Poco tiempo después de lanzar una línea comercial de tenis color oro por 399 dólares —sin duda una nueva encarnación del kitsch en el Reino de este Mundo—, durante la Semana Santa Donald Trump ha salido a la palestra pública a vender una nueva mercancía, esta vez la Biblia. “Todos los estadounidenses necesitan una Biblia en su hogar, y yo tengo muchas”, dijo. Y en su publicación de Truth Social la describió como su libro “favorito”.
La idea-fuerza es obvia: apelar a un elemento fundacional para denotar que se está librando una guerra a fin de arrebatarle el control de la nación al presidente Biden, al “Estado profundo” y al Partido Demócrata, que se catalogan de antiestadounidenses y anticristianos. La base evangélica ultraconservadora del trumpismo, que por otra parte no es lo grande ni lo definitiva que quieren hacer creer, asume que está “luchando con él y para él. Y que él está luchando con ellos y para ellos con el objetivo de restaurar un país en el que todos deben tener una Biblia en sus casas. Es simple. Solo $59.99, más el costo del envío.
En efecto, el neoyorquino está animando a sus fans a comprarla con el respaldo del cantante de música country Lee Greenwood. Y, como buenos samaritanos, ambos han complementado esta edición especial de la Palabra de Dios con documentos como la Constitución de Estados Unidos, la Declaración de Derechos, la Declaración de Independencia, el Juramento a la Bandera y la letra del “himno nacional MAGA” de Greenwood, “God Bless the USA”.
Cualquier cristiano se sentaría tentado a suscribir sus palabras de no ser por el fuerte olor a quemado, y es que Trump está enfrentando un problema de liquidez. Se le ha ordenado pagar multas millonarias en sentencias civiles mientras se mueve hacia la nominación republicana y se prepara para enfrentar varios procesos criminales; el primero de ellos en una corte de Nueva York el próximo 15 de abril por efectuar pagos ilegales a la exactriz porno Stormy Daniels.
Tiene encima la sentencia de pagarle 83,3 millones de dólares a la periodista y escritora neoyorquina E. Jean Carroll por difamarla. Debe, además, abonarle 5 millones adicionales de un veredicto separado el año pasado por abuso sexual.
Hay más: por decisión del tribunal de apelaciones de Manhattan, acaba de abonar una fianza de 175 millones de dólares para posponer un veredicto de fraude civil masivo que en estos estos momentos está apelando. Esa fianza impide ejecutar, por ahora, la multa de 454 millones de dólares que se le impuso en febrero pasado por mentir sobre sus activos durante años para obtener mejores condiciones de préstamos.
Pero Trump tendría que pagar el monto total de esta si la apelación no tiene éxito. Un dato que, por cierto, muchos medios han solido omitir o minimizar, creando la impresión de que la multa fue rebajada “por ser Trump” y de que, por consiguiente, se trataría de una victoria suya. Tampoco se habla mucho sobre un detalle adicional asociado al hecho: ese monto de 454 millones está aumentando unos 100 mil dólares diarios, porque los intereses seguirán acumulándose hasta que finalice la apelación.
Esos veredictos tienen a Trump en aprietos por unos 500 millones de dólares, más que la cantidad de efectivo que una vez dijo tener (400 millones, abril de 2023).
Por otra parte, ciertos negocios suyos no marchan bien. El sitio web Truth Social se acaba de desplomar en la bolsa, lo cual provocó que la empresa perdiera unos 4 mil millones de dólares en valor; además de que nunca ha sido precisamente una entidad redituable. En 2023 tuvo pérdidas por unos 58 millones.
Trump y los cristianos conservadores
Una pregunta sigue en pie para quienes se interesen en los nexos entre religión, política y poder en Estados Unidos: ¿Cómo es posible que Trump se haya convertido en un abanderado de la derecha cristiana cuando su misoginia, su materialismo y su odio hacia el otro contrastan tan marcadamente con las enseñanzas de Jesús?
En 2016 el abrumador apoyo de los protestantes evangélicos blancos fue uno de los factores que lo llevaron a la Casa Blanca. De manera similar, en 2020 los católicos conservadores blancos lo abrazaron y le dieron ventaja en ciertos estados, aunque esa vez no ganara las elecciones.
