“I am terrified. There are very few Democrats around here.”
Sue Sullivan, 77 años, Florida.
El próximo martes 8 de noviembre tendrán lugar en Estados Unidos las elecciones de medio término que, como su nombre lo sugiere, se celebran dos años después de la llegada al poder de un presidente, bien reelecto o de “estreno”. Se someterán a escrutinio los 435 asientos de la Cámara de Representantes y 35 de los 100 del Senado. De igual manera, se competirá en 39 elecciones para gobernadores.
La peculiaridad de estas elecciones, si hay alguna, consiste en celebrarse en una coyuntura marcada por los impactos de la crisis y de la polarización político-ideo-cultural sobre un electorado que en muchas ocasiones no va a votar por los méritos del candidato mismo, sino contra el oponente, sea este republicano o demócrata.
Temas como la inflación, el precio de la gasolina, el control de armas, la delincuencia, la inmigración y el crimen forman parte de una agenda doméstica junto a otros asuntos de menos importancia comparativa. Pero a medida que los ciudadanos sienten el impacto de la inflación en sus vidas, muchos ven las elecciones como una forma de dispararle a la Casa Blanca. El clásico “voto de castigo” con la billetera como obturador.
Analistas y politólogos coinciden en señalar que en estas elecciones el nivel de participación popular alcanzará récords históricos en una cultura política en la que el derecho a no votar viene formando parte hace rato de la lógica democrática. Doce días antes de las elecciones, más de 15 millones de personas ya habían votado de manera anticipada, rompiendo cifras anteriores.
Vistas grosso modo, las encuestas dan la ventaja a los republicanos, quienes de entrada retomarían el control de la Cámara. Sus posibilidades de arrebatarle la mayoría a los demócratas en ese órgano legislativo se ubican en 82 entre 100, frente a las 75 entre 100 que se daban la semana pasada. El Partido Republicano ganaría entonces, según este pronóstico, 230 escaños.
En cuanto al Senado, durante las últimas mediciones los demócratas han perdido su ventaja. De acuerdo con varias prospecciones, ahora mismo sus posibilidades de mantener su ligera y frágil mayoría son 54 de 100, frente a 68 de 100 que se daban a fines de septiembre.
El entusiasmo que recibieron los demócratas después de que la Corte Suprema revirtiera a Roe. v.. Wade duró poco. Los votantes se han preocupado de manera creciente por la economía durante las semanas previas a las elecciones. Los republicanos continúan beneficiándose desde sus posturas sobre ese tema y la inflación, las dos principales preocupaciones de los votantes, según encuestas recientes.
Las implicaciones de una eventual derrota demócrata son claras. Tener ambas cámaras en los bolsillos les permitirá a los republicanos obstruir la agenda del presidente Biden, bloquear a sus nominados —incluidos los jueces federales— e iniciar investigaciones sobre su administración, entre otros aspectos.
El voto latino/hispano
De acuerdo con la última medición de la Oficina del Censo, hay en Estados Unidos 62.6 millones de latinos/hispanos, el grupo étnico más grande de la nación: conforman el 18.9% de su población total. Y de acuerdo con el Pew Research Center, ahora hay 34.5 millones de votantes latinos/hispanos, es decir, casi 1 de cada 5 personas en todo el país. Proyecciones varias los siguen identificando como votantes demócratas, pero a la vez señalan ciertos desprendimientos de ese patrón histórico, en especial en estados “clásicos” como California, Florida y Texas. Pero también han venido ganando importancia en territorios que de un tiempo a esta parte han visto aumentada su presencia, como Carolina del Norte y Georgia.
En cuanto a temas, el estudio citado del Pew Research Center identificó a la economía como la principal motivación de los latinos/hispanos a la hora de votar (80%), seguida por la salud (70%), la educación (70%) y el crimen (70%). Pero tal vez el talón de Aquiles de artículos de opinión sobre el tema radique en describirlos/asumirlos como un bloque homogéneo y por consiguiente obviar que se trata de un conglomerado humano caracterizado también por la diversidad y las distinciones internas.
Solo dos datos en este orden. Digamos, en primer lugar, que en términos de religión, según The Public Religion Research Institute (PRRI), el 50% de los latinos/hispanos consultados se declararon católicos, el 14% evangélicos, el 10% protestantes históricos y el 19% sin filiación religiosa. Esto significa que el voto de los primeros y los terceros discurre en demócrata, y el de los segundos en republicano. Y tiene implicaciones en el tema del aborto, central en muchos estados a partir de la decisión de la Corte Suprema sobre Roe vs. Wade.
En segundo lugar, los grupos etarios, y aquí entra a jugar una diferencia importante. Los más jóvenes suelen identificarse como liberales, y por consiguiente marcarían demócrata en la casilla (63%), preferencia que cae al 48% en los latinos/hispanos de 39 a 49 años y vuelve a subir entre los de 50 a 64 (52%) y en los mayores de 65 (55%).
