El 7 de enero el empresario y CEO del conglomerado Meta Platforms, Mark Zuckerberg, anunció los principales cambios a los que se someterían dos de las principales plataformas de la empresa: Facebook e Instagram.
Uno de ellos es el fin del sistema de verificación de datos —Third Party Fact Checking, implementado en Facebook en 2016, después de la primera victoria presidencial de Donald J. Trump—, y su reemplazo por las Notas de la Comunidad o Community Notes, similares a las que usa X (antiguo Twitter).
“Vamos a volver a nuestras raíces y centrarnos en reducir los errores, simplificar nuestras políticas y restaurar la libertad de expresión en nuestras plataformas”, dijo Zuckerberg, cuya empresa en enero de 2021 había suspendido la cuenta de Trump en Facebook por divulgar contenido ofensivo y engañoso. “Vamos a trabajar con el presidente Trump para hacer frente a los Gobiernos de todo el mundo que están atacando a las empresas estadounidenses y presionando para censurar más”, dijo en su reciente anuncio el tech bro, quien ha salido a defender otras banderas conservadoras en los últimos tiempos, como la del rescate de la “energía masculina”.
En su mensaje, Zuckerberg justificaba la decisión con una supuesta búsqueda de mayor libertad de expresión. Este principio no está intrínsecamente contrapuesto a la verificación de información y hechos, el principal rol de las agencias contratadas por el conglomerado que ahora se despiden de sus funciones en Estados Unidos.
Lo afirma Natália Leal, periodista y CEO de Lupa, agencia de verificación que ofrece servicios a Meta Platforms en Brasil, donde el programa todavía está vigente. “No tendríamos el poder de censurar a nadie aunque quisiéramos. Que el fundador de una de las principales empresas del mundo diga que los fact checkers somos censores, tendenciosos y partidarios, puede fijar esa idea en la mente de la gente, y degenerar la reputación del periodismo en la sociedad. Muchos creen actualmente que el periodismo no les hace falta, mucho menos la verificación de hechos. Ese tipo de discurso aumenta tal percepción y perjudica toda la cadena informativa. Si no conseguimos entender que la verdad importa, estamos viviendo en una realidad de burbujas”.
Desinformación: infodemia y oportunidad
Las fake news, la información engañosa y la desinformación han estado entre nosotros desde que nos entendemos como civilización. No obstante, no fue hasta la entrada en escena de los medios digitales que partieron las aguas en la sociabilidad y la política.
Su auge ocurrió durante la pandemia de COVID-19. En 2021 la Organización Mundial de la Salud usó el término infodemia para referirse “al tsunami de informaciones —algunas precisas, otras no— que se viralizan junto a una pandemia”.
En un intento de conceptualización más vinculada a la prensa escrita, los investigadores Allcott y Gentzkow definieron las fake news como “noticias que son verificables e intencionalmente falsas, aunque capaces de engañar a los lectores”.
De acuerdo con Afonso Albuquerque, investigador y profesor de Comunicación y Medios en la Universidad Federal Fluminense de Brasil (UFF), la creación en 2015 de la International Fact Checking Network (IFCN) fue un viraje importante en la historia de la verificación de hechos dentro del periodismo. No obstante, como toda estructura organizativa hegemónica, según Albuquerque, la IFCN propone desde Estados Unidos una metodología de verificación y chequeo que termina por delimitar lo que se entiende o no como verdadero, y en cuya concepción existen intereses políticos hegemónicos.
“El fact checking de alguna manera produce diagnósticos sobre lo que es verdad y lo que no. En ese sentido, actúa como un mecanismo de legitimación o deslegitimación política”, sostiene el experto.
“En 2016 ocurre otro parteaguas con el caso Cambridge Analytica. Las plataformas empezaron a ser presionadas porque habían sido usadas para favorecer estrategias extremistas del Brexit, y de la campaña anterior de Trump. La solución de las plataformas, en vez de decir ‘vamos a someternos a un control externo’, fue apropiarse del fact checking. Pasaron a financiar la práctica. De hecho, los principales patrocinadores del fact checking en el mundo son Meta Platforms y Google”, añade Albuquerque.
A medida que las plataformas se volvieron fuentes de información y consumo noticioso más robustas entre los usuarios, no solo fue creándose la necesidad de implementar mecanismos de verificación en el interior de sus engranajes. Los magnates de las Big Techs se dieron cuenta de que ese caos informacional representaba una oportunidad de tomar las riendas de la situación.
