Israel recuerda a aquellos afortunados e irresponsables herederos que reciben de sus mayores riquezas y bienes que no son capaces de administrar y dilapidan inútilmente, cosa que los gobernantes del estado hebreo, liderado por 15 primeros ministros (14 hombres y una mujer), con más o menos intensidad, han hecho a lo largo de los 76 años de existencia de Israel.
La creación del estado de Israel es uno de los procesos políticos más singulares del siglo XX. Una mezcla de conspiración imperialista, con compasión universal, justas aspiraciones nacionales, oscuras maniobras e intensas luchas por proteger a los judíos indefensos ante el antisemitismo y el fascismo.
Expulsados de sus tierras en épocas bíblicas, en todas partes del mundo, de modo especial en Europa, durante miles de años los judíos fueron repelidos, humillados, discriminados y perseguidos. La animadversión condujo al holocausto realizado por los nazis que concibieron una “solución final” consistente en el extermino de todos ellos, de su cultura y su fe, su lengua y su literatura, borrando de la faz de la tierra todo vestigio de lo que algún día fueron.
El horrible experimento costó la vida a no menos de seis millones de personas y marcó para siempre a los sobrevivientes y los descendientes de aquellos desdichados.
Terminada la guerra, suprimidos los bastiones fascistas, ahorcados los cabecillas y puesta fuera de la ley la ideología nazi, los judíos no tenían de quién vengarse ni ansias de hacerlo. Como todos los europeos sobrevivientes anhelaban disfrutar la paz conquistada.
Así la rara coincidencia de la compasión de la humanidad ante la desdicha de los judíos, y el antisemitismo de los líderes europeos que aspiraban a deshacerse de las respectivas comunidades hebreas, alimentaron la idea de crear un “hogar nacional judío”, una meta que parecía justa y resultó viable por la “generosa” oferta de Gran Bretaña, de crear en Palestina, entonces una colonia suya, un estado judío.
Entre las propuestas realizadas, entre ellas crear un estado en el cual coexistieran ambas comunidades o una entidad federal, se adoptó la idea de la partición del territorio de Palestina que entonces albergaba comunidades árabes, judías y otras etnias, para crear en una parte un estado árabe y uno judío en la otra.
La judería que entonces contaba con un liderazgo calificado y acreditado, así como con organizaciones, incluidas militares eficaces, tanto en Palestina como a nivel internacional, aprovechó la oportunidad y, apenas seis meses después de adoptada la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, en mayo de 1948, fue constituido Israel.
Entonces los árabes que habitaban Palestina no proclamaron su estado nacional. ¿Por qué no hicieron entonces lo que anhelan hoy? La respuesta es que los palestinos carecían de liderazgos legítimos y calificados, y no disponían de organizaciones y de hecho, nunca fueron consultados. Ante esta incapacidad, cinco estados árabes: Egipto, Irak, Siria Líbano y Jordania, así como voluntarios de otros lugares invadieron el recién creado estado de Israel.
Mejor preparados y armados, con mandos más calificados y fuerzas más motivadas, las recién organizadas fuerzas armadas de Israel derrotaron a las tropas árabes e, iniciando lo que parece ser una tradición, actuaron con inédita desmesura, conquistando territorios y expulsando a la población palestina de su tierra. Los judíos hicieron con los palestinos, exactamente lo mismo que habían hecho con ellos.
Al crear el estado de Israel, los líderes mundiales de entonces, trataron de hacer justicia con los judíos, no de perjudicar a los palestinos. Probablemente nunca se pensó que el “hogar nacional judío” se convertiría en una entidad expansionista ni en un instrumento de las potencias imperialistas.
El debate político en Oriente Medio no es hoy el derecho de Israel a existir, cosa acordada por Naciones Unidas y convertida en hecho consumado, sino de encontrar caminos para que árabes y judíos puedan convivir en los territorios entonces asignados.
Las potencias que entonces auspiciaron la partición, Estados Unidos, Unión Soviética (hoy Rusia), Gran Bretaña, Francia y China son las mismas que hoy lideran el mundo y deberían, como entonces, asumir sus responsabilidades históricas y encontrar el modo de realizar la paz en Oriente Medio. Antes tendrían que terminar la guerra entre ellas, conflicto que pudieron evitar.
El aprecio y la conmiseración de la humanidad por el infortunio del pueblo judío que en su día se transformó en apoyo político a Israel, ha sufrido un desgaste que comienza a evidenciarse en el inequívoco rechazo universal al criminal genocidio que comete en Gaza. A Israel se le acaba el capital político. Ojalá su pueblo y sus sectores progresistas se percaten de ello. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diaro ¡Por esto!. Se reproduce con la autorización expresa de su autor.