El acuerdo del presidente Donald Trump para evitar la imposición de aranceles sobre los productos mexicanos incluye pocas soluciones nuevas para contener el flujo de migrantes centroamericanos que se abren camino hasta la frontera sur de Estados Unidos.
Pero es suficiente para que el mandatario cante victoria.
La decisión, anunciada la noche del viernes, dio fin a una confrontación que los líderes empresariales advirtieron tendría desastrosas consecuencias económicas tanto para Estados Unidos como para uno de sus principales socios comerciales, elevando los precios al consumidor y abriendo una brecha entre los países. También representa una victoria para los republicanos que habían inundado la Casa Blanca con exhortos para que el presidente diera marcha atrás a la medida.
Pero más que cualquier otra cosa, le da a Trump la posibilidad de jactarse en un tema en el que no ha logrado muchos avances a pocos días de que lance formalmente su campaña de reelección.
“El presidente Trump consiguió una vez más una enorme victoria para el pueblo estadounidense”, afirmó el portavoz de campaña de Trump, Tim Murtaugh, en un comunicado. Elogió al mandatario por usar “la amenaza de aranceles para traer a México a la mesa” y por “mostrar que está dispuesto a usar todas las herramientas a su alcance para proteger al pueblo estadounidense”.
Trump hizo campaña en 2016 con la promesa de combatir la inmigración ilegal, pero su gobierno ha registrado un aumento en el número de cruces fronterizos hasta un nivel no visto en más de una década. La Patrulla Fronteriza de Estados Unidos aprehendió en mayo a más de 132.000 personas, que incluye una cifra récord de 84.542 individuos que viajaban en núcleos familiares formados por adultos y niños.
Ese incremento ha estado agotando los recursos federales, lo que ha hecho que las autoridades pasen apuros para proveer servicios básicos de alojamiento y atención médica a las familias que huyen de la violencia y la pobreza en Honduras, Guatemala y El Salvador.
Dado que Trump se encontraba en el extranjero y la ronda inicial de negociaciones del miércoles resultó improductiva, muchos en la Casa Blanca consideraban un hecho que Trump cumpliría la amenaza de imponer un arancel inicial de 5% sobre todos los productos importados de México a partir del lunes, con el fin de obligar al país latinoamericano a tomar medidas en materia migratoria, de acuerdo con personas familiarizadas con las deliberaciones.
Los representantes estadounidenses, como el vicepresidente Mike Pence y el secretario de Estado Mike Pompeo, no eran exactamente fans de la política de Trump, pero entendían la frustración del mandatario y presentaron varias sugerencias a la delegación mexicana. También dejaron claro que el presidente hablaba en serio sobre los aranceles a menos que se tomaran medidas drásticas.
No obstante, los funcionarios estadounidenses se sorprendieron cuando las negociaciones se reanudaron el jueves y México aceptó algunas de las cosas que Pence había puesto sobre la mesa, incluyendo la expansión de un programa que obliga a algunos solicitantes de asilo a esperar en México mientras se procesan sus casos.
Y aunque dicha medida no se incluyó en el acuerdo, los funcionarios mexicanos expresaron apertura para discutir algo a lo que se habían opuesto fervientemente: que México se convirtiera en un “tercer país seguro”, lo que dificultaría que los refugiados que pasaran por México pidieran asilo en Estados Unidos.
Las conversaciones continuaron el viernes durante una sesión maratónica en el Departamento de Estado presidida por el asesor jurídico de la Casa Blanca, Pat Cipollone, y de la que Trump fue informado por teléfono.
La decisión final se tomó en una conferencia telefónica nocturna una vez que Trump regresó a la Casa Blanca el viernes, y poco después se tuiteó el anuncio del convenio.
La decisión tranquilizó a los colaboradores de Trump, pues casi la mayoría se oponían a los aranceles. También tranquilizó a los legisladores republicanos y sus aliados en la comunidad empresarial, quienes inundaron de llamadas la Casa Blanca y solicitaron personalmente al mandatario que se retractara. En una afrenta inusual, varios legisladores habían advertido que bloquearían la medida, y el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, manifestó públicamente que existía poco apoyo.
Sin embargo, un republicano que solicitó el anonimato para hacer declaraciones sobre la situación dijo que el alcance del Capitolio al parecer fue un elemento menor comparado con las concesiones que México hizo, en particular el acuerdo para ampliar la política sobre la permanencia de los migrantes en territorio mexicano.
Por su parte, los detractares señalaron que, de lo anunciado el viernes, poco parecía novedad.
El Departamento de Estado dijo en un comunicado conjunto que México había aceptado “adoptar medidas sin precedentes para frenar la migración irregular”, como el despliegue de su nueva Guardia Nacional, concentrándose en su porosa frontera con Guatemala. Sin embargo, México ya tenía previsto destacar la Guardia Nacional en la zona y lo había dejado claro a las autoridades estadounidenses.
Estados Unidos también elogió que México aceptara que un mayor número de solicitantes de asilo sean regresados a territorio mexicano mientras se resuelven sus casos. Sin embargo, el programa para que esas personas permanezcan en México fue puesto en marcha a principios de año, y desde el inicio, las autoridades estadounidenses habían prometido ampliarlo con rapidez, aun sin el apoyo público del gobierno mexicano.
De hecho, los funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional ya trabajaban en la ampliación del programa, por el que unos 10.000 migrantes ya han sido regresados a México, aunque está plagado de problemas de calendario y demoras. Activistas han impugnado el programa en tribunales con el argumento de que viola los derechos jurídicos de los migrantes.
Un tribunal de apelaciones anuló en fecha reciente la decisión de un juez federal que había bloqueado el programa mientras continúe ventilándose en tribunales.
Funcionarios del gobierno subrayaron que el acuerdo deja abierta la posibilidad de “acciones adicionales” si “las medidas adoptadas no tienen los resultados previstos”. Y aunque el convenio de “tercer país seguro” no fue incluido en el acuerdo, las autoridades planean continuar discutiéndolo en los próximos meses.
Sin embargo, la cancelación de los aranceles suscitó las burlas de los demócratas, entre ellos el líder demócrata del Senado, Chuck Schumer, que el viernes declaró sarcásticamente que fue “¡una noche histórica!” después de que Trump afirmara que el acuerdo “reducirá considerablemente, o eliminará, la inmigración ilegal proveniente de México y que cruza hacia Estados Unidos”.
Por su parte, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, describió como “imprudente” el amago y afirmó que la política de que los migrantes se queden en México viola sus derechos.
“Las amenazas y rabietas no son la manera de negociar la política exterior”, agregó.