Carlos III fue coronado rey del Reino Unido en una ceremonia que tuvo mucho de tradición y algo de innovación en la Abadía de Westminster, a la que asistieron 2200 invitados.
Sentado en el trono de roble de San Eduardo, una silla con setecientos años de historia, el hijo de la reina Isabel II (1926-2022) recibió las insignias reales que representan sus responsabilidades como el jefe de Estado británico. Entre ellas, el orbe del soberano, el cetro con la cruz y el cetro de la paloma. Además, fue ungido con aceite consagrado por el arzobispo de Canterbury.
En el momento central del acto protocolar, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, colocó la corona sobre la cabeza de Carlos III. Se trata de una pieza de 2 kg hecha de oro y joyas a semejanza de la corona de San Eduardo, del siglo XVII.
A continuación el arzobispo pronunció el conocido “Dios salve al Rey”, que marcó el inicio de las campanadas y el toque de las trompetas. A la coronación de Carlos III le siguió el de Camilla, quien se denomina reina, a diferencia del esposo de la reina Isabel II, el príncipe Felipe.
En una lluviosa Londres miles de personas se reunieron para ver pasar la carroza real de camino a la abadía. Algunos habían asistido, setenta años atrás, a la coronación de Isabel II.
El mundo entero ha seguido la Operation Golden Orb, el nombre en código que recibió la coronación, un acto de entre tradición histórica, innovación y espectáculo.
Carlos fue el cuadragésimo soberano en ser entronizado en la abadía y el mayor de todos, con 74 años.
La agencia AP recuerda que la población de hoy en Reino Unido es muy diferente a la que vivió la coronación de la reina Isabel. Casi el 20 % forma parte de grupos étnicos minoritarios. En 1950 era de solo 1 %. En las escuelas británicas se hablan más de 300 idiomas y menos de la mitad de la población se describe a sí misma como cristiana.
Aún así, este ha sido un gran acontecimiento para la inmensa mayoría de los británicos.
“Es solo estar rodeado de amor y ver a nuestro Rey Carlos. Es nuestro pilar”, dijo Jill Coughlin, un fan de la monarquía. “Amamos a nuestra reina y esto son solo generaciones más. Así que es maravilloso para nosotros, absolutamente maravilloso”.