Hay varias claves que lo explican. Una de las más importantes es el llamado machacón a “recuperar nuestro país” que tiene como base la idea de que los cristianos conservadores deben tomar el control de la sociedad y utilizarlo para poner fin a la crisis, a la separación de la Iglesia y el Estado y para remodelar la sociedad civil de una manera consistente con su interpretación de la tradición y la vida. Ese horizonte es exactamente el que quieren. Y eso es exactamente lo que el discurso de Trump les promete: protegerlos de una supuesta persecución por parte de un “sistema perverso” y de una no menos perversa “izquierda radical”.
A cambio de su apoyo político (lo único que realmente le interesa para llegar y sostenerse en el poder), Trump estuvo y está dispuesto a un peculiar quid pro quo, es decir, apoyar leyes y nombrar jueces que tributen a esa cosmovisión conservadora, aun cuando haga retroceder las protecciones legales que garantizan la igualdad racial, de género y matrimonial logradas hasta hoy por la sociedad y la cultura estadounidenses.
Se trata, en una palabra, de un componente de la guerra cultural dirigido principalmente a esas bases. La desinformación y las mentiras, llamadas ahora “hipérboles que no hacen daño”, constituyeron parte esencial de esa estrategia que tuvo y aún tiene un éxito razonable entre esos sectores.
Tales narrativas, dirigidas a personas con bajos niveles de instrucción, ayudaron a crear una imagen de los demócratas hostil a sus intereses. Ahora, con el incidente de la Biblia, Trump está tributando, de nuevo, a llevar agua a ese molino.
El historiador Jemar Tisby ha subrayado que toda esa operación comercial con la Biblia se hace eco del nacionalismo cristiano, cuyos principios están históricamente ligados al prejuicio, el nativismo y la supremacía blanca.
“Lo que ha causado indignación con esta Biblia es que incluye la Declaración de Independencia, la Constitución de Estados Unidos e incluso la letra de una canción de Lee Greenwood. Así que se está agregando a la Biblia y se están agregando documentos políticos específicos a la Biblia que borran por completo la separación entre la Iglesia y el Estado”, apunta Tisby.
Los otros cristianos
En no pocas respuestas al anuncio sobre las Biblias se escuchan voces como “sacrilegio”, “herejía” y “hecho casi ofensivo”, pronunciadas por un grupo no descartable de creyentes según los cuales es digno de condena el aprovecharse de la fe ajena a cambio de dinero.
“Es un cristianismo en bancarrota el que ve a un demagogo cooptando nuestra fe e incluso nuestras sagradas escrituras en aras de su propia búsqueda de poder y lo alaba en lugar de insistir en que nos neguemos a permitir que nuestra sagrada fe y nuestras sagradas escrituras se conviertan en portavoces suyos”, dijo el reverendo Benjamin Cremer en X.
Para el pastor bautista Nathaniel Manderson, “el mensaje predominante trasmitido […] es que Dios ha elegido a este hombre profundamente imperfecto [Trump] para salvar a la Iglesia evangélica estadounidense de sus enemigos. Según este evangelio distorsionado, no importa si Trump predica una agenda política anticristiana mientras arroja mensajes de odio. Lo único que importa es que Trump, como afirman, es el hombre de Dios.
Y concluye: “Pero Donald Trump no ha sido llamado por Dios para liderar la iglesia, aunque puede haber sido colocado ante la iglesia como una prueba de fe. Demasiados ministros evangélicos ricos están felices de seguir a Trump dondequiera que él lidere, siempre y cuando sigan llegando sus invitaciones a la Casa Blanca, su estatus de exención de impuestos“…
Tal vez un exfuncionario de la Administración Bush haya dado en el clavo como pocos al evaluar el fenómeno: “Pronunciado por Trump y sus fanáticos, el nombre de Jesús no recuerda las cosas que dijo que quería asociar con sus seguidores: amor de unos por otros; amor por los pobres, los enfermos y los encarcelados; abnegación y devoción a Dios. Está asociado a actividades antiaborto, oposición a los derechos de los homosexuales, al Partido Republicano y a los recortes de impuestos”.
Y remata: “…para quienes abrazan las enseñanzas de Cristo sobre el amor, el perdón y la justicia social, y para quienes se sienten incómodos con el uso del cristianismo para glorificar la búsqueda de la riqueza y el poder, estas tendencias son profundamente preocupantes“.
El hombre que ama la Biblia ha estado casado tres veces, ha sido acusado de agresión sexual, condenado por fraude comercial y nunca ha mostrado mucho interés en los servicios religiosos. Hasta se ha comparado a sí mismo con Jesucristo. Pero ya se sabe: el hecho de que encare múltiples juicios civiles y criminales no es prueba de haber cometido delito alguno, sino de persecución implacable por parte de fuerzas malévolas.