Durante décadas los países del sur, sus organizaciones y sus líderes, no han cesado de clamar por la reforma de la ONU, entre otras cosas, para eliminar o modificar la potestad de veto de que disfrutan las cinco potencias integrantes del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, China y Francia). La prédica ha resultado infructuosa porque se trata de un privilegio que sólo puede ser modificado por quienes lo disfrutan y al cual no están dispuestos a renunciar ni a compartir.
Sin embargo, sorpresivamente, de contrabando, en la reciente reunión del grupo BRICS en Rusia, para disgusto de los organizadores y otros poderosos miembros, desde la fila de los críticos, se hizo presente el fantasma del veto que adquirió una dudosa legitimidad al ser aplicado por Brasil contra Venezuela, su ex aliado.
La primera rebelión contra el veto procedió de los 20 países latinoamericanos que constituían casi la mitad de los 50 fundadores de la ONU quienes reaccionaron unánimemente cuando las grandes potencias aliadas de entonces (Estados Unidos, Unión Soviética, Gran Bretaña, China y Francia) circularon el borrador de la Carta de la ONU, la cual incluía la “Cláusula de Unanimidad”.
La cláusula de unanimidad surgió cuando al adoptarse el Capítulo VII de la Carta de la ONU que autoriza el uso de la fuerza, cuya aplicación es potestad exclusiva del Consejo de Seguridad. Para evitar que el instrumento pudiera ser utilizado contra uno de ellos o contra alguno de sus aliados, las potencias, autodesignadas miembros permanentes del Consejo de Seguridad, decidieron que para invocar el Capítulo VII es preciso el voto unánime de ellos lo cual, de hecho, constituye un veto, término que no aparece en la Carta.
Debido a su oposición y con el fin de coordinar las posiciones, convocada por México, se efectuó la Conferencia de Chapultepec o “Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz”, efectuada entre el febrero y marzo de 1945 para examinar el papel de América Latina en el orden internacional propuesto por la Carta de la ONU.
Para los gobiernos latinoamericanos resultaba inaceptable que, en caso de surgir diferendos entre países latinoamericanos, las decisiones dependieran de alguna de las potencias que podían ejercer el veto al respecto, mientras para las potencias la cláusula no era negociable, su posición fue tajante: “Hay veto o no hay ONU”.
La solución para sofocar la rebelión fue otorgar a América Latina cierta autonomía en la solución de sus conflictos, mediante la creación de instrumentos propios. Así surgió la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, una especie de ONU hemisférica. Como se conoce el proyecto ha resultado fallido debido a la desmesurada influencia de los Estados Unidos.
En la reciente cumbre de los BRICS la más joven asociación internacional nacida en 2006 y actualmente integrada por 10 países miembros: Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos y 13 asociados: Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Indonesia, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán y Vietnam, apareció un nuevo veto, esta vez ejercido por Brasil contra Venezuela.
Los BRICS, un mecanismo, sobrevalorado, hasta el presente más mediático que real, el cual no cuenta con sede, estatutos ni reglamentos y que recientemente ha sido visibilizado, más que por alguna realización concreta, por la movilización de la poderosa maquinaria diplomática rusa, tuvo en la Cumbre recién efectuada dos hechos relevantes.
Uno fue el éxito diplomático de Rusia, especialmente del presidente Vladimir Putin y el primer tropiezo del mecanismo, al imponerse la voluntad de Brasil frente a la de Rusia, mediante nada menos que un veto para impedir la presencia de Venezuela (auspiciada por Rusia) en cualquier categoría.
El veto de Brasil contra Venezuela, que generó la abierta oposición del presidente ruso, abre un compás de espera sobre varios asuntos: (1) ¿Hasta dónde el veto brasileño contra Venezuela provocará un distanciamiento duradero entre ambos países? (2) ¿Cómo perjudicará ese diferendo a la izquierda y al movimiento progresista latinoamericano? (3) ¿Será cierto que Brasil pudiera ser un “Caballo de Troya” al interior del BRICS?
Luego les cuento sobre los BRICS que hasta ahora son lo que son. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diario ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.
Existe una analogía entre milei y lula .aunque en circunstancias no iguales. Uno reemplaza su ministra de relaciones internacionales por votar a favor de cuba en la ONU sobre bloqueó económico comercial acusandola de traición. Lula veto la no entrada de Venezuela al BRICS . Por eso hay analogía los 2 presidentes se sentaron en el mismo bando. estos personajes se creen dios con sus actitudes. Que pena.