QAnon: las palabras (I)

"¡No era el edificio lo que queríamos, era a ellos!", escribió el usuario "Coronel0007" en Parler.

Un seguidor de QAnon, al centro, se enfrenta a un oficial el 6 de enero en el Capitolio de Washington DC. Foto: Manuel Balce/AP.

Desde finales de 2017, un nuevo fantasma recorre el espectro político estadounidense: el movimiento de culto de extrema derecha llamado QAnon. Se trata de una forma de creación/socialización de teorías conspirativas, lo que implica que se sitúan más allá de toda evidencia, sustentadas en la irracionalidad social característica del trumpismo como fenómeno sociocultural de la actualidad.

De acuerdo con varias fuentes, la letra “Q” remite a la autorización utilizada por el Departamento de Energía de Estados Unidos para el acceso a datos de alta secretividad y a información de seguridad nacional. Mucho se ha especulado acerca de sus gestores/creadores. Una de las hipótesis más socorridas subraya que se trata de un funcionario de la administración Trump con acceso a información clasificada, una especie de nuevo Garganta Profunda, pero esto parece ser un mito dirigido a dar legitimidad a sus constructos.

A menudo los entusiastas de QAnon describen a “Q” como como un patriota o un santo. Estudiosos varios, sin embargo, señalan la posible paternidad del propietario de 8chan, James Arthur Watkins, y de su hijo Ronald Watkins, el administrador de 8kun, ambos sitios web notorios por servir de vehículo a cosas tales como el supremacismo blanco, el neonazismo, la extrema derecha, el racismo, el antisemitismo y los crímenes de odio.

Material gráfico circulado por QAnon en internet.

Visto en retrospectiva, tal vez el constructo más validado por QAnon consista en el llamado “Estado profundo”, reciclado en el idiolecto político por Mike Lofgren en 2014. En su ensayo “Anatomía del Estado profundo”, este lo define como “una asociación híbrida de elementos del gobierno y partes de la industria y las finanzas de alto nivel capaz de gobernar efectivamente los Estados Unidos sin referencia al consentimiento de los gobernados, expresado a través del proceso político formal”. El Estado profundo, dijo, no es “una cábala secreta y conspirativa; el Estado dentro de un Estado se esconde principalmente en plena vista, y sus operadores actúan principalmente a la luz del día. No es un grupo muy unido y no tiene un objetivo claro. Más bien es una red en expansión que se extiende a lo largo del gobierno y del sector privado”.  QAnon lo decodifica de manera inequívoca: el objetivo último del Deep State es el derrocamiento del presidente Donald Trump.

A esta delirancia, grotescamente inspirada en el famoso discurso de despedida del presidente Dwight Eisenhower de 1961 (la figura del complejo militar-industrial), se añade un conjunto de ideas-fuerza como las que recojo a continuación.

La (otra) vida de Bin Laden

La primera, que una camarilla de pedófilos y adoradores de Satanás dirige una red mundial de tráfico sexual de niños y conspira contra Trump. Hillary Clinton y otros cuadros demócratas de alto rango están involucrados en esa red.

La segunda, que Trump está planeando un ajuste de cuentas: lo llaman la “Tormenta”. Ese día miles de miembros de la camarilla, compuesta también por el Hollywood liberal, serán arrestados. Trump los enviará a la Base Naval de Guantánamo.

La tercera, que Trump fingió conspirar con los rusos para reclutar a Robert Mueller a fin de que se le uniera para  exponer la red de tráfico sexual y prevenir un golpe de Estado de Barack Obama, Hillary Clinton y George Soros. Los partidarios de QAnon sostuvieron que la investigación de Mueller sobre la interferencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016 fue en realidad una historia elaborada para desarrollar una pesquisa sobre pedófilos.

La cuarta, que el pasado 4 de julio, el difunto John F. Kennedy. saldría de su escondite para reclamar su papel como compañero de fórmula de Trump en las elecciones presidenciales.

Foto: The Wall Street Journal.

Todo eso, y más, circula en sitios de Internet como los antes mencionados y en Parler, lo cual remite a las claras al lugar que las redes sociales han alcanzado en la política estadounidense. Los fans de QAnon las utilizan para enviarse mensajes entre sí y para coordinar posibles acciones dentro y fuera de Internet. Todo sugiere que en Estados Unidos cientos de miles de personas, si no millones, creen en al menos algunas de las teorías inventadas/socializadas por QAnon.

En este último sentido, de acuerdo con un reportaje del New York Times,

algunos de los grupos más populares de QAnon en Facebook tienen más de 100.000 miembros cada uno, y Twitter recientemente anunció que estaba emprendiendo acciones para limitar el alcance de más de 150.000 cuentas asociadas con QAnon. Un informe reciente de NBC News reveló que Facebook había realizado un estudio interno sobre la presencia de QAnon en su plataforma y que la conclusión era que había miles de grupos de QAnon, con millones de miembros en conjunto.

