Uno sabe, de Martin Luther King, que era pastor y que luchó por los derechos civiles de los negros en la sociedad norteamericana hasta que lo asesinaron en 1968. Que pronunció un discurso que hoy se cita con frecuencia y se llama I have a dream. Uno sabe, además, que este discurso fue pronunciado en la marcha de Washington, donde cerca de 250 000 personas negras y blancas se manifestaron en contra de la segregación y el racismo. Que, guiado por las ideas de Gandhi, no creía en la violencia como método de lucha, y que ganó el Premio Nobel de la Paz por todo ello.
En agosto de 1955, una mujer negra se sienta en la sección de un autobús de Montgomery destinada a los blancos. Escándalo. Multas. Un boicot organizado por King durante más de un año en contra de la discriminación en los autobuses municipales, que terminó con la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos en noviembre de 1956 de declararla ilegal en varios espacios públicos. Antes de eso, los estudios de teología y más luchas por la plenitud de derechos. Luego de eso, otras concentraciones, marchas, protestas… “No podremos quedar satisfechos mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Mississippi no pueda votar y un negro de New York considere que no hay por qué votar”, dijo. Y soñó, junto a los manifestantes de Washington, a la sombra del Lincoln Memorial, con el fin de una era de opresiones e injusticias y del destierro de los negros de su propia tierra.
Más tarde las amenazas, los atentados y la muerte. Asesinado a manos de un segregacionista blanco, Martin Luther King pasó a la historia como uno de los mayores líderes por los derechos civiles de los ciudadanos. Póstumamente se instituyó el tercer lunes de enero como Día de Martin Luther King, día festivo en los Estados Unidos.