“Desde 2016 Google y Meta pasan a incentivar proyectos periodísticos como Google News Initiative y el Journalism Program de Facebook. Las plataformas empezaron a controlar las agencias y a incentivar y financiar determinados vehículos periodísticos con control de agenda. Esto hace que cambie el diseño original de la práctica de la verificación, que en su concepción original era un slow journalism. Las agencias de verificación se convierten en empleadas de las plataformas y pasan, por tanto, a hacer verificaciones cada vez más instantáneas y anónimas. En sus orígenes, los verificadores chequeaban discursos de figuras públicas. En las plataformas la cosa cambia, lo que se analiza son discursos que circulan en las redes sociales. Y eso se hace a través de una selección automatizada de contenido verificable hecha por las propias plataformas. Entonces, la autonomía, lo que distinguía y le daba nobleza al fact checking, se transforma”, apunta Afonso Albuquerque.
Pero, a pesar de sus contradicciones, el mecanismo parece haberse mostrado eficiente en lo que se refiere a mitigar la desinformación. Según un artículo de El País, la visibilidad del contenido etiquetado en Facebook como desinformación se redujo a prácticamente cero durante la campaña presidencial estadounidense de 2024, contrastando con los 50 millones de visualizaciones que tuvo el contenido falso o engañoso durante la campaña anterior, en 2020.
Sabemos que la circulación de información falsa fue crucial para la primera elección de Donald Trump, en 2016, cuando se enfrentó a Hillary Clinton. Ya en el poder, durante la Convención de Veteranos de Guerra celebrada en Kansas en 2018, el republicano dijo: “No crean la porquería que están viendo de esta gente [la prensa] […] Lo que estás viendo y lo que estás leyendo no es lo que está sucediendo”.
En su campaña presidencial de 2024 no fue diferente. Para desacreditar a su contrincante demócrata, Kamala Harris, y a la Administración de Joe Biden, dijo que la Casa Blanca desviaba recursos públicos para la recuperación post huracán Helene para destinarlos a programas de ayuda a inmigrantes.
“Cuando Musk compra Twitter en 2022 y lo transforma en X, lo convierte también en una plataforma de discursos de derecha radical. Ahora Mark Zuckerberg toma medidas en Meta en un intento de aproximación a Donald Trump. El republicano era el personaje contra el cual las plataformas se posicionaron en su momento; ahora todo cambia. ¿Qué lo hace todo tan interesante? Que las plataformas capturaron los sectores que se oponían liberalmente a Trump. Le dieron financiación a las agencias de verificación de datos, mataron su autonomía, porque estas empezaron a supeditarse a los intereses y a las agendas de las plataformas, y ahora las descartan”, remata Albuquerque, profesor de Estudios Culturales y Medios, quien ve con desconfianza que las iniciativas de las plataformas para regular la desinformación ocurran de forma paralela a las acciones legislativas de los Estados.
La verificación como práctica periodística en Meta: el fin de una era
Para Afonso Albuquerque, el fact checking fue en sus orígenes un movimiento de regeneración del periodismo surgido en la primera mitad de los años 2000. “Ante una producción noticiosa cada vez más rápida, los periodistas no tenían mucho tiempo para chequear y verificar información. El periodismo se había vuelto declaratorio. Los medios de prensa reproducían muchos contenidos de sus fuentes sin siquiera cuestionarlos, y había una preocupación con la veracidad de lo que se publicaba”, apunta el especialista.
Meta Platforms se compone de cuatro de las plataformas de comunicación más importantes del panorama mediático de Occidente: Facebook, Instagram, WhatsApp y Threads. Entre todas alcanzan a más de 3 mil millones de usuarios mensuales. Su sistema de verificación, Third Party Fact Checking, tiene acuerdos de colaboración con verificadores de cerca de 50 países, entre ellos, España, Canadá, Nigeria, Brasil. En Cuba el servicio no está disponible.
La suspensión del mecanismo en las plataformas a través de las cuales grandes cantidades de usuarios se informan hoy día, sin duda tendrá un impacto significativo en la exposición a contenidos falsos o engañosos. De momento, la medida se limita a Estados Unidos, pero su efecto va más allá y sus ramificaciones políticas son amplias.
Redes de periodistas independientes como Latam Chequea, que reúne a 47 organizaciones de 21 países de América Latina —entre ellas la agencia de verificación Lupa, coordinada por Natália Leal—, trabajan desde 2010 en el chequeo de información y hechos, incluso antes de la implementación del programa de Meta.
En un editorial publicado en reacción al anuncio de Zuckerberg, la organización, que colabora activamente con Meta Platforms en la verificación de contenido, expresó su indignación y reforzó la importancia de que este tipo de mecanismo opere en las redes sociales, en especial en tiempos de polarización política, crisis global y manipulación de información (incluida la visual) con Inteligencia Artificial.
“El programa de verificación independiente de hechos es un sistema implementado por Meta desde 2016 para ayudar a combatir la desinformación en sus redes sociales. En él participan varios miembros de Latam Chequea. Periodistas verificadores, certificados por la International Fact-Checking Network (IFCN), analizan publicaciones potencialmente engañosas y, si la evidencia demuestra que son verdaderas, falsas o engañosas, las etiquetan. Luego es la empresa —no los verificadores— la que decide qué hacer con esta información”, alertaron. Esto contrasta con lo apuntado por Zuckerberg, cuando dijo que el programa, aunque estuvo “destinado a informar, se convirtió muy a menudo en una herramienta de censura”.
