Si las relaciones personales en política se pudieran llevar al campo de la diplomacia, las de Donald Trump con su vicepresidente, Mike Pence, se encuentran a nivel de “secciones de intereses”.
Desde que Pence rehusó cumplir las orientaciones del mandatario de anular los votos de los delegados del colegio electoral, e impedir la victoria del demócrata Joe Biden, los dos estuvieron cinco días sin hablar y solo se reunieron el sábado para discutir como será el trabajo de la administración hasta el mediodía del 20 de enero cuando Biden tome posesión de la presidencia.
A la molestia de Trump con Pence, además de considerar que el vicepresidente no le fue leal, también se añade la consideración de que el vicepresidente no se manifestó por el discurso del 6 de enero ni secundó el asalto al Capitolio.
Esto tuvo su reflejo en la reacción de sus respetivos entornos. Si el de Pence lo aplaudió cuando se desplazó a su oficina, el de Trump no solo lo ignoró sino que desde entonces evita conversar con él.
El círculo del mandatario se ha encogido. Muchos han dimitido y otros todavía lo están considerando. Un alto funcionario de la administración dijo a la cadena CNN que el lunes Trump y Pence se reunieron en la Oficina Oval, y tuvieron lo que se describió como una buena conversación. Además, reflexionaron sobre estos últimos cuatro años cuando Pence mostró una lealtad y complicidad a prueba de bala con su jefe.
Los dos reiteraron que el asalto al Capitolio no representan al movimiento America First y se comprometieron a continuar el trabajo en nombre del país durante el resto de su mandato, dijo a la televisora el alto funcionario.
Lo que sucede es que el vicepresidente tiene la impresión de que ha sido traicionado por Trump, quien prácticamente le ha quitado la confianza pese a la lealtad manifestada por Pence desde el inicio.
El vicepresidente finalmente pudo “vislumbrar la venganza del presidente”, enfatizó una fuente de CNN familiarizada con la situación. El trato de Trump a un hombre que le sirvió fielmente durante más de cuatro años indignó a quienes se encontraban en la órbita del segundo de la Casa Blanca, pero también a muchos en la órbita de Trump, que ven a Pence como el más leal de los lugartenientes.
Y aunque parece poco probable que Pence considere invocar la Enmienda 25 para destituir a Trump de su cargo, no ha intervenido públicamente, lo que permite que persista la idea, que personas cercanas a él describieron como intencional. Pence, de quien a menudo se burlan internamente por lo deferente que es con Trump, ha adoptado una postura tranquila, pero desafiante en sus últimos días en el cargo.
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Tras el asalto al Capitolio, el vice se quejó con un colega republicano: “después de todas las cosas que he hecho por (Trump), me trata así”. Una de las cosas de las que se queja es de que Trump no se interesó por su seguridad cuando el Capitolio fue asaltado y la seguridad tuvo que casi arrastrar a Pence fuera del edificio, comentó a OnCuba un prominente republicano de Florida muy critico del presidente.
Esto se debió a que el día anterior al asalto, Pence le dijo a su jefe que no iba a cometer la inconstitucionalidad de anular los votos de parte del Colegio Electoral y privar a Biden de su victoria electoral.
Trump no solo se desinteresó de la suerte de Pence. Tampoco ha dicho nada de las amenazas que éste ha recibido. A la oficina del vicepresidente han llegado correos electrónicos con amenazas de muerte muy precisas, reveló la prensa.
Otro aspecto que ha separado a los dos hombres es que Trump nunca se interesó por llamar a la Guardia Nacional y fue el vicepresidente quien, desde el Capitolio, llamó a la secretaría de Defensa a solicitar ayuda cuando era evidente que una multitud asaltaría el Congreso. Aún así la Guardia Nacional llegó ya casi de madrugada.
Pero lo que más parece haber amargado a Trump es que Pence haya anunciado que asistirá a la toma de posesión de Biden, mientras que el presidente se ha rehusado a hacerlo. “Eso fue algo que seguro le revolvió el estómago. Trump vio eso como una traición, una deslealtad. Pero Pence también tiene que pensar en su futuro político. Quizá piense presentarse a la urnas el 2022, para congresista o senador, o el 2024 para presidente”, comentó a OnCuba el comentarista radial, Marcos Ramos, en Miami.
Pero hay otro detalle, según el analista, y es que “el vicepresidente como político profesional tiene una noción muy clara de que en la ceremonia de juramentación del nuevo presidente, aunque no sea obligatoria la asistencia, es importante que la Casa Blanca esté representada”.
Ahora, si el presidente se enfureció con Pence, el asunto fue peor con su hija Ivanka. Ella también estará presente en la escalinata del Capitolio cuando Biden ponga la mano derecha sobre la Biblia y responda a la pregunta del presidente del Tribunal Supremo: “Si, lo juro”. Para Trump fue “la peor decisión que pudiera haber tomado”.
Pero las razones de Ivanka son similares a las Pence, ya que ella también aspira a una carrera política después que el padre salga de la Casa Blanca y no sea un engorro.
El comportamiento de Pence también le valió elogios dentro de la administración, incluso del asesor de seguridad nacional Robert O’Brien, quien comentó el miércoles del asalto al Capitolio que Pence “es un hombre genuinamente bueno y decente. Hoy demostró valor”.