Como en un melodrama, pero político, los estadounidenses vieron ayer el testimonio del ex abogado personal del Donald Trump, Michael Cohen, durante una audiencia en el Comité de Supervisión y Reforma de la Cámara de Representantes, como se sabe ahora en poder de los demócratas. Es la única pública de sus tres intervenciones en el Congreso antes de entrar a cumplir su sentencia de tres años de cárcel.
La sesión fue un verdadero choque de trenes, de hecho una guerra de posiciones en la que los republicanos concentraron sus baterías en cuestionar la credibilidad del testigo frente unos demócratas que de manera tan directa como agresiva los atacaban con preguntas dirigidas a destruir las acusaciones de sus adversarios.
Sin dudas, los televidentes presenciaron una jornada tensa y apasionante, protagonizada por un individuo cuyo tradicional rol de fixer –ese corre-ve-y-dile que arregla todos los platos rotos del genio cuando sale de la lámpara– le dio acceso privilegiado al mundo íntimo del hombre más poderoso de la Tierra.
El resultado de ayer consistió en la revelación de un patrón de mentiras, sobornos, violaciones legales y criminalidad desarrollado por ese mismo hombre. Fue una presentación donde se escucharon epítetos muy fuertes: “racista, estafador y tramposo”. Una imagen de realismo sucio de un presidente conocido por cambiar de criterio y mentir con la misma facilidad con que se come un bistec con ketchup o se amarra los cordones antes de un buen partido de golf en Mar-a-Lago.
Ningún otro individuo tan cercano a un presidente se ha virado contra el genio de manera tan dramática como lo acaba de hacer Cohen, tal vez con la excepción de John Dean cuando testificó contra Nixon durante la larga pesadilla de Watergate.
Varios fueron los temas duros de un testimonio que, a pesar de sus costuras y puntos ciegos, pudiera constituir un golpe contundente al corazón de la presidencia. Por ahora, valdría la pena limitarse a solo dos: Stormy Daniels y una reunión en la Torre Trump durante un apacible día de verano de 2016.
Money, money: Stormy Daniels
En octubre de 2016, poco antes de las elecciones, Michael Cohen le pagó a la actriz porno Stephanie Clifford, más conocida en el gremio como Stormy Daniels, la cantidad de 130,000 dólares por debajo de la cuerda para que desmintiera haber tenido una relación sexual con Donald Trump diez años antes, es decir, en 2006.
Los portavoces del presidente lo negaron, acusando por consiguiente a la Daniels de mentir. Cohen, que en ese entonces estaba dispuesto a recibir una bala por su hombre, se sumó al coro.
Pero el 9 de abril de 2018 unos molestísimos agentes del FBI allanaron su oficina y le confiscaron cosas tales como correos electrónicos, documentos y registros comerciales relacionados con varios asuntos, incluyendo los pagos a la Daniels.
Cuatro meses después, en agosto, llegó a un acuerdo con los fiscales: le había pagado “bajo la dirección del candidato” y “con el propósito principal de influir en la elección”.
En su testimonio de ayer frente al Congreso, Cohen describió cómo el presidente le había rembolsado personalmente el pago de esa suma. “En febrero de 2017, un mes después de llegar a oficio”, dijo, “visité al presidente Trump en la Oficina Oval por primera vez. Fue realmente impresionante, me estaba mostrando y señalando diferentes pinturas, y me dijo algo en el sentido de ‘No te preocupes, Michael, tus cheques de rembolso de enero y febrero están llegando. Fueron enviados por FedEx desde Nueva York y se necesita un tiempo para que eso pase a través del sistema de la Casa Blanca”.
Cohen entregó al Congreso varios documentos, entre ellos una copia de un cheque por 35,000 dólares provenientes de la cuenta bancaria personal del presidente. En efecto: un rembolso de los pagos en efectivo que el ex abogado le había hecho a “la Tormentosa”. Eso, así a secas, se llama evidencia. Nadie, ni siquiera la Fox, lo ha podido cuestionar. Es la única manera de acabar con la insoportable levedad de llamarle a todo fake news.
La reunión en la Torre
El 9 de junio de 2016 tuvo lugar en la Torre Trump, Nueva York, una reunión entre tres pejes gordos de Donald Trump –su hijo Donald, su yerno Jared Kushner y su jefe de campaña, Paul Manafort– y al menos otras cinco personas, incluida la abogada rusa Natalia Veselnitskaya. La organizó el publicista Rob Goldstone en nombre de su cliente, el cantante y compositor Emin Agalarov, hijo de un oligarca a quien le dicen “el Donald Trump ruso”.
Trump Jr. hizo varias declaraciones problemáticas. Primero le dijo a la prensa que se había hecho para discutir “adopciones de niños rusos”, casi un insulto al sentido común de los estadounidenses. Pero en julio de 2017 admitió en un tuit que había aceptado la reunión en el entendido de que allí recibirían información perjudicial para Hillary Clinton.
Cuando The New York Times publicó los correos electrónicos entre Goldstone y Trump Jr., este admitió que el primero le había dicho que el gobierno ruso estaba involucrado, que el propósito era obtener “suciedad sobre Clinton” y que había constituido un “esfuerzo ruso para ayudar a la campaña [de Trump]”. En julio de 2017 se informó que el propio presidente había redactado la mentira inicial de Trump Jr.
El conocimiento del presidente sobre la reunión en su Torre ha sido y será uno de los temas más importantes para poder dilucidar si hubo o no articulación/conspiración de los efectivos de Trump, y de él mismo, con los rusos vs. Clinton.
De acuerdo con expertos, ese testimonio de ayer podría resultar relevante para cualquier caso legal que pudiera levantarse contra el presidente por parte de Bob Mueller y su equipo de corazones solitarios, muy interesados en este tema. Podría, además, añadir más sustancia al caldo de obstrucción de la justicia, cocinado con el despido del entonces jefe del FBI, James Comey, un memorioso descendiente de irlandeses que anotaba hasta el punto y la coma de todo lo que le decía el presidente.
Sus abogados han dicho que aun cuando su hijo mayor asistió a la reunión, su padre no tenía conocimiento de la actividad. Pero ayer Cohen mencionó una reunión con Trump en la que Donald hijo se acercó a su padre y le dijo en sotto voce que la mesa estaba servida.
En palabras de Cohen: “Recordé a Don Jr. inclinándose hacia su padre y hablando en voz baja, que pude escuchar claramente, y que decía: ‘La reunión está lista’”. Entonces dedujo que estaba hablando de la reunión en la Torre. Y, para terminar, señaló: “Recuerdo que el Sr. Trump dijo: ‘O.K. bien… hágamelo saber “. Ello implicaría que sabía, y que de hecho participó en su planificación. Allí estaba, para más detalles, la abogada rusa vinculada al Kremlin.
A Michael Cohen ya le habían dicho una vez “rata”: el propio presidente. Ayer, “mentiroso, codicioso, manipulador, calculador”. Otros, que su testimonio, simplemente, no les importa. Bien mirado, señales de que lo perciben como amenaza. Pero a pesar de ello, en la noche muchos deben haberse acostado con un pensamiento fijo en la cabeza: “Si esta no es la pistola humeante, las pascuas no son en diciembre”.