Este dato cobra singular importancia en el Midwest, donde entre 2010 y 2020 los latinos/hispanos crecieron un 28%, una población que, como promedio, ronda los 26-27 años de edad. Aquí el pronóstico del “quiebre” o “desprendimiento” de los demócratas, muchas veces magnificado por partidarismos inconfesos, “se va del aire”. Y con los latinos/hispanos protestantes históricos de esta área ocurriría lo mismo. Las encuestas marcan un 74% favorable a los demócratas y un 86% tendencialmente proclive a votar por ellos.
¿Y la Florida?
La Florida ha constituido uno de los llamados swing states, es decir, que inclina su votación lo mismo hacia un partido que a otro. Sin embargo, en los últimos tiempos, y en especial desde las elecciones presidenciales de 2016, se constata una tendencia a decantarse por el Partido Republicano. En ese entonces Donald Trump se alzó con la victoria en el estado, con un 48.6% de los votos vs. 47.4% de Hillary Clinton. Y en las últimas presidenciales Trump volvió a imponerse por un margen ligeramente mayor (51.2% vs. 47.9% Joe Biden).
Encuestas y prospecciones varias denotan que para los demócratas no hay razones para el optimismo en la Florida, incluso se documentan avances republicanos en el condado de Miami-Dade, un bastión azul junto al condado de Hillsborough y otros centros urbanos floridanos. Distintos comentaristas y expertos dan fe de que muchos demócratas del alto mando han empezado a dar por perdido el estado, a reserva de haber mantenido una gran ventaja en el registro de votantes.
Hasta el pasado viernes 28 de octubre, había más de 5,28 millones de republicanos registrados en Florida en comparación con 4,97 millones de demócratas. Esos números representan 86.376 republicanos más que los registrados para votar en las primarias de agosto, en comparación con un aumento de solo 9.830 demócratas en el mismo período de tiempo.
En cuanto a la gobernatura, se espera que Ron DeSantis gane la reelección de manera holgada. Una medición de la Universidad del Norte de Florida (UNF) lo coloca superando al demócrata Charlie Crist por un amplio margen (55 vs. 41). Y una de Data for Progress lo ubica delante por 12 puntos porcentuales (54-42.). DeSantis tiene buenas posibilidades de convertirse en el primer gobernador republicano en 20 años en ganar en Miami-Dade, un condado con alrededor de un 70% de población hispana/latina (la última vez que un gobernador republicano ganó fue Jeb Bush en 2002). Conviene recordar que Hillary Clinton ganó en Miami-Dade por casi 30 puntos, pero Joe Biden lo logró con solo 7 puntos de ventaja sobre el mismo rival.
Y en el Senado, la campaña de la representante Val Demings, que compite por derrocar al senador Marco Rubio, no ha podido superar la diferencia en su contra ni después de debate televisivo entre ambos. Una encuesta de la UNF muestra al republicano delante con una ventaja de 54 vs. 43.
El voto cubanoamericano en Miami-Dade
De acuerdo con la última encuesta del Cuban Research Institute de FIU, en la Florida el 7.2% de la población es cubanoamericana, un dato minúsculo en relación con la nacional, pero que cambia su valor cuando se considera la presencia de los cubanos en el condado Miami-Dade, donde el 39.9% de su población es de ese origen. El estimado de cubanoamericanos registrados para votar en estas elecciones asciende a 497.155, de los cuales 256 482 se han inscrito como republicanos, 105.745 como demócratas y 134.928 como “otros”. En otros términos, el 51.6% de los cubanoamericanos registrados vota por los republicanos y el 21.3% por los demócratas.
La mayoría de los cubanoamericanos en Miami Dade desaprueban la labor de Joe Biden en temas clave como la economía y la política hacia Cuba, este último un tópico inevitable en ese electorado, pero carente de relevancia a nivel nacional. Solo el 30% lo apoya, un retroceso si se compara con el 42% que, como promedio, respaldó al presidente en las encuestas implementadas apenas dos meses antes (septiembre). Nacionalmente, una aplastante mayoría de hispanos/latinos (73%) afirman que no quieren ver a Donald Trump en la boleta de 2024. Pero casi un 40% de los cubanoamericanos de Miami-Dade (37%) afirman lo contrario. Y la mayoría de los republicanos registrados (59%) lo apoyan.
Correlativamente, la gran mayoría (64%) dijo que votaría por el gobernador Ron DeSantis y el senador Marco Rubio, evidencia de que a estos votantes que les dan lo mismo cosas tales como el tratamiento del aborto, la alteridad y los inmigrantes venezolanos por parte del gobernador. Una de las estrategias de la elite republicana parece haber funcionado razonablemente bien en Miami-Dade: el discurso del susto, es decir, asociar a los demócratas con el sistema político actuante en el país de donde los cubanos se fueron, algo que cala muy bien desde lo emocional, sobre todo en personas que desconocen la historia de Estados Unidos. Este mecanismo mental funciona como una especie de espejo cóncavo que demasiado a menudo convierte a los oponentes en “comunistas”.
En la Florida todo parece apuntar entonces a una catástrofe para el partido del burro. Veremos en qué medida tiene lugar la famosa “ola roja”, desde ya marcada en la zona de strike. Pero la cosa va a ser fea para los demócratas, si es que finalmente se cumplen los pronósticos y augurios de las encuestas y los expertos.