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Las exposiciones sobre geopolítica sintetizan vínculos de la política con la geografía y los efectos de esta asociación en las relaciones internacionales y la política exterior de los estados. La geopolítica se refiere tanto a las ventajas que proporciona poseer determinados territorios como a las desventajas de carecer de ellos y a los litigios que tales circunstancias generan.
No importa lo que digan sus líderes. Las potencias suelen estar ávidas de tierras, costas, ríos y recursos naturales y luchan por ellos. Esto explica conflictos e incluso guerras como la que se libra en Ucrania, que está a punto de perder el 20 por ciento de su territorio, y la que puede estarse gestando en Groenlandia, que, según ha descubierto el presidente Donald Trump, es vital para la seguridad de Estados Unidos y del mundo.
Hace unos 250 años, en múltiples ejercicios de geopolítica en estado práctico, burlando el estado natural de las cosas o los designios de la Providencia, las potencias europeas rediseñaron las estructuras del planeta. Al tomar posesión de América la Corona española, por la fuerza impuso vínculos de poder, obediencia y gobernanza artificial a territorios y personas remotos y ajenos a sus expectativas.
En función del reparto del mundo y en consonancia con sus intereses, alianzas y mediaciones, las potencias europeas dibujaron sobre los mapas las fronteras de las tierras conquistadas que fueron trazadas caprichosamente, creando premisas para conflictos territoriales, étnicos y nacionales. La excepción fueron los Estados Unidos, un afortunado país del Nuevo Mundo y la única excolonia que construyó su propia geografía.
Otras veces me he referido al hecho de que, mientras las cruzadas, expediciones de conquistas sobre Oriente Medio y las empresas coloniales de España y Portugal fueron acciones de conquista estatales financiadas y regidas por las coronas de España y Portugal y el papado, las realizadas por los colonos británicos que se establecieron en Norteamérica fueron proyectos privados.
Los colonos llegados en el Mayflower, buque que en 1620 transportó desde Inglaterra a las costas de Norteamérica a 120 peregrinos que, poco después de desembarcar, suscribieron el Pacto del Mayflower, primer documento de gobierno en la historia americana, en el cual, si bien se acepta la obediencia al rey, se subraya la capacidad para autogobernarse.
El sometimiento a la Corona Británica concluyó cuando en 1776 fue suscrita la Declaración de Independencia que proclamó: “…Por lo tanto, los Representantes de los Estados Unidos de América, declaramos: “Que estas Colonias Unidas… quedan libres de toda lealtad a la Corona Británica…”
De los 13 estados originales, Estados Unidos creció hasta alcanzar 50 y de unos dos millones de kilómetros cuadrados que poseían aquellas colonias, pasaron a casi diez millones. De poseer costas solo al Atlántico, las adquirieron también en el océano Pacífico y el Ártico.
Las diferencias entre los límites originales y los actuales son resultados de una dinámica y, en el caso de México, de una agresiva expansión territorial.
Ese proceso que parecía terminado y que convirtió a Estados Unidos en el tercer país más grande del mundo, tercero por el número de habitantes y segundo con más tierra cultivable, ha sido relanzado cuando el presidente Donald Trump ha considerado que Canadá debería ser el estado número 51 y que Groenlandia es vital para la seguridad de su país.
Apreciada en su conjunto, América, desde el meridiano cero en el Ártico, próximo al Polo Norte, hasta la Antártida en el extremo sur del mundo, es una inmensa isla de 42 262 142 km², la mitad de la cual está ocupada por la América del Norte con más de 24 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales casi diez millones corresponden a Estados Unidos.
En la correlación de fuerzas con sus adversarios tradicionales, principalmente respecto a Rusia, Estados Unidos disfruta de las ventajas que proporcionan la distancia y la protección de los dos mayores océanos del mundo, razón por la cual su territorio nunca ha sido afectado por ningún conflicto internacional, cosa que ellos pueden hacer al disponer de bases militares en todo el planeta.
Procurar la posesión de Groenlandia es, con razón asumida como un empeño por poner, una vez más la geografía a favor de sus políticas y acrecentar sus ventajas. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diario ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.