Al atardecer del martes los estadounidenses, a través de un un vídeo de 16 minutos, pudieron asistir al desarrollo de una discusión casi solariega a la que el presidente Donald Trump arrastró a los dos líderes demócratas del Capitolio en presencia de un tieso vicepresidente Mike Pence, que nunca habló, ni movió un músculo: apenas respiró –y en las redes sociales muchos se preguntaban si se trababa de un muñeco de cera.
El punto más álgido del rifirrafe fue cuando el Presidente anunció que estaba dispuesto a irse a la huelga si el Congreso no aprueba los 5,000 millones de dólares que reclama para la construcción del famoso muro en la frontera con México.
Los gobiernos normalmente no hacen huelga, aunque hay antecedentes como sucedió en Portugal en 1975 cuando el primer ministro se quejó de que el pueblo no lo dejaba gobernar y cerró la tienda. Trump, a lo mejor sin darse cuenta, ha rescatado el concepto cuando ayer se viró para el líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer: “Si no tenemos seguridad en la frontera, vamos a cerrar el Gobierno. Este país necesita seguridad en la frontera”.
Es más, agregó abriendo ampliamente sus brazos, estirando sus pequeñas manos, como si quisiera abarcarlo todo, “¿quieres saber algo? Te digo algo: estoy orgulloso de cerrar el Gobierno por una cuestión de seguridad en la frontera. Me tiro eso arriba. Seré el único que lo cerrará y ni siquiera te voy a responsabilizar”.
La diatriba, expresada en alta voz ante unos 30 periodistas cuyas cámaras transmitían en vivo las incidencias del encuentro, en presencia también de la líder del nuevo Congreso, la demócrata Nancy Pelosi, es absolutamente inédita en los predios presidenciales.
Se sabe que ha habido otras, como la famosa discusión del ex presidente Richard Nixon con su portavoz Ron Ziegler sobre la idea de expulsar a los periodistas de la sala de prensa durante el escándalo Watergate en los 70, pero siempre han sido a puertas cerradas, nunca en público.
La portavoz de la mansión presidencial, Sarah Huckabee Sanders, diría más tarde que el Presidente quiso que el encuentro fuera abierto para que el público supiera cuán desesperado se encuentra ante la imposibilidad real de concretar la más mediática de sus promesas electorales, la construcción del muro en la frontera sur. “Lo demás lo discutirían en privado”, precisó.
La virilidad de Trump
Obviamente el plan salió mal, porque la reacción de los dos demócratas fue la de darle lucha al Presidente, paso a paso. Pelosi llevó la delantera. Cuando Trump sugirió que ella no podía hablar mucho, o comprometerse en ese encuentro, porque todavía no ha sido electa por sus pares como líder de la futura bancada mayoritaria en la Cámara de Representantes, ella no se quedó callada.
“Hágame el favor y no caracterice la fortaleza que aporto a esta reunión como líder de los demócratas en la Cámara, que acaban de obtener una gran victoria”, soltó. En las elecciones de noviembre los demócratas barrieron a los republicanos de la Cámara de Representantes obteniendo una holgada mayoría con 235 asientos contra 200.
Esto llevó a que enseguida Pelosi retara al presidente a demostrar el poder de su influencia dentro de su partido y su capacidad de lograr los fondos necesarios para el muro con la mayoría republicana que aún retiene pero que se le agota en enero. Trump tiene hasta el 21 de diciembre para resolver el problema cuando finaliza esta legislatura.
El Presidente le contestó desafiante, elevando con altanería el rostro, “puedo ganar ese voto en dos segundos”. Pelosi: “Hágalo”.
Se instaló entonces uno de los pocos silencios en este cónclave muy particular.
Trump sabe que en final de legislatura no tiene los votos necesarios porque, como es habitual en la política estadounidense, a fines de mandatos los congresistas se resisten a novedades y prefieren comenzar a diseñar un nuevo alineamiento.
Como diría en la noche a la cadena CNN, quien fuera asesor de cuatro presidentes republicanos y demócratas, el analista David Gargen, el mandatario “se encuentra en su momento más débil. Tiene la obsesión del muro. Tanto que ya ni siquiera recuerda al público que prometió que México lo pagaría. Ha dejado a México fuera de la ecuación, lo quiere aprobar de todos modos, incluso pasando por encima de su promesa de que el público americano no pagaría un centavo”.
Ampliando su raciocinio, Gargen expuso la preocupación que aflige al Presidente, que ya en los últimos días ha dejado caer a los que lo rodean que le preocupa la posibilidad de un proceso de deshabilitación en el horizonte, lo que se llama el impeachement.
Al final del tomentoso encuentro, que el diario The New York Times definió el miércoles como “un altercado televisivo”, de regreso al Capitolio, Pelosi desplegó una opinión sarcástica a su entorno cuando les contó los detalles. “Para el señor Trump este asunto del muro es una cuestión de virilidad, como si algo como la virilidad se pudiera asociar con él”, revelaron varios de los presentes a medios de prensa.
Las mentiras en vivo
Pero el intercambio no solo sirvió para que los estadounidenses, y el mundo, vieran un Presidente perdiendo los estribos. También fue una oportunidad para comprobar en vivo cómo en la Casa Blanca la mentira es un argumento político.
Trump, por ejemplo, dijo que las autoridades fronterizas detuvieron recientemente a 10 terroristas que intentaban ingresar al país. “La gente está penetrando la frontera. Hemos atrapado 10 terroristas en un período de tiempo muy corto. La gente en la frontera es increíble, ha atrapado a 10. Gente que nos quería hacer daño”.
Es misma mañana el Departamento de Protección de Fronteras (CBP, por sus siglas en inglés) emitió un comunicado diciendo que “el año pasado detuvimos a 17,000 criminales en la frontera”. No mencionó a nadie atrapado este año.
Trump insistió en que gran número de los inmigrantes que quieren pedir asilo en Estados Unidos, tras atravesar Centroamérica en una caravana, “están enfermos, tienen enfermedades contagiosas, solo quieren que paguemos por eso”.
Según CBP nadie ha entrado a Estados Unidos, por lo cual no hay forma de saber su estado sanitario. Algunos procesos de asilo está siendo procesados pero lo mayoría está en la parte sur de la verja fronteriza. Y cada vez son menos porque se están cansando de sus intentos y han comenzado a regresar.
El presidente también se atribuyó, pese a todo, que el muro está comenzando a construirse sin el permiso del Congreso. Pero lo cierto es que lo único que se ha hecho en los últimos meses es reparar lo que está hecho, unas 500 millas donde se están sustituyendo barras y chapas de acero deterioradas con los 1,500 millones aprobados en el presupuesto del año 2017.
Cuando Schumer le señaló que no puede hacerlo porque el Congreso no le ha dado los fondos, Trump dijo que entonces iba a llamar al ejército para que se encargue de la tarea. No quedó claro de dónde sacará el dinero para sufragar esa misión del ejército. Ni si tiene la autoridad para ordenarlo. Es que con virilidad no se resuelve la situación.