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En un paso histórico, la Asamblea Nacional de Francia aprobó este martes en primera lectura un proyecto de ley que busca regular la ayuda a morir para personas con enfermedades incurables, un tema que ha generado profundas divisiones incluso dentro del propio Gobierno y la sociedad gala.
La votación, con 305 votos a favor y 199 en contra, marca el inicio de un largo y tortuoso proceso legislativo que podría culminar en la legalización de la muerte asistida bajo estrictas condiciones, sumando a Francia a un reducido grupo de países europeos que ya han legislado sobre este derecho.
Macron lo respalda
El presidente Emmanuel Macron respalda públicamente la iniciativa, aunque insiste en que cualquier autorización para elegir morir debe limitarse a casos de enfermedades incurables con dolores físicos o psicológicos intensos.
“Respetando las sensibilidades, las dudas y las esperanzas, se abre poco a poco el camino de la fraternidad que yo anhelaba”, escribió Macron en la red social X tras la votación. Sin embargo, el propio Gobierno evita hablar de “eutanasia” o “suicidio asistido”, utilizando términos más neutros como “ayuda a morir” para referirse a la ley.
La coalición macronista “Ensemble” permitió a sus diputados votar según sus convicciones personales, lo que ha generado divisiones internas: once de sus diputados y 34 del grupo gubernamental Derecha Republicana votaron en contra del proyecto. La izquierda y el centro lo apoyaron mayoritariamente, mientras que los conservadores y la extrema derecha se opusieron en bloque.
La ley establece que solo podrán beneficiarse personas mayores de 18 años con nacionalidad francesa o residencia legal en el país que padezcan una enfermedad grave, incurable y potencialmente mortal en estadio avanzado, y que sean capaces de expresar sus deseos libremente y de manera informada.
El paciente deberá presentar una solicitud que será revisada en un plazo de quince días. Si es aprobada, podrá tomar la sustancia letal por sí mismo o, en caso de incapacidad física, recibir la ayuda de un médico.
El texto también contempla una cláusula de conciencia para los profesionales sanitarios que no deseen participar, garantizando al mismo tiempo el acceso a la muerte asistida para quienes la soliciten.
No obstante, las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer quedan fuera de la legislación, ya que el paciente no puede dar un consentimiento expreso.
Además, otro proyecto de ley, aprobado de forma unánime, busca reforzar los cuidados paliativos para asegurar el alivio del dolor y la dignidad de los enfermos que lo necesiten.
Un camino tortuoso con posibilidad de referéndum
La votación en la Asamblea Nacional es solo el primer paso de un proceso que todavía puede prolongarse durante meses e incluso años.
El proyecto de ley deberá pasar varias veces por la cámara baja y el Senado, donde se prevén debates y posibles modificaciones.
Macron ha sugerido que si las negociaciones parlamentarias se estancan, podría someter el tema a referéndum, una opción que refleja la sensibilidad y el carácter controvertido de la cuestión en la sociedad francesa.
La opinión pública francesa, según encuestas recientes, apoya mayoritariamente la legalización de las opciones para el final de la vida y el respaldo ha ido creciendo en los últimos 20 años.
Sin embargo, el proceso legislativo sigue siendo lento y complejo, lo cual, según los activistas, penaliza a los pacientes que esperan opciones para el final de su vida.
Muchos franceses han optado por viajar a países vecinos donde la eutanasia o el suicidio asistido son legales. Esto ha aumentado la presión para que Francia regule el tema.
Europa, un mosaico de legislaciones
Mientras Francia avanza en su legislación, el panorama europeo sobre la eutanasia y el suicidio asistido es sumamente variado, con países que han adoptado posturas muy diferentes.
El asunto se asume como controvertido y sujeto a intensos debates éticos, religiosos y políticos. Mientras Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y España han avanzado hacia la legalización bajo condiciones estrictas, otros como Alemania, Italia, Portugal y Reino Unido mantienen legislaciones ambiguas o restrictivas. El caso de Suiza es particular, al permitir solo el suicidio asistido y no la eutanasia activa.
Jean-Luc Godard, el célebre director franco-suizo, falleció en septiembre de 2022 a los 91 años en su casa de Rolle, Suiza, mediante suicidio asistido, una práctica legal y regulada en ese país.
No murió por eutanasia, sino por suicidio asistido, lo que significa que él mismo tomó la sustancia letal bajo supervisión médica tras estar afectado por “múltiples enfermedades incapacitantes” y sentir que su calidad de vida ya no le permitía vivir como deseaba.
La diferencia principal entre la eutanasia y la muerte asistida radica en el grado de intervención del profesional sanitario y en la definición de los términos, aunque en el lenguaje cotidiano y legal a veces se usan de manera indistinta o como conceptos englobados bajo el término “muerte asistida”.