Para Yarileisy Barcelay, una joven cubana que estudia actualmente en Moscú, el invierno ruso se hace poco menos que eterno.
Acostumbrada a las tórridas temperaturas de su Guantánamo natal, no hay fiesta que reciba con mayor alegría que la Máslenitsa, que anuncia el inicio de la primavera.
“Imagínate, antes de venir para acá, lo más lejos que había estado era en La Habana. Llegar en el mes octubre a Moscú ya fue todo un reto, así que ¿qué puedo decirte del invierno? Muy linda la nieve, pero a los tres meses ya es más como la m… blanca de Pensilvania, del famoso chiste de Álvarez Guedes”, bromea Yari.
Pero no hace falta ser cubano para estar hastiado del frío en el mes de marzo, por eso los rusos desde tiempos inmemoriales llaman al sol en una fiesta ancestral pagana que simboliza la victoria de la diosa Primavera sobre el dios Invierno.
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La profesora y escritora Verónica Pérez Kónina debe haber heredado de su padre cubano la preferencia por las épocas cálidas, mientras su madre rusa le legó el amor por las tradiciones de su tierra.
“Los eslavos antiguos le ofrendaban a sus dioses los bliní, unas tortas similares a los crepés o las cubanas arepas, que según algunos especialistas, son redondas como símbolo solar”, explica Verónica. “Existe un dicho ruso que asegura que el primer ‘blin’ siempre sale mal y se convierte en una bola de masa o ‘kom’, pero esa frase tiene un origen mucho más arcaico, porque en eslavo antiguo, ‘kom’ también significaba oso, el animal totémico de muchas tribus eslavas, a quien precisamente estaba destinado ese primer ‘blin’. Se supone que para la época de la Máslenitsa los osos se despertaban de su sueño invernal y estaban muy hambrientos, y había que brindarles blinís para apaciguarlos”.
La Máslenitsa es una tradición pagana que la Iglesia Ortodoxa rusa ha asumido como propia, un carnaval que se celebra antes de la cuaresma o ayuno cristiano, que actualmente precede a la Pascua de Resurrección. “Su nombre tiene su origen en la palabra ‘maslo’ (mantequilla), y una de las explicaciones consiste en que durante esa semana ya no se come carne, pero sí se pueden consumir productos lácteos”, nos cuenta Verónica.
Máslenitsa, recuerda, es también el nombre del muñeco de paja que se quema el último día de los festejos, como símbolo del inicio de la nueva etapa. “Es un personaje que históricamente representaba la muerte, el fin del invierno, y la ceniza que quedaba después de su incineración, se regaba por los campos para obtener una buena cosecha”.
Los miles de cubanos que vivieron en la URSS durante la época soviética, en su mayoría, no recordarán la Máslenitsa, (aunque posiblemente probaron sus blinís). “La sociedad socialista, atea, pero supersticiosa a la vez, limitaba la fiesta a la privacidad del hogar, donde nunca llegó a perderse la costumbre de esperar la primavera de esta forma”, afirma Verónica.
Tras la desaparición de la Unión Soviética, la Máslenitsa volvió a tomar las calles y hoy cuenta incluso con gran apoyo de las autoridades locales.
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Los festejos duran una semana e incluyen música, espectáculos o mascaradas que representan a personajes de la tradición eslava, así como ferias gastronómicas en las que no faltan los tradicionales manjares acompañados de té y ‘medovuja’, una bebida alcohólica confeccionada a base de miel.
Los blinís, el plato estrella, se sirven con mantequilla, smetana o crema agria, o con toda clase de rellenos, tanto salados como dulces: pescado, caviar, carne, queso, miel, mermelada, chocolate o leche condensada.
Entre las actividades tradicionales que se realizan durante las celebraciones destacan juegos como la escalada de postes y ‘peleas’ a puño limpio, que alguna vez extranjeros desprevenidos (o malintencionados) han interpretado como signo de la “violencia” rusa…pero nada más lejos de la verdad.
“En estos días Moscú se vuelve una fiesta, muy alegre y tranquila a la vez”, asegura Yari. “Y ya me gustaría ver más celebraciones de este tipo en Cuba, que rescatan tradiciones y las pasan a las generaciones más jóvenes de una forma totalmente natural”. Es usual que se celebren festejos y se adorne la ciudad masivamente en otras fechas señaladas, “pero ésta en particular no me la pierdo, quizás por ser la primera en que las temperaturas te permiten pasear largamente… a veces”, afirma Yari, tras la experiencia de los tres años en los que cursó su maestría y este, en que comienza el doctorado en Medios de Comunicación.
Porque el clima ruso en marzo puede ser aún severo y cambiante, desde temperaturas por debajo de cero grados y nevadas, hasta deshielos y lluvias, pero eso no impide que millones de personas acudan masivamente a las ferias en ciudades y poblados, impulsados por la esperanza de la llegada de la primavera. Y los cubanos no nos quedamos atrás.