El martes 4 de febrero el presidente Donald Trump declaró en una conferencia de prensa conjunta con el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu: ”Estados Unidos tomará el control de Gaza y también haremos un trabajo con ella. La poseeremos y seremos responsables de desmantelar todas las bombas sin explotar y otras armas peligrosas en el sitio, nivelar el sitio y deshacernos de los edificios destruidos”.
A la pregunta sobre si podría enviar soldados estadounidenses, respondió: “En lo que respecta a Gaza, haremos lo que sea necesario. Si es necesario, lo haremos. Vamos a tomar el control de esa parte que vamos a desarrollar”, dijo.
Y seguidamente, enfatizó: “¿Por qué [los palestinos] querrían regresar? El lugar ha sido un infierno”, lo dijo ignorando a un reportero que gritó: “Porque es su hogar”. “Gaza no es un lugar para que la gente viva”, sentenció.
Como colofón, lanzó la idea de que casi 2 millones de palestinos deberían ser reubicados fuera Gaza, de manera que Estados Unidos pueda tomar posesión de la Franja y construir allí la “Riviera del Medio Oriente”.
Trump desestimó las objeciones a su “plan” de que varias naciones de la región recibieran refugiados palestinos, protagonizadas por los líderes de Jordania y Egipto, insistiendo en que “abrirían sus corazones”.
La propuesta no podía sino desatar inmediatas reacciones globales, incluso entre aliados de Estados Unidos en la región como los saudíes, quienes dijeron que los palestinos “no se moverían” de “su tierra”. Y que no normalizarían los lazos con Israel sin el establecimiento de un Estado palestino.
Entre los socios occidentales la reacción se movió de la incredulidad al rechazo categórico. El Ministerio de Asuntos Exteriores francés dijo que lo que propuso el magnate inmobiliario significaría una “grave violación del Derecho internacional, un ataque a las aspiraciones palestinas y un obstáculo importante para la solución de dos Estados”.
El primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, fue categórico: “Se les debe permitir a los palestinos regresar a casa. Se les debe permitir reconstruir, y debemos estar con ellos en esa reconstrucción en el camino hacia una solución de dos Estados”, le dijo al Parlamento.
La ONU, por su parte, emitió una advertencia contra “cualquier forma de limpieza étnica”. Su secretario general, Antonio Guterres, dijo que Gaza era parte integral de un futuro Estado palestino.
Asamblea General de la ONU defiende la creación de un Estado palestino
En el plano doméstico, no ha sido muy distinta la reacción, incluso entre republicanos. Senadores del GOP sostienen que la propuesta de convertir a Gaza en la “Riviera del Medio Oriente” apenas tiene apoyo en el Capitolio y aseguran que no llegará a ninguna parte, como sus planes de adquirir Groenlandia y de tener el control del Canal de Panamá.
“Creo que es una idea realmente tonta hablar de tener tropas estadounidenses en Gaza. Es el último lugar del mundo al que enviaría tropas estadounidenses y no lo apoyaré”, dijo el senador Rand Paul (republicano, Kentucky).
Y hasta Lindsey Graham (republicano, Carolina del Sur), uno de los aliados más ortofónicos de Trump en ese órgano legislativo, advirtió que un intento encabezado por Estados Unidos de expulsar a los palestinos de Gaza sería “muy problemático”.
“Todo lo que puedo decir es que quiero destruir a Hamás, pero he estado hablando por teléfono con los árabes todo el día. Creo que ese enfoque será muy problemático. La idea de que los estadounidenses intervengan en Gaza es un fracaso para todos los senadores”, añadió.
Todo ello en medio de tangueos y zigs-zags. La Casa Blanca intentó aclarar la propuesta inicial de Trump, diciendo que el presidente estaba comprometido con la reconstrucción de Gaza y con reubicar “temporalmente” a sus residentes (Trump habia dicho el día antes que el desplazamiento sería “permanente”). La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, también dijo que el presidente no se había comprometido a enviar tropas estadounidenses a Gaza….
Pero Trump y sus adláteres tienen razón en un punto: el hecho de que Gaza es hoy “un escenario apocalíptico” e “inhabitable para los seres humanos”, según reconoció la portavoz aludida en una intervención ante el cuerpo de corresponsales acreditados en la mansión de Pennsylvania Ave; sin mencionar un palabra sobre las causas de estas condiciones: las bombas indiscriminadas y otras acciones militares llevadas a cabo por el Ejército israelí en los últimos 15 meses.
Ese reconocimiento, por otro lado, precisaría de otros dos datos adicionales. El primero, que de acuerdo con un informe la UNCTAD del pasado mes de enero, “si la reconstrucción de Gaza comenzara de inmediato, y las tendencias de crecimiento económico de 2007-2022 persistieran con una tasa de crecimiento promedio del 0,4 %, Gaza necesitaría hasta 2092 solo para recuperar los niveles de PIB de 2022, con un PIB per cápita y condiciones socioeconómicas en continuo deterioro”.
Más adelante, escriben: “La recuperación de la economía de Gaza […] exigirá un compromiso financiero varias veces superior a los 3 900 millones de dólares, y requerirá un esfuerzo internacional concertado para restablecer las condiciones socioeconómicas anteriores al conflicto”. Para concluir: “Incluso un escenario optimista muestra que la recuperación de Gaza tomará más de una década”.
El segundo, que en 2019 geólogos y economistas de la propia UNCTAD especializados en recursos confirmaron que el territorio palestino ocupado se encuentra sobre importantes reservas de petróleo y gas natural, en la zona C de Cisjordania y la costa mediterránea frente a la Franja de Gaza:
Los nuevos descubrimientos de gas natural en la cuenca del Levante están en el orden de los 122 billones de pies cúbicos, mientras que el petróleo recuperable se estima en 1 700 millones de barriles. Esto ofrece una oportunidad para distribuir y compartir unos 524 000 millones de dólares entre las diferentes partes de la región y promover la paz y la cooperación entre los antiguos beligerantes. Estos fondos podrían financiar el desarrollo socioeconómico en el TPO como parte de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Y añadían:
Sin embargo, hasta ahora se ha prohibido al pueblo palestino explotar las reservas de petróleo y gas en su propia tierra y agua para satisfacer sus necesidades energéticas y generar ingresos fiscales y de exportación. Esto aumenta tanto los costos de oportunidad como los costos totales que soporta el pueblo palestino como resultado de la ocupación.
En política, escribió una vez José Martí, lo real es lo que no se ve. Mucho más tratándose de Donald Trump, el nuevo nombre doméstico y mundial de la palabra caos.