“Estados Unidos es la más grande nación en la historia, donde el gobierno no interfiere con tus decisiones personales, y eso es lo que él promueve”, así explica su apoyo a Donald Trump el neoyorquino Steven Daniels, en el rally del Presidente el pasado 19 de febrero en Phoenix, la capital de Arizona.
Portando carteles de Trump-Pence mientras coreaban “Four more years!” (Cuatro años más), “USA” y “We want Trump” (Queremos a Trump), decenas de miles de simpatizantes llenaron el Coliseo de los Veteranos, para escuchar nuevas promesas, como que la bandera estadounidense se pondrá en Marte.
También ensalzó los ofrecimientos de su anterior campaña (“el muro se está construyendo”) e intentó calmar algunas angustias entre sus seguidores: que “Estados Unidos nunca será un país socialista” y que no tendrán un seguro médico gratuito y universal como anuncia “crazy Bernie” si es elegido Presidente.
“Universal y gratuito” son palabras que provocan una automática y apasionada reacción de rechazo en este público. Dicen que es comunismo y no lo quieren en un país donde decenas de miles mueren anualmente por no tener seguro médico.
Los trumpistas acuden a escucharlo lo mismo por apoyar lo que promueve su discurso (anti aborto, libre posesión de armas, nacionalismo populista, etc.), que por atenuar el temor de que eso que llaman la “extrema izquierda” gane las elecciones en los Estados Unidos el próximo 3 de noviembre.
Por otro lado, la absolución del Presidente en el juicio político del Senado ha inyectado nuevas energías a sus seguidores. El merchandising de campaña, disponible en los alrededores del rally mostraba mensajes como “my ass got acquitted” (mi culo fue absuelto).
Algunos participantes vestían camisetas con la imagen de Trump en el cuerpo de Sylvester Stallone en Rocky III, o como Terminator. En otra ilustración, el presidente Trump alzaba una cabeza cortada.
Todo esto coincide con la narrativa estereotipada sobre quiénes son los trumpistas; aunque poco antes del rally se les pudiera ver amablemente almorzando tacos en un restaurante mexicano de la zona.
Solo en Phoenix hay una población de alrededor de 600,000 hispanos. No se podía encontrar a muchos en el rally; aunque sí había un grupo de “Latinos por Trump”, como también de “Mujeres por Trump” y “Gays por Trump”, minorías que no abundan entre sus seguidores teniendo en cuenta su proyección en términos de género e inmigración.
El presidente Trump dijo que su administración se ha dedicado a “asegurar las fronteras, matar terroristas, crear nuevos empleos”… Afirmó que el Estado Islámico ha sido aniquilado al “100 por ciento”; y celebró su decisión de haber matado al general iraní Qasem Soleimani, una acción cuestionada por el propio Pentágono y que puso al mundo al borde de otra guerra.
A propósito de su contendiente demócrata, por determinarse aún, Trump dijo que no le importa “quién diablos va a ser”. En todo caso, “vamos a ganarle”.
Dedicó casi tanto tiempo a demostrar por qué su gestión ha sido la más exitosa “en la historia de Estados Unidos”, que a atacar a los demócratas, promoviendo la agenda de que quieren destruir el seguro médico y el seguro social en el país, y darles salud y educación gratis a inmigrantes ilegales.
Aseguró en términos absolutos que ha construido “la economía más próspera del mundo y la sociedad más inclusiva”, “el más poderoso ejército del mundo”, y que Estados Unidos es ahora “más fuerte que nunca antes”.
“De nuevo nos respetan (en el mundo); incluyendo nuestros aliados”, sobre quienes, repitió, que pueden ser peores que los rivales.
“Se aprovechan de nosotros mucho más que nuestros enemigos”, ya había dicho en Pennsylvania en agosto pasado.
“Hemos hecho en tres años más que ninguna otra administración en la historia”, insistió, antes de añadir unas líneas sobre su lugar de víctima de los liberales. “(Lo hicimos) bajo circunstancias terribles”: “una cacería de brujas de los demócratas de Washington”.
A cada declaración contundente, seguía una ovación y algún coro de “four more years”.
Presidente bully
A los precandidatos demócratas los llamó repetidas veces “la izquierda radical” o “la extrema izquierda”. Se refirió a los “viciosos, horribles, feos y malos Demócratas de Washington”.
También usó epítetos personalizados: Sleepy Joe (Joe Biden), Crazy Bernie (Sanders), Mini Mike (Michael Bloomberg), Pocahontas (Elizabeth Warren)… A Tom Steyer lo llamó “tú, imbécil”.
Hubo otro tanto de carga contra la prensa, como es su costumbre. “Fake CNN”, “Crazy New York Times”… Esta vez también habló de “falsas encuestas”, si estas presentan a los candidatos demócratas con opciones para derrotarlo en las urnas.
Amor y dinero
Para demostrar el éxito de sus medidas económicas, Trump contó que un simpatizante le confesó que había tenido problemas con su esposa porque esta pensaba que era un fracasado y nunca ganaba suficiente dinero, pero que gracias a su gestión en la Casa Blanca, todo había mejorado, se había recuperado y ya la esposa lo amaba nuevamente.
“Las cosas que puede hacer el dinero”, dijo el presidente a una audiencia en que su chiste fue celebrado.
Control de armas
En Arizona, donde es legal portar armas y 4 de 15 condados y una ciudad han adoptado resoluciones de santuario de la Segunda Enmienda, fueron bienvenidas entre el público republicano las garantías del presidente de defender el derecho a portar armas, haciendo valer el legado de “¿Cómo es que los llaman? Los fundadores”, ironizó, imitando el tipo de comentario que dirigían hacia él durante el proceso del impeachment.
Prometió que preservará la libertad religiosa y “el derecho de poseer y portar armas” en Arizona, un estado fundado, según Trump, por “cowboys y mineros”, desconociendo la historia de las 21 comunidades nativas que habitaban el territorio.
El muro
Después de algún tiempo sin enfocarse en el asunto, tratándose de un estado fronterizo, Trump retomó el tema migratorio. Acusó a los demócratas de querer “fronteras abiertas” que permiten que entren “a envenenar a nuestros niños”.
“Quieren admitir a cualquiera de cualquier parte del mundo, quieren darles todo. En el gobierno anterior los inmigrantes eran mejor tratados que nuestros veteranos”.
Poco antes se había referido a dos simpatizantes que llevaron a un veterano de la Segunda Guerra Mundial en brazos hasta su asiento, porque estaba impedido de caminar. Trump saludó su presencia, e indicó a su equipo: “Tomen algunas gorras (de la campaña) y dénselas”.
Habló de “extranjeros criminales”, y mencionó un caso de asesinato donde el autor del crimen disparó repetidas veces en el rostro de su víctima. Acusó a las ciudades santuario de darle protección un “animal salvaje” como este. Las llamó “mortíferas”.
Los entusiastas antiaborto tuvieron su momento cuando el Presidente rechazó una política que permita “arrancar a los bebés de los vientres de sus madres”, cuando “sabemos que todo niño es un regalo sagrado de Dios”.
Su hijo Donald Trump Jr, que lo había precedido en el estrado, prometió que cuatro años más de su padre serían “muy muy muy entretenidos”.
Así están siendo sus rallies, ya en campaña. Como su discurso del Estado de la Unión, pronunciado en la víspera de la votación que lo libró del impeachmet gracias a la mayoría republicana en el Senado: un show televisivo.