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El presidente Donald Trump y su administración enfrentan una ola de críticas y acusaciones de violación constitucional tras la aceptación de un Boeing 747 valorado en 400 millones de dólares ofrecido por la familia real de Qatar para ser utilizado como avión presidencial, en sustitución temporal del Air Force One.
La decisión, anunciada por el secretario de Defensa Pete Hegseth y confirmada por el Pentágono, estalló en un intenso debate político, ético y lega, reavivando cuestionamientos sobre la influencia extranjera y el respeto a la Constitución de Estados Unidos, refirió el periódico mexicano La Jornada.
El Pentágono, a través de su portavoz Sean Parnell, aseguró que el avión fue aceptado “de acuerdo con todas las normas y reglamentos federales” y que se tomarán medidas para garantizar la seguridad y funcionalidad de la aeronave para el transporte presidencial.
Carta Magna: prohibición estricta
La Constitución de Estados Unidos, en su Artículo I, Sección 9, conocida como la Cláusula de los Emolumentos Extranjeros, prohíbe explícitamente a los funcionarios federales, incluido el presidente, aceptar regalos, emolumentos, cargos o títulos de un Estado extranjero o de sus gobernantes sin el consentimiento del Congreso.
Esa disposición busca evitar que intereses foráneos influyan en las decisiones del Gobierno estadounidense.
El líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, presentó un proyecto de ley para vetar el uso de un avión extranjero como Air Force One, subrayando la gravedad de permitir que un símbolo del poder presidencial estadounidense dependa de la generosidad de un Gobierno extranjero.
Entretanto, un grupo de senadores demócratas del Comité de Relaciones Exteriores denunció en un comunicado que el regalo representa “un claro conflicto de intereses” e “invita a la influencia extranjera” en la política estadounidense.
Trump, cínico y desafiante
Lejos de mostrarse preocupado, Trump defendió públicamente la aceptación del avión en su red social Truth Social y ante la prensa.
“Podría ser un estúpido y decir: ‘No, no queremos un avión gratis y carísimo’, pero me pareció un gran gesto”, afirmó el mandatario, negando que se trate de un regalo personal y asegurando que al concluir su segundo mandato en 2029, dejaría de usar la aeronave y la depositaría en su biblioteca presidencial.
Trump justificó la decisión como una medida de ahorro para los contribuyentes estadounidenses, argumentando que “no tiene sentido que el ejército y, por ende, los contribuyentes, paguen cientos de millones de dólares cuando pueden obtenerlo gratis”.
Sin embargo, no presentó ninguna justificación de seguridad nacional para acelerar la actualización del avión en lugar de esperar a que Boeing termine los nuevos Air Force One, cuyo proyecto acumula ya cinco años de retraso y no estará listo antes de 2029.
Por su parte, el senador demócrata Jack Reed advirtió sobre los riesgos de otorgar a una nación extranjera acceso potencial a sistemas y comunicaciones sensibles, mientras que el republicano Ted Cruz, de Texas, alertó sobre los problemas de espionaje y vigilancia que podrían derivarse de la operación.
La cadena CNN, contradiciendo la versión oficial, reportó que fue la propia administración republicana la que contactó inicialmente al reino qatarí para explorar la posibilidad de recibir el avión, lo que añade una nueva capa de suspicacia sobre la transparencia y las motivaciones detrás de la transacción.
Seguridad nacional y costos ocultos
Más allá de las cuestiones legales, la operación plantea desafíos técnicos y de seguridad. Convertir el lujoso avión donado por Qatar en una aeronave apta para la función presidencial podría costar cientos de millones de dólares adicionales y requerir al menos dos años para instalar los equipos de seguridad, comunicaciones y capacidades defensivas necesarias.
Además, expertos en aviación han señalado que un 747 convencional, como el ofrecido por Qatar, no cuenta con la capacidad de reabastecimiento en vuelo, una característica esencial para el Air Force One en caso de crisis o ataques que requieran mantener al presidente en el aire durante períodos prolongados.
El caso del avión qatarí ha abierto un debate más amplio sobre la vulnerabilidad de las instituciones estadounidenses ante la influencia extranjera y la necesidad de reforzar los mecanismos de control y rendición de cuentas.
Según el periódico The New York Times, el reacomodo de la nave podría costar 1000 millones de dólares o más, además de que eventualmente consumiría más tiempo que terminar el trabajo que Boeing ya está haciendo para entregar los dos primeros aviones para renovar el Air Force One, que acumula más de tres décadas de uso.
El propio Trump ordenó en su primer mandato desembolsar 3 900 millones de dólares para dos nuevos aviones que aún no han sido entregados.