Hasta la II Guerra Mundial la guerra se realizaba principalmente con tropas de infantería y artillería que se apoderaban de áreas y poblaciones del adversario. Entonces, la marina y la aviación, así como los escasos y primitivos misiles, eran apoyos que proyectaban el poderío aeronaval a tierra. Los vencedores eran ocupantes.
La posibilidad de realizar la guerra “a distancia”, exclusivamente con aviones o misiles, cosa que nunca ha ocurrido, fue concebida cuando tales medios surgieron como portadores de armas nucleares capaces de alcanzar cualquier punto del planeta, crear una devastación total y decidir ellos mismo una guerra. Al respecto existe solo el precedente de Hiroshima y Nagasaki.
Lo que recientemente han realizado Irán e Israel, países entre los cuales medían unos 2 mil kilómetros, parece ser un ensayo general, acciones creíbles y temibles, aunque todavía sin daños sustanciales y con pocas víctimas. Sin tropas terrestres ni destrucción total, no habrá solución de salida.
La historia militar pudiera dividirse en dos fases. Los procesos industriales que aluden a la fabricación de armas y equipos bélicos: se trata de actividades civiles, básicamente I+D (investigación y desarrollo), realizadas en laboratorios, fábricas y polígonos. Esta fase, aunque extremadamente costosa, no es letal. La segunda se refiere al empleo combativo de estos medios, es decir, a la guerra.
Como parte del desarrollo aparecieron los aviones, la lucha en el aire y la defensa antiaérea que, debido al desarrollo de los misiles, alcanzó un elevado grado de virtuosismo al crearse diferentes tipos de cohetes, incluidos intercontinentales, de reentrada en la atmósfera e hipersónicos.
Debido a tales desarrollos debutaron los escudos llamados antimisiles, los más notorios han sido la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) o Guerra de las galaxias, defendida por Ronald Reagan para neutralizar un presunto ataque nuclear soviético y la “Cúpula de hierro de Israel”, una idea mucho más modesta y viable, creada por el estado hebreo para defender su capital y otras ciudades, así como grandes objetivos económicos e instalaciones militares de los ataques con misiles.
Hasta no hace mucho las amenazas de ataques con misiles hacia Israel eran relativamente modestas pues provenían de organizaciones como Hamas, Hezbollah y Ansarolá (hutíes) que dependen de suministros externos, no poseen instalaciones importantes, no disponen de aviación y sus cohetes son de corto alcance.
Con la entrada en combate de Irán, un país con una población diez veces mayor que la de Israel y una industria militar propia capaz de producir una variedad de misiles, aviones y buques, esas correlaciones cambian y no lo hacen a favor de Israel.
La Cúpula de Hierro no es una entidad física sino una metáfora. De lo que se trata es de varios sistemas antimisiles, cada uno de ellos formados por varias baterías o rampas de lanzamiento móviles que emplean misiles balísticos, algunos capaces de alcanzar más de 1000 kilómetros y considerables alturas, de modo tal que, de detectarse los lanzamientos o ser avisados, los misiles agresores pueden ser neutralizados en los accesos lejanos.
El problema consiste en que, en este caso, Israel operaría sobre territorios y espacios aéreos de países vecinos.
Esos dispositivos que funcionan desde 2010 se han perfeccionado y ampliado sucesivamente, incorporando ingenios más avanzados, entre ellos sistemas Patriot de factura estadounidense.
Como ha ocurrido en los ataques de Irán, el escudo israelí, ha sido apoyado por los portaaviones, buques lanzamisiles y aviones de Estados Unidos y Gran Bretaña que operan en aguas y desde bases cercanas.
En esas acciones, han tomado parte defensas antiaéreas y sistemas de detección de algunos países de la región sobre cuyos territorios sobrevuelan los proyectiles disparados contra Israel, cosa que Irán considera un acto de complicidad con sus enemigos que eventualmente puede castigar.
Obviamente es de suponer que Irán cuenta con defensas antiaéreas probablemente tan eficaces como las de Israel, retaguardia más profunda, así como medios navales de ataque y defensa.
Los misiles
Debido a la distancia que los separa, la lucha entre Israel e Irán parece encaminada a realizarse mediante misiles balísticos, que se comportan como una bala, es decir reciben un impulso inicial con el cual vuelan hacia el blanco.
Irán dispone, además, de misiles cruceros, los cuales disponen de motores u otras soluciones que los impulsan durante el vuelo y, en función de la distancia, cuentan con fases que, una vez cumplida su función de impulso, se desprenden.
En ocasiones lo que llega al blanco es la ojiva que realiza el último tramo en modo balístico.
Los misiles balísticos suelen ser más rápidos que los cruceros y más difíciles de derribar o desviar porque no pueden ser influidos electrónica ni digitalmente.
Según trascendidos, en sus ataques contra Israel, Irán ha empleado misiles balísticos dotados de cabezas múltiples e hipersónicos capaces de alcanzar velocidades que superan a los interceptores de la Cúpula de Hierro y los utilizados por los aviones, lo cual los hace prácticamente imbatibles.
En todos los casos, los misiles de ataque trasladan ojivas cargadas de explosivos letales y, bajo determinadas circunstancias, debido a la miniaturización lograda, prácticamente todos pueden ser dotados de cabezas nucleares.
Es pertinente anotar que, la efectividad del fuego se mide, no tanto por el número de proyectiles, sino por los “blancos batidos”. El empleo de proyectiles sin alcanzar a los blancos se considera un fracaso, excepto que se trate de una demostración de fuerza. Luego les cuento más. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diario ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.