mundo, especialmente en África y América Latina; por otro, el rechazo de círculos conservadores en distintos países, como Estados Unidos y Alemania (que no dudaron en llamarlo “antipapa”).
A pesar de que se lo ha retratado más de una vez como marxista, revolucionario, cercano a los teólogos de la Liberación y siempre haya predicado una “Teología de las tres T” (tierra, techo, trabajo), la suya no ha sido una doctrina opuesta a la de sus predecesores.
Basta tomar el catecismo de la Iglesia Católica para ver que la aproximación a la propiedad no es diferente. El texto lanzado en la época de Ratzinger dice:
El derecho a la propiedad privada, adquirido o recibido de la manera correcta, no elimina la donación original de la tierra a toda la humanidad. El destino universal de los bienes sigue siendo prioritario, aunque la promoción del bien común exige el respeto a la propiedad privada, el derecho a la misma y su ejercicio. En uso de los bienes creados, el hombre debe considerar las cosas externas que legítimamente posee, no sólo como propias, sino también como comunes, en el sentido de que pueden beneficiar no sólo a sí mismo, sino también a los demás. [Conc. Ecum. Vat. II, Gaudium et spes, 69].
“Si hablo de tierra, techo y trabajo, dicen que soy comunista”, afirmó Francisco a poco más de un año de asumir su pontificado. El año pasado, a propósito del mismo tema, dijo que el etiquetado era obra de “ciertos grupos de medios de comunicación muy ideologizados que se dedican a ideologizar la postura de los otros”.
Los ciclos del Vaticano
La historia vaticana registra una suerte de corsi e ricorsi en lo que se refiere a ciclos ideopolíticos, teológicos y doctrinales. Por mencionar uno de los más conocidos, en el siglo pasado la figura del papa Juan XXIII, conocido como il Papa buono, trajo aires de renovación y modernización a la Iglesia con el Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, 1965). Su sucesor, el papa Paulo VI continuó la labor, que tendría repercusiones en el seno de la Iglesia hasta hoy.
Vaticano II, en efecto, abrió las puertas a la modernidad en el contexto de la Guerra Fría. Sobresale el papel de teólogos liberales como Karl Rahner o John Courtney Murray, que se distanciaron del literalismo bíblico tradicional y dieron paso al sujeto popular y a una teología contextualizada, marcando la entrada de las culturas nacionales a la Iglesia; entre ellas, las de América Latina.
El ciclo se extenderá hasta que el polaco Juan Pablo II (1920-2005), como reacción ante a aquella reforma/modernización, viró la nave hacia posiciones más conservadoras e incluso tomó medidas para evitar los “excesos” del liberalismo y de la iglesia popular, la Teología de la Liberación y la opción por los pobres, muy difundidas en América Latina en las figuras del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez (1928) y el brasileño Leonardo Boff (1938), entre otros.
No por azar esta vuelta de tuerca le concedió un lugar central a la Congregación para la Doctrina de la Fe, originalmente llamada Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición, fundada en 1542 por el papa Pablo III para defender a la Iglesia de las herejías, y dirigida desde 1981 por el alemán Joseph Ratzinger (1927-2023), después elegido papa con el nombre de Benedicto XVI.
Por su parte, Francisco, papa argentino de origen piamontés, tiene un background de contacto directo con la gente por su historia en las comunidades eclesiales de base y en el movimiento de sacerdotes obreros.
El contacto con Ratzinger desde 2013 le permitió a Bergoglio continuar a lo interno un camino trazado por su predecesor hacia una reforma completa de la curia y de la estructura de Gobierno de la Iglesia católica; reformas que surgieron, en parte, luego del escándalo Vatileaks, la filtración y el robo de documentos del escritorio del Pontífice.
Francisco avanzó hacia una reorganización completa de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero esta vez con miras a combatir los casos de pedofilia dentro del clero. Varias Iglesias nacionales (la polaca, la chilena, la francesa, la italiana, la estadounidense) se vieron obligadas a hacer un mea culpa; cuando no, en algunos casos, una limpieza más profunda: obispos cómplices expulsados, cardenales culpables de abuso sexual excomulgados. El código cambió.
Se suma la reforma del Banco Vaticano y el reconocimiento progresivo del lugar de las mujeres en puestos clave de la estructura eclesiástica. Aunque solo a nivel de discurso, ha iniciado un relato distinto en torno a la homosexualidad: “Si una persona es gay y busca a Dios, ¿quién soy yo para juzgarla?”.
En cuanto al derecho al aborto, ha mostrado mayor alineación con la posición tradicional. Si bien facilitó desde 2016 “el perdón” a las mujeres que hubieran interrumpido voluntariamente un embarazo, enfatizó que “el aborto es un pecado grave”.
Bergoglio también aprobó y puso en marcha la reforma de la curia, abriendo a los laicos algunos cargos que hasta entonces habían sido prerrogativa exclusiva de los religiosos. Entrada en vigor, está por verse cuál será su alcance en la práctica.
El camino de reforma de la Iglesia ha estado plagado de obstáculos. El papa ha debido alargar los tiempos ante no pocas resistencias y negativas. Queda abierto el gran tema del celibato de los sacerdotes, sobre el que recientemente hizo declaraciones.
A sus 86 años, Francisco no deja de generar titulares; mientras sigue siendo devoto de la pizza y caminando al encuentro de la gente con los zapatos de siempre.