El reporte de una veintena de enfermos con una “neumonía de origen desconocido”, que mató a varias personas en Argentina a finales del mes pasado le hizo contener la respiración al mundo. No era para menos, el cuadro descrito en la clínica privada “Luz Médica” de San Miguel de Tucumán, en la provincia del mismo nombre situada a 1300 km al norte de Buenos Aires, presentaba “alarmantes similitudes” con lo reportado en la región china de Wuhan, en diciembre del 2019 y que resultó en la pandemia de la COVID-19. De ahí que la prensa y expertos de todo el mundo, incluidos los de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la OPS, el equipo de inteligencia epidémica del Centro Europeo para el Control de Enfermedades, el CDC (Centro para el Control de Enfermedades, por sus siglas en inglés) de Atlanta, en los Estados Unidos se pusieron en alerta máxima ante la posibilidad del surgimiento de una nueva enfermedad potencialmente pandémica.
Todo comenzó el pasado 29 de agosto, cuando la Dirección de Epidemiología de la provincia de Tucumán notificó a la Dirección de Epidemiología del Ministerio de Salud de la Argentina la detección de un “conglomerado de 6 casos, dos de los cuales fallecieron, de neumonía biliteral sin identificación etiológica”, es decir, sin que se supiera la causa. Cinco de los pacientes eran trabajadores de la salud y la otra había estado internada en el servicio de terapia intensiva del referido un sanatorio privado. El primero de septiembre se informó sobre la identificación de tres nuevos casos, todos trabajadores de salud. Luego de la variación de los criterios de aceptación del brote se han identificado 22 afectados: los 6 fallecidos, 10 con seguimiento ambulatorio y otros 6 que permanecen ingresados. De ellos 3 con asistencia respiratoria, por lo que el número de muertes podría aumentar en los próximos días.
Desde que se dio la alarma, los pacientes fueron sometidos a estudios para más de treinta distintas enfermedades que incluyeron la COVID-19, Influenza A y B, Hantavirus… con el fin de determinar la causa. Finalmente, el sábado pasado la ministra de salud argentina, Carla Vizzotti, anunció que el agente causal del brote había sido la Legionella y que aún se investiga para determinar a qué serogrupo pertenece. La bacteria había sido aislada “en cuatro muestras, tres respiratorias y una punción biopsia de uno de los fallecidos”. Este descubrimiento fue el que generó un enorme suspiro de alivio en todo el planeta.
Para comprender mejor de lo que estamos hablando es importante decir que este germen, la Legionella, es una bacteria que tiene más de 50 serotipos, 24 de los cuales pueden ser infecciosos para el hombre. Sin embargo, más del 90 % de los casos son causados por la Legionella pneumofila, que suele causar un cuadro con dos formas de presentación, una leve, de curso autolimitado —que se cura solo— conocida como “la fiebre del Pontiac”, y “la enfermedad del legionario”, que es una neumonía bilateral grave. La del segundo tipo fue descubierta en enero de 1977, precisamente después de un brote ocurrido entre los participantes de la 58° Convención de la Legión Estadounidense en Filadelfia —de ahí el nombre—. Sin embargo, los primeros casos se reportaron cuando todavía no se conocía el agente causal, en 1968, en Pontiac, Michigan, entre personas que trabajaban en el departamento de salud de la ciudad o lo habían visitado.
La Legionella se encuentra normalmente en ambientes de agua dulce como lagos y arroyos, sin embargo, son los sistemas de aguas urbanos los que representan la principal fuente de enfermedad para los seres humanos. La misma se reproduce por biopelículas y es relativamente resistente a los niveles de cloro del agua potable. El desarrollo de sistemas de almacenamiento y generación de aerosoles, tales como las torres de refrigeración, spa, atomizadores en tiendas de comestibles, entre otros, han incrementado su trasmisión. Entre el 2000 y el 2018 los departamentos de salud de los Estados Unidos reportaron aproximadamente 10 mil casos. Sin embargo, un estudio notificó que esta cifra podría ser entre 1.8 y 2.7 veces mayor. En ese mismo período se identificaron tres brotes de la enfermedad en España con al menos 16 personas fallecidas. Finalmente, en 2020 en Alemania, según el Instituto “Robert Koch”, se registraron 1281 casos con una mortalidad del 4.8%.
La Legionella prospera en los meses de verano y principio de otoño, cuando la temperatura de las aguas oscila entre 25 y 45°C. Los brotes, como el ocurrido en la norteña provincia argentina de Tucumán, suelen ser focos de atención de los medios por su frecuente vinculación con instalaciones concretas. Esos brotes aparecen cuando las personas han inhalado aerosoles que contienen agua contaminada con la bacteria. Precisamente, debido a esta vía de trasmisión de la enfermedad no hay riesgo de epidemia y mucho menos de pandemia, porque no se trasmite de persona a persona. Los síntomas dependen de cuál de las dos formas clínicas de la enfermedad se trata. Si es una fiebre del Pontiac, el paciente presentará fiebre, malestar general y dolores musculares, los que remitirán entre 2 y 5 días. En el caso de la enfermedad del legionario se trata de un cuadro de neumonía bilateral en la que son frecuentes, además, la falta de aire, el dolor de cabeza y la diarrea. El tratamiento es antibiótico y puede combinar más de un medicamento.
Volviendo al brote ocurrido en la provincia argentina, la prensa de aquel país ha abierto una verdadera Caja de Pandora que tiene en su centro la clínica “Luz Médica”. Y es que una situación de este tipo solo resulta posible ante la falta de higiene y el incorrecto mantenimiento de las instalaciones. Es común en las instituciones hospitalarias de todo el mundo la toma de muestras frecuente y el estudio del agua para detectar la presencia de bacterias y otros patógenos, lo cual es clave en hospitales, porque los sistemas de refrigeración están asociados a tuberías de agua. Adicionalmente, han salido a la luz testimonios de trabajadores del lugar que dan cuenta de presencia de ratas; así como de denuncias por parte de los trabajadores de la institución por irregularidades durante el tiempo de la pandemia. También las críticas han llegado al ministerio de salud local y al de la nación por “falta de controles e inspecciones”. La clínica permanece cerrada desde hace varios días y en ella se realiza “un exhaustivo estudio de las instalaciones para que vuelva a ser segura”.
Como sea, el mundo puede respirar tranquilo, no estamos ante la aparición de una nueva, mortal y potencialmente epidémica enfermedad, sino ante el brote de una conocida bacteria, con una curiosa historia, que ha vuelto a atacar. Eso sí, las alarmas para los epidemiólogos deben permanecer “encendidas”, especialmente para aquellos que trabajan en unidades hospitalarias. Situaciones como las de Tucumán pueden aparecer en cualquier sitio donde las cosas no se hagan bien.