David E. Sanger quien por más de cuarenta años ha escrito para el The New York Times sobre la seguridad nacional, incluidos los asuntos nucleares, acaba de exponer algunos significados de la nueva estrategia nuclear de los Estados Unidos recién aprobada por el presidente Biden en la cual se prevé la preparación para posibles enfrentamientos coordinados con Rusia, China y Corea del Norte. Antes o después, los demás países nucleares han hecho lo mismo.
En todos los casos, las estrategias nucleares que incluyen elementos asociados a la producción de armas y medios portadores, emplazamientos y asuntos operativos, son altamente secretas, pudieran reducirse a una pregunta: ¿Para qué necesita cada país sus arsenales nucleares?
La guerra en Ucrania, una confrontación evitable, iniciada por elección, ha colocado en los campos de batalla a cuatro países nucleares (Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña y Francia), los cuales han adaptado su doctrina nuclear a una guerra local cuyos espacios y objetivos no justifican las bombas y la cohetería estratégicas banalizando, mediante la alusión a las armas tácticas, las amenazas atómicas. Si bien hasta 2024 las armas nucleares eran concebidas como disuasivas, hoy se les invoca como amenaza.
Si tuviera que explicar los motivos de la hostilidad entre los países nucleares (Estados Unidos y Rusia, Norteamérica versus China y viceversa; Pakistán e India, Corea y medio mundo e Israel con Oriente Medio), todos involucrados en la mortífera confrontación nuclear, no pudiera hacerlo porque no encuentro razones que justifiquen la “destrucción mutua asegurada” como opción para dirimir diferencias que pudieran ser tratadas de modo menos letal.
También ignoro los porqué del repunte de hostilidad contra el “occidente global” que, sin causa verdadera, parece querer reciclar la desactualizada tesis del conflicto de civilizaciones en torno a lo cual se levanta una de las grandes paradojas de nuestro tiempo.
Al respecto es imposible omitir el hecho de que la cruzada retórica contra occidente o, como se dice ahora, el “occidente global” es promovida por Rusia, ella misma un país europeo que hace apenas unas décadas encabezó el desmontaje de la Unión Soviética para reconvertir su economía, su modelo político y sus estilos de vida al modo occidental, cosa que también hicieron los 20 estados que, como parte de aquel proceso, surgieron de los territorios ex soviéticos y avanzaron como democracias liberales.
Un hecho notable es que, al menos tres de los cuatro máximos líderes rusos de la era postsoviética, auspiciaron los cambios políticos que dieron al traste con la inmensa y poderosa Unión Soviética, asumiendo como idóneos y deseables para su país el modelo de democracia liberal y economía de mercado, los estilos de vida y la proyección internacional propios de Europa Occidental, así ocurrió también con los estados europeos y centro asiáticos surgidos en los territorios ex soviéticos.
Por su parte, varios mandatarios de Estados Unidos, como Reagan, George W Bush (padre), Bill Clinton, George Bush (hijo), en sus intensos esfuerzos por acelerar la debacle soviética, camelaron a aquellos líderes, a los cuales ofrecieron “villas y castillos” y engañaron para atraerlos a su status económico y político. Incluso, debido a esas circunstancias, como han hecho la mayoría de los estados ex socialistas de Europa Oriental, Rusia estuvo a punto de ingresar en la OTAN y la Unión Europea.
De aquella “luna de miel” surgieron algunos de los acuerdos para el desarme nuclear pacífico y compensado de Ucrania, Kazajstán y Bielorrusia que, en 1991 quedaron en posesión de cientos o miles de armas nucleares dejadas por la URSS en su territorio, a cambio de garantías de respeto y seguridad que, en el caso de Ucrania, no han sido honradas. Del proceso resultaron, acuerdos para la limitación de armamentos nucleares y convencionales, supresión de todas las pruebas y otras muchas manifestaciones positivas de colaboración y distensión en el plano militar.
Las doctrinas nucleares nacionales son un producto de la desenfrenada carrera armamentística atómica que desde hace 80 años representa la mayor amenaza para la humanidad y el único elemento que puede ocasionar la pérdida de mucho de lo alcanzado por la especie humana en su milenaria historia. Por ahora lo urgente es devolver la paz a Europa y evitar la confrontación con occidente con la cual nadie gana nada. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diaro ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.