Tres años de una frustración latente en el Departamento de Estado se están desbordando en el Capitolio mientras un desfile de diplomáticos actuales y anteriores testifica sobre sus preocupaciones de la política poco ortodoxa del gobierno del presidente Donald Trump en torno a Ucrania.
Sin importar las objeciones de la Casa Blanca, los diplomáticos comparecen ante los investigadores del proceso de juicio político para revisar los acuerdos de Trump con Ucrania y relatar historias de posibles irregularidades, conducta indebida y malos tratos por parte de sus superiores.
Para Trump y sus aliados, los diplomáticos son evidencia de un “Estado profundo” dentro del gobierno que ha tratado de afectar su presidencia desde el principio. Pero para los empleados de un departamento desmoralizado por los continuos intentos del gobierno para reducir su presupuesto y personal, la cooperación con la investigación es vista como un momento de catarsis y una oportunidad para reiterar las normas de política exterior que creen Trump ha eludido.
“Ha tomado tiempo entender cuán extraño se ha vuelto el proceso de política, pero fue inevitable”, comentó Ronald Neumann, presidente de la American Academy Diplomacy. El grupo escribió una carta el mes pasado en la que pidió al gobierno apoyar a los diplomáticos y protegerlos de la politización.
Los funcionarios del Departamento de Estado que desfilan por el Capitolio incluyen a diplomáticos de alto rango con décadas de experiencia que han trabajado para gobiernos republicanos y demócratas. Entre ellos se encuentra Kurt Volker, quien renunció como el enviado especial a Ucrania luego de ser nombrado en la denuncia del informante que desató el proceso de juicio político.
Otras personas que han testificado en privado incluyen a Marie Yovanovitch, la ex embajadora de Estados Unidos en Ucrania que fue retirada del puesto luego de una campaña coordinada por el abogado personal de Trump, Rudy Giuliani; Michael McKinley, quien renunció tras 37 años en el servicio exterior en parte a causa del trato de Yovanovitch; y Fiona Hill, una empleada del Consejo de Seguridad Nacional que trabajó de cerca con el ex embajador ucraniano.