De mi padre aprendí que cuando se quiere viajar en coche, se habla con el cochero, no con el caballo. Eso hacen Trump y Putin que, respecto a Ucrania, prescinden de los actores de reparto para ocupar ellos todo el espacio y poner fin a la guerra. “Con su pan se lo coman”, pudieran decir los excluidos que se ven liberados de responsabilidades.
Dadas las confluencias de sus estilos, para Trump y Putin, respecto a las gestiones de paz, Europa, la OTAN y la propia Ucrania son prescindibles. Incluso Ucrania, que parece ser la gran perdedora, concuerda en que se hable de ella y se decida su destino sin su presencia.
En cualquier caso, es un final, aunque inglorioso, inevitable.
Por las obvias razones que aportan las asimetrías económicas y militares, Ucrania no puede vencer a Rusia, pero Rusia tampoco ha logrado doblegar a Ucrania, generando lo que, casi tres años después, parece un empate técnico. De añadirse el indicador político, la situación pudiera variar.
Hasta la llegada de Trump, Ucrania disfrutó de mayores simpatías, cosa probada por las votaciones en la Asamblea General de la ONU.
Según refleja la cobertura de los medios rusos a que tengo acceso, Rusia Today (RT) y Sputnik, la conversación telefónica entre Trump y Putin ha sido como un ventarrón de novedades que ha ocasionado júbilo en Moscú y quizás, como sugirió un comentarista: “Alboroto en las tabernas”.
Según se vislumbra, dado la posición de Trump que excluye a Europa e ignora consejos y mediaciones, cosa que no deja de ser sorprendente, la guerra puede acabar pronto, lo cual también a mí me entusiasma.
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Apostar por la paz a cualquier precio es preferible a la guerra, hasta los últimos ucranianos y los últimos rusos que, en una trágica paradoja, combatieron juntos frente a los nazis y ahora, por un caprichoso desenlace, se enfrentan en una guerra por elección que debió ser evitada.
Todo indica que Ucrania perderá territorios, tendrá que convivir con el vencedor en sus fronteras, lo cual siempre es incómodo y, según Trump, será obligada a pagar por las armas que Estados Unidos le suministra.
Debido a que las arcas de Ucrania están vacías, el país cargado de deudas y exhausto por el esfuerzo bélico, la única manera de pagar es cediendo algunos de sus recursos naturales.
Estados Unidos ha elegido las “tierras raras”, mientras Rusia se apropia del 20 por ciento del territorio ucraniano. Dicho sea de paso, se trata de una historia recurrente.
Por momentos, salvando enormes distancias y evitando comparaciones extemporáneas, la situación presenta analogías con algunas cláusulas del Tratado de Versalles, el cual obligó a Alemania, la potencia atacante y, a la postre, derrotada, a pagar “reparaciones de guerra”, es decir, a indemnizar a los vencedores. Debido a la carencia de dinero, cedió territorios y bienes, incluidos aviones, buques, locomotoras, maquinaria agrícola y otros medios.
Por otra parte, quienes ayudaron a Ucrania a hacer la guerra, probablemente no aporten con el mismo entusiasmo a reconstruir el país y favorecer un clima que contribuya a la estabilidad política y favorezca un venturoso desenlace.
Rusia se siente segura (yo no tanto) de que la incorporación de los territorios de Donbass, Jerson, Zaporozhie y otros discurrirá sin novedades, pues ellos, los rusos, no serán considerados ocupantes, sino liberadores y no encontrarán oposición, cosa que, como evidencia la experiencia histórica, nunca ha ocurrido, excepto que esta vez se realice una limpieza étnica profunda.
La buena noticia es que, por primera vez, una autoridad, Donald Trump, habla de paz; es escuchado por las partes y comienza a generar una especie de consenso, al menos respecto a Ucrania.
Bienaventurados sean los que sufren, porque la paz traerá para ellos la esperanza de recuperar sus vidas, oportunidad que no tendrán el millón de caídos debido a la estupidez de algunos que sobrevivirán y sobre sus raídas mortajas tratarán de edificar una victoria sin gloria. Tal vez, una vez más no habrá olvido y la sed de venganza flotará en el ambiente. La sangre derramada no es un bálsamo.
La guerra no debió haber comenzado, pero no es posible cambiar la historia y habrá que asumir sus consecuencias. Prometo mantenerlos al tanto. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diario ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.