“Desde que los verificadores comenzaron a trabajar con Meta, no ha habido denuncias de sesgo por parte de la empresa, y uno de los requisitos del programa es tener la certificación International Fact Checking Network (IFCN), que incluye un análisis del contenido publicado para demostrar la ausencia de sesgo político: uno de los principios básicos del periodismo de verificación. Según las reglas del programa, las publicaciones de políticos no se revisan”, prosigue el comunicado de la agencia.
Que Meta haya tomado la decisión de suspender su programa de verificación en Estados Unidos en la víspera de la investidura de Trump como 47mo presidente de ese país no es casual ni se fundamenta en una preocupación por la libertad de expresión, como quiere hacer creer su CEO. “La decisión de Meta es puramente política. Están intentando protegerse detrás del Gobierno de Trump de las políticas de regulación de las redes sociales que ya están en discusión en diferentes países. Incluso en Brasil, donde hoy tenemos en discusión el proyecto de ley 2630 sobre ese asunto, y otro sobre Inteligencia Artificial y moderación de contenido”, sostiene Natália Leal.
Según Leal, cuya agencia colabora con Meta desde 2018, el trabajo de un verificador de contenido noticioso en la plataforma está lejos de tener algún poder sobre la visibilidad, eliminación o perpetuación del contenido que analizan. Esa parte corresponde al conglomerado. “Nuestro trabajo consiste en monitorear e identificar, a partir de herramientas de la propia Meta, cuáles publicaciones pueden ser verificadas de acuerdo con nuestra metodología, y cuáles tienen potencial más nocivo para el debate por estar haciéndose virales. Le damos esa retroalimentación a Facebook y nuestro papel termina ahí. A partir de ese momento, cualquier decisión de disminución de alcance de la publicación, sanción al usuario, limitación de monetización para alguna página o eliminación de contenidos o cuentas, corresponde a Meta”, apunta.
Al contrario de lo que se piensa, el fact checker o verificador de contenido no censura; se limita, según Leal, a “mostrar hechos e informaciones verdaderas para que las personas estén bien informadas, y que esas decisiones sostengan una sociedad más plural, menos desigual, protectora de nuestras instituciones y nuestra democracia y en la cual haya espacio para el debate, no para la polarización”.
En Estados Unidos la desinformación es un problema masivo. En 2021, el 48 % de los usuarios de redes sociales en ese país expresó que se informaba a través de estas plataformas, principalmente Facebook. El perfil mayoritario es mujer, blanca, con bajo nivel de escolaridad. Según un estudio de 2023 conducido por Ipsos y la Unesco en 16 países, entre ellos Estados Unidos, las redes sociales fueron identificadas por los usuarios encuestados como la principal fuente de la que obtuvieron información falsa. Aunque el estudio demostró que los encuestados tenían una percepción refinada sobre los peligros de la desinformación (lo que eleva la desconfianza frente a lo que consumen en esos ambientes), la poca alfabetización mediática de muchos usuarios, de los cuales una buena parte no es nativa digital, agrava el asunto.
Un estudio demostró que quienes se identifican con el Partido Republicano tienen mayor tendencia a confiar en la información que consumen en redes sociales. Cuando analizaron el indicador etario, los investigadores encontraron que ambos (republicanos y demócratas) menores de 30 años, se comportaban de la misma manera con relación a lo que consumen en redes sociales.
A pesar de ello, los estadounidenses apoyan que tanto el Gobierno como las compañías tecnológicas tomen medidas para restringir la circulación de información falsa y contenido violento en internet. Un estudio de 2023 confirma que este interés colectivo ha ido en aumento desde 2018.
En este punto, el trabajo de las agencias de fact checking es crucial. “Como verificadores, presentamos informaciones verdaderas y chequeadas a partir de datos públicos, siguiendo el Código de Ética de la International Fact Checking Network (IFCN) para que las personas puedan tomar sus decisiones de amplio espectro estando mejor informadas”, apunta Natália Leal, cuya agencia mantendrá su contrato con Meta Platforms durante 2025, aunque, según ella ha dicho, tras el anuncio de la suspensión del programa la reputación de los verificadores ha quedado mal parada y el futuro de la actividad se tambalea.
“Una cosa que me hace ver el discurso de Zuckerberg con bastante temor es que la reiteración de la idea de que los verificadores somos censores rompe aún más la confianza de la gente en el periodismo, una crisis de credibilidad por la que estamos pasando hace algún tiempo. Puede que suframos ataques digitales y asedio, porque en su discurso Mark Zuckerberg nos definió prácticamente como censores de la libertad de expresión en las redes sociales, lo cual es falso. Además, no tendríamos el poder de censurar a nadie ni aunque quisiéramos”.