Una examiga y asesora de Melania Trump dice que fue “el peor error de mi vida” trabajar para el presidente Donald Trump y su familia, y criticó a la primera dama por no defenderla ante cuestionamientos sobre el costo de la investidura presidencial que ella ayudó a producir.
Stephanie Winston Wolkoff fue una asesora sin sueldo de Melania Trump en la Casa Blanca hasta febrero de 2018, cuando su contrato fue rescindido al surgir cuestionamientos sobre los gastos de la ceremonia.
“Cuando realmente contaba, Melania no me respaldó”, escribe Wolkoff en el libro Melania and Me: The Rise and Fall of My Friendship with the First Lady“(“Melania y yo: El ascenso y la caída de mi amistad con la primera dama”), publicado el martes.
“Ella no era realmente mi amiga. De hecho, desearía no haberla conocido”, dice Wolkoff sobre la primera dama, una exmodelo.
Wolkoff, una organizadora de eventos que radica en Nueva York, dijo que ella y Melania se conocieron en 2003 en los pasillos de la revista Vogue, donde Wolkoff trabajaba.
Stephanie Grisham, vocera de la señora Trump, fustigó el libro en una declaración por correo electrónico, diciendo que está “cargado de mentiras y paranoia” basadas en “una necesidad imaginada de venganza”.
Wolkoff también narra que hay frialdad en la relación entre la primera dama y la hija mayor del presidente, Ivanka Trump. Dice que ella y la primera dama se rieron a carcajadas en una ocasión luego de que la señora Trump llamó “princesa” a Ivanka, desde hace tiempo considerada por muchos la hija favorita del presidente.
Wolkoff detalló cómo ambas lanzaron la “Operación Bloquear a Ivanka” para impedir que ésta se destacara demasiado en las fotografías de la toma de posesión de su padre.
Ivanka Trump declinó comentar el lunes. Una persona cercana a ella dijo que es tradicional que los hijos del presidente participen en una ocasión así.
Wolkoff dedica dos de los once capítulos del libro a la planificación de la investidura presidencial del 2017, diciendo que el comité responsable de recaudar dinero para financiar varios días de eventos estaba asediado por problemas de comunicaciones y organización que complicaban su trabajo.
Afirma que mencionó reiteradamente sus dudas sobre los gastos, pero que a la larga se consideró que ella era el problema. El Comité de Investidura de Trump recaudó casi 107 millones de dólares para el fastuoso evento, un costo sin precedentes que casi duplicó el de la investidura de Barack Obama en 2009.
“Como un disco rayado, seguí expresando mis preocupaciones sobre presupuestos”, escribió Wolkoff. “Y también como un disco rayado, me convertí en el problema de todo el mundo”.
Algunos de los participantes y personas informadas sobre el trabajo del comité le dijeron a The Associated Press en septiembre de 2017 que la organización de la investidura fue afectada por decisiones de último minuto, cambios de personal y poca supervisión financiera.
Wolkoff dijo en una entrevista con ABC News que sigue cooperando con múltiples investigaciones penales sobre las operaciones del comité.
En el libro, Wilkoff se describe a sí misma bajo una luz positiva y dice que aceptó seguir trabajando en la Casa Blanca durante largas horas, sin paga y lejos de su esposo y tres hijos en Nueva York, porque quería ayudar a la primera dama a establecer su operación y evitar ser marginada.
Habla además sobre el deseo de privacidad de la señora Trump, narrando numerosas ocasiones en las que la primera dama le dijo que iba a hacer lo que fuese apropiado para ella o su hijo Barron, ahora de 14 años, y que no le importaba lo que el público pensara de ella.
La primera dama siguió viviendo en Nueva York tras la investidura de forma que Barron no tuviese que cambiar de escuela a mediados del año. Los dos se mudaron a la Casa Blanca en junio de 2017.
Wolkoff dice que la señora Trump demoró su arribo a Washington por otra razón: estaba esperando que fuesen completadas las renovaciones y la redecoración de la residencia en la Casa Blanca, comenzando con una nueva ducha y un nuevo inodoro en su dormitorio.
Wolkoff ofrece además una explicación de las tomas de video muy difundidas en las que la señora Trump aparece sonriendo y luego frunciendo el ceño abruptamente después de que Donald Donald Trump se voltea y le sonríe. Tras la publicación del video surgió el hashtag #Free Melania (Libertad para Melania) y se conjeturó que no estaba feliz con su nuevo papel.
Dice que la primera dama frunció el ceño debido al dolor que sintió por una patada accidental en el tobillo que le dio su hijo Barron, que estaba parado detrás de ella. Dice que le dijo a la primera dama que aclarase la situación, pero que esta declinó, diciendo: “¿A quién le importa lo que piensen? Es un asunto privado. No les debo una explicación”.