Con la ejecución el pasado sábado de la respuesta de Irán al ataque de Israel a su embajada en Damasco el primero de abril, pudiera cerrarse el más reciente capítulo militar de la confrontación entre ambos países que deja algunas enseñanzas y novedades.
Por primera vez, de modo directo y abierto, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, sobre el terreno sumaron sus fuerzas a las de Israel para contrarrestar un ataque que esta vez no fue de un país árabe, sino del único estado persa en Oriente Medio. Entre las novedades figura la aclaración de Estados Unidos de que si bien, directamente apoyó la defensa de Israel, lo insta a no responder y le advierte que no respaldará acciones ofensivas contra Irán. El pronunciamiento es un hito.
Una diferencia fundamental respecto a los ataques aéreos realizados en el pasado por Israel contra Irak e Irán, países a distancias de más de mil kilómetros, radica en que las anteriores fueron operaciones de precisión contra blancos perfectamente identificados y realizadas, con pocos aviones, mientras esta vez se trató de un ataque masivo.
La operación que se prolongó por más de cinco horas, se realizó tanto desde la profundidad del territorio iraní como desde Irak y Yemen desde donde fueron lanzados unos 300 drones y alrededor de 30 misiles tanto balísticos como crucero, seis de ellos, hipersónicos que según trascendidos impactaron sobre la base aérea de Nevatin. Según Irán: “Sus drones y misiles no apuntaron contra ningún centro urbano o económico”.
Operativamente, Israel actuó con ventajas al contar, en tiempo real, con datos inteligencia aportados, tanto por sus agentes en el terreno como por satélites de Estados Unidos que avisaron desde el despegue de las primeras naves que, debido a la distancia de 1700 kilómetros, demorarían en arribar a los blancos previstos. De ese modo se anuló el factor sorpresa.
Sin embargo, la mayor ventaja radicó en la posibilidad de interceptar los drones y los misiles en los accesos lejanos cosa que ocurrió sobre Irak, Jordania y Arabia Saudita, y fue realizada por los sistemas de defensa antiaérea, buques, aviones y otros recursos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia en la región y mares adyacentes.
El presidente Biden reveló que: “…El ejército estadounidense trasladó aviones y destructores de defensa contra misiles balísticos a la región…”. Debido a esas asistencias, un número considerable de medios de ataque fueron abatidos antes de llegar a Israel. Citando a un alto funcionario de la administración, CNN informó que, por teléfono, el presidente de Estados Unidos, le dijo al primer ministro de Israel que debería considerar esta noche una victoria…”
No obstante, esas expresiones de triunfalismo, Irán que, obviamente, no pretendía de derrotar a Israel y trató de evitar un involucramiento mayor de los Estados Unidos, anunció el cumplimiento de los objetivos trazados y advirtió que una respuesta israelí provocaría un ataque aún mayor.
Por esta vez, aunque favorable a Israel, la reacción internacional ha sido cautelosa prefiriendo llamar a la moderación y al cese del conflicto, cosa que han hecho China y Rusia, dos potencias del Consejo de Seguridad, así como otros países emergentes con influencia internacional.
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En cualquier caso, el ataque israelí, así como la respuesta iraní y el involucramiento de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, añaden leña al fuego que arde en Gaza y en Ucrania, incluso en Rusia donde algunas localidades son frecuentemente atacadas. Apelar a la paz no es llover sobre mojado, sino defender una causa justa y urgente. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diaro ¡Por esto!. Se reproduce con la autorización expresa de su autor.