Ese número probablemente ha crecido durante la pandemia, a medida que las personas confinadas recurren a Internet en busca de entretenimiento y socialización, algunas y terminan captadas por la comunidad QAnon. Un artículo reciente en The Wall Street Journal afirma que descubrió que el número de miembros de diez grandes grupos de Facebook dedicados a QAnon había crecido más del 600 % desde que se iniciaron los confinamientos.

A reserva de lo que podría pensarse, su popularidad no se ha visto disminuida por hechos que parecen desacreditarlos. Ocurre más bien todo lo contrario.

Han llegado incluso a conformar un código de ética en el que se mezclan indistintamente elementos del programa político trumpista (la apelación contra la corrección política y a favor de MAGA) y componentes del discurso fundamentalista de la derecha religiosa y evangélica (ama al pecador, no al pecado…), una de las bases más intensas del presidente Donald Trump.

Código de ética difundido por QAnon en internet.

                                                                                 II

El verano pasado se produjo un hecho peculiar: un memorando interno del FBI catalogó a QAnon como una amenaza terrorista doméstica. El documento citaba una serie de incidentes violentos que el FBI creía relacionados con teorías de la conspiración. A contrapelo de la prensa, que suele considerarlos una horda de maniáticos inofensivos, el FBI advertía que sus teorías conspirativas representaban una amenaza para la seguridad nacional. El propósito del documento era, por consiguiente, “informar las discusiones dentro de la aplicación de la ley en lo referido a teorías de conspiración potencialmente dañinas”. Travis View, un experto que estudia a QAnon desde su nacimiento en 2017, escribió: “Esta es una especie de primera confirmación de que las fuerzas del orden federal se están tomando este problema en serio, algo que desconocíamos por completo”.

El informe concluía: “El FBI evalúa que estas teorías de la conspiración muy probablemente surgirán, se difundirán y evolucionarán en el mercado de la información moderno, lo que ocasionalmente llevará a grupos y extremistas individuales a realizar actos criminales o violentos”.

Los sucesos del Capitolio, en Washington D.C., demostraron que los federales tenían razón.

Allí se produjo una peculiar mezcla de varios grupos: supremacistas blancos, efectivos de Proud Boys, entusiastas de QAnon… en  eventos que no fueron consecuencia de la generación espontánea, sino parte de un plan cuidadosamente coordinado y ensayado durante 2020.

En efecto, uno de sus polígonos de prueba fue una serie de manifestaciones protagonizadas por grupos de esta filiación contra los poderes públicos, ante políticas adoptadas frente al coronavirus por autoridades demócratas, que aludidamente iban en detrimento de las libertades y los derechos civiles.

Apenas dos semanas después de que Trump llamara a “liberar” Michigan, una turba armada irrumpió en el Capitolio de ese estado demandando el fin de las medidas decretadas por la gobernadora Gretchen Whitmer ante la expansión de la COVID-19. En ese contexto, varios integrantes de una milicia fueron acusados en relación con un complot para secuestrarla, llevarla a “juicio” e incluso dejarla abandonada en un bote en el lago Michigan.

Protestas en Michigan: “bugaloo” (II)

Eso mismo, y no otra cosa, era lo que querían hacer quienes entraron al edificio del D.C.: no solo destruir y caotizar, sino también pasarles la cuenta a senadores demócratas —una de ellas Nancy Pelosi— por sus posiciones políticas. Llegaron a hablar incluso de ahorcar al vicepresidente Mike Pence por su “traición”, dada su negativa a cumplir el rol que Trump quería asignarle durante la ceremonia que ratificaría la victoria del Colegio Electoral (306-232) del presidente electo Joe Biden sobre el presidente Donald Trump, celebrada en el Congreso el mismo 6 de julio.  

Pero la cuestión no queda ahí. CNN y otras fuentes refieren a un usuario de Parler que se identifica como “Coronel007”,  quien afrmó que más “patriotas” descenderían al DC después del incidente protagonizado por los terroristas. “Muchos de nosotros regresaremos el 19 de enero de 2021 con nuestras armas”, escribió. “Vendremos en números que ningún ejército o agencia policial permanente puede igualar”. Y prosiguió: “Vamos a cazar a estos cobardes como los traidores que son. Ahora tenemos luz verde. Los cobardes corrieron cuando tomamos la capital. Lo tienen de regreso ahora, solo porque nos fuimos. ¡No era el edificio lo que queríamos, era a ellos!”.

Material gráfico de QAnon difundido en Internet.

Se trata, en síntesis, del último episodio de un levantamiento contra los funcionarios públicos y las instituciones, incitado, de hecho, por el propio presidente de Estados Unidos. Algunos expertos en extremismo han advertido que los horrores vistos en el Capitolio han envalentonado a extremistas de derecha para un segundo ataque a los capitolios de los 50 estados. “El sentimiento peligroso de este momento está aumentando, alimentando los miedos y la ira de la gente y volviendo a los estadounidenses contra los estadounidenses”, dijo la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer. Alimentar este terrorismo doméstico nos está perjudicando a todos. Y como nación, estamos pagando un precio como líderes. Tanto si eres gobernador republicano como demócrata, estás pagando un precio por ello”.

La gobernadora concluyó con una verdad como un  templo: “Las palabras tienen consecuencias”.

 

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