El oficio fúnebre en Washington para el expresidente George H.W. Bush fue la infrecuente ocasión de un reencuentro de los miembros del club de presidentes, pero la conversación ligera entre Barack Obama, Bill Clinton, Jimmy Carter y sus cónyuges cesó apenas arribaron el presidente Donald Trump y su esposa Melania.
El encuentro del miércoles demostró en tiempo real las incómodas relaciones entre el inquilino actual de la Casa Blanca y sus predecesores, lo cual sugiere que Trump es miembro solo en nombre de la fraternidad de la Oficina Oval. Si el funeral en sí fue un cálido homenaje al presidente difunto, las relaciones entre los mandatarios sobrevivientes son considerablemente más frías.
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Trump estrechó las manos de los Obama antes de tomar asiento en la Catedral Nacional sin saludar a los demás. Hillary Clinton saludó con un gesto a Melania Trump y volvió la vista hacia adelante.
El último de los cinco ex presidentes que arribó fue George W. Bush, quien ostensiblemente estrechó las manos de las cuatro parejas y aparentemente deslizó algo en la mano de Michelle Obama. Luego ocupó su lugar junto al resto de la familia Bush, al otro lado del pasillo.
Tal vez cabía esperar que la presencia de Trump provocara incomodidad.
Desde su juramentación, Trump ha rechazado casi todos los contactos con sus predecesores, y éstos lo han desairado a su vez. Pero si bien la inclusión de Trump ha alterado la formal dignidad de los ocupantes de la Oficina Oval, los Bush comunicaron a la Casa Blanca meses atrás que el presidente difunto esperaba que Trump asistiera al oficio.
Los homenajes expresados en la ceremonia fueron un contrapunto tácito con el estilo de liderazgo de Trump.
El historiador Jon Meacham recitó el credo de Bush: “Di la verdad, no eches culpas, sé fuerte, haz lo mejor que puedes, esfuérzate, perdona, mantén el rumbo”. George W. Bush dijo que su padre “era capaz de burlarse y aguijonear sin malicia”.
El difunto Bush era el presidente de facto del club, capaz de trascender las campañas contenciosas y los partidismos para reunir a las personalidades combativas que han compartido esa experiencia singular.
Trump ha tratado de responder al deceso de Bush con dignidad, en contraste con su actitud durante buena parte de su presidencia tumultuosa. Durante la campaña no solo criticó con dureza a sus predecesores demócratas sino que copó un Partido Republicano antes dominado por los Bush.
A pesar de la afinidad tradicional entre presidentes, los predecesores de Trump han expresado su malestar de distintas maneras.
“Es inusual que una camarilla de expresidentes de ambos partidos muestre disgusto con un presidente en activo, y es justamente lo que sucede ahora”, dijo el historiador Douglas Brinkley.
El apretón de manos entre Trump y Obama fue la primera interacción directa entre ambos desde la juramentación en diciembre de 2017. Desde entonces, Trump no ha hablado con los demócratas Obama y Clinton.
Sí habló con Bush hijo durante el proceso contencioso de confirmación del juez Brett Kavanaugh a la Corte Suprema, ya que el expresidente republicano ayudó a cabildear a favor de quien fuera colaborador suyo. El demócrata Carter ha recibido informes de la Casa Blanca sobre Corea del Norte, aunque no está claro si ha conversado directamente con Trump.
En virtud de la salud, la longevidad y la oportunidad de seguir influyendo, los ex presidentes permanecen más activos públicamente que nunca.
En el pasado los presidentes solían mantener relaciones con sus predecesores, dijo Brinkley. “Bill Clinton pedía a Richard Nixon consejo sobre Rusia”, dijo. “Harry Truman se apoyaba en Herbert Hoover. Es interminable”.
Por cierto, añadió, algunas de esas relaciones han sido distantes: Franklin Roosevelt “se negaba a hablar con Herbert Hoover”.
Ocupados por sus intereses personales _y en algunos casos, giras de conferencias pagas_ los exmandatarios no se encuentran con frecuencia, por eso el funeral de uno de ellos es una ocasión importante. Hermanados por la presidencia, suelen ser cautos en sus declaraciones sobre los otros miembros del club. Con todo, todos los expresidentes vivos han lanzado sus dardos, directa o indirectamente, contra Trump.
En un discurso en septiembre, Obama fustigó las “locuras” que salían de la Casa Blanca, pero sin nombrar a Trump. El año pasado, Bush hijo mencionó en un discurso muchos temas de la presidencia de Trump sin nombrarlo; advirtió que “la intolerancia parece estar envalentonada” y que la política nacional “parece ser más vulnerable a las teorías conspirativas y la mentira lisa y llana”.
Meses atrás, Carter dijo al Washington Post que la presidencia de Trump era un “desastre”. Y Clinton _alterado por la derrota de su esposa Hillary Clinton en la elección de 2016_ dijo a un semanario que Trump “no sabe mucho”.
El difunto Bush padre solía expresar juicios duros acerca de Trump. En el libro The Last Republicans, de Mark K. Updegrove, lo califica de “fanfarrón”.
Bush padre dijo que votó por Clinton en 2016, y Bush hijo que votó por “ninguno de los mencionados”.
En otros momentos los expresidentes se mostraron más solidarios con Trump. Después de su inesperada victoria, Obama salió al rosedal de la Casa Blanca a decir que “alentaba” a su sucesor. Carter dijo al New York Times en 2017 que la prensa había sido más severa con Trump que con otros presidentes. Clinton dijo en junio que todo el país debía desearle éxito a Trump en sus conversaciones con Corea del Norte.
Aunque ha equivocado el tono en otras ocasiones de luto nacional, Trump se esforzó por mostrarse considerado ante el deceso de Bush, con expresiones elogiosas y al asegurarse de que la familia tuviera todo lo necesario para el funeral. El martes, la primera dama Melania Trump recibió a Laura Bush y otros familiares quienes visitaron las decoraciones navideñas en la Casa Blanca. Y los Trump visitaron a los Bush en Blair House, la residencia oficial para huéspedes de la presidencia.