Originalmente, en Estados Unidos los días de elecciones variaban según el estado. En 1792, el Congreso decidió que los electores presidenciales votarían el primer miércoles de diciembre, y que debían ser elegidos durante los 34 días anteriores a esa fecha. A inicios del siglo XIX, más de la mitad de los estados celebraron elecciones presidenciales a principios de noviembre. Pero este lento proceso, llevado a cabo en un período de 34 días, resultó ser bastante problemático.
Pero en 1845 hubo un cambio. El Congreso aprobó una ley para celebrarlas en un día único en todo el país. La estadounidense era entonces una sociedad mayormente agraria, esa que como dicen funcionaba “con el arado en una mano y la Biblia en la otra”.
Los agricultores, que constituían la mayoría de la fuerza de trabajo, como es natural se dedicaban gran parte del año a sus labores propias: sembrar, atender los cultivos y recogerlos. A principios de noviembre fue entonces un buen momento para votar porque ya la cosecha había terminado.
Ponerlas los fines de semana no habría funcionado. Los agricultores pasaban viernes y sábados trabajando en el campo. Y como la mayoría de los estadounidenses de aquella época eran cristianos practicantes, el domingo lo reservaban para ir a la iglesia y descansar, según lo indicaban los preceptos. Los lunes tampoco servían. No era probable que los agricultores se movieran de sus granjas los domingos para poder llegar a los centros de votación el lunes.
Por otra parte, el miércoles era un día de mercado. Los campesinos vendían sus productos en las ciudades y llegar a ellas podía tomarles más de un día.
El martes fue entonces la mejor opción. El Congreso decidió que las elecciones fueran el primer martes después del primer lunes de noviembre para evitar que cayeran el 1 de noviembre. Ese día era desfavorable por dos razones: primero, porque algunos cristianos lo observaban como el Día de Todos los Santos y, segundo, porque los comerciantes normalmente reservaban el primer día de ese mes para hacer un balance de sus cuentas del mes anterior.
El mensaje que nos dejaron es propio del pragmatismo anglo: la política está bien, pero siempre como acto segundo. En la vida hay cosas mucho más importantes primero.
Hoy menos del 2 % de los estadounidenses trabajan en la agricultura y tanto en las ciudades como fuera de ellas muchos laboran los martes durante todo el año. De ahí que no hace mucho surgieran varias propuestas para hacer nuevos cambios.
Unos plantearon trasladar las elecciones al fin de semana. Otros se pronunciaron por mantenerlas el martes, pero convirtiéndolo en día feriado federal. En 2018 una encuesta del Pew Research Center encontró un apoyo mayoritario a esta idea. “El 71 % de los demócratas y de los independientes de tendencia demócrata y el 59 % de los republicanos y de tendencia republicana dijeron que lo apoyarían” …
Pero no prosperó. Las mayores oportunidades de votar por anticipado y por correo han hecho que presentarse físicamente a votar en los locales seleccionados al efecto sea menos definitivo que antes.
El Súper Martes
En un año electoral, en febrero o marzo se produce el llamado Súper Martes, el día en que varios estados celebran sus elecciones primarias presidenciales.
Los estados específicos que participan en el Súper Martes han variado en el tiempo, toda vez que cada uno determina de forma independiente cómo y cuándo celebrará sus elecciones primarias.
Este año van a participar en el Súper Martes Alabama, Alaska (solo republicanos), Arkansas, California, Colorado, Iowa, Maine, Massachusetts, Minnesota, Carolina del Norte, Oklahoma, Tennessee, Texas, Utah, Vermont, Virginia y el territorio de Samoa estadounidense.
El término “Súper Martes” existe desde la década de los 70, pero su uso se consolidó en la de los 80, cuando ciertos estados adelantaron sus primarias para tratar de aumentar su influencia. El cambio lo impulsaron los estados del sur, que después de la derrota en las elecciones generales de Walter Mondale (1984) querían expresar su opinión lo suficientemente temprano en el proceso.
De entonces a la fecha, la mayoría de las veces el ganador del Súper Martes se ha convertido en el nominado del partido. Esa es su importancia.
Nikki Haley vs. Donald Trump
En este Súper Martes de 2024 en las primarias republicanas se enfrentan los candidatos Donald Trump y Nikki Haley.
Después de su derrota en Carolina del Sur el pasado 24 de febrero, Haley ha decidido permanecer en la carrera. Dio sus razones: “los votantes tienen derecho a una elección real, no a una elección al estilo soviético con un solo candidato. Tengo el deber de darles esa opción”, dijo.
Pero prácticamente no tiene posibilidades. Las encuestas muestran que el Trump es el gran favorito en estados como California, Texas, Alabama, Maine y Minnesota.
A lo anterior se suma el hecho de que el súper PAC conservador Americans for Prosperity ha dejado de financiar su campaña, lo cual anunciaron después de su derrota en Carolina del Sur, su estado natal. Dijeron que apoyaban “de todo corazón el plan de Haley de seguir haciendo campaña. Pero dados los desafíos en los estados primarios que se avecinan, no creemos que ningún grupo externo pueda marcar una diferencia material para ampliar su camino hacia la victoria. Y aunque continuaremos respaldándola, concentraremos nuestros recursos donde podamos marcar la diferencia. Y esos son el Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos”.
Su permanencia en la carrera tiene sin embargo el atractivo de resaltar las divisiones internas del Partido Republicano ante la figura de Trump. En Carolina del Sur este obtuvo el 60% de los votos (en números redondos) y Haley el 40%. Como comenta una analista conservadora, esos resultados “deberían servir como un fuego de cinco alarmas para el Partido Republicano”. Y se pregunta: “¿Alguien que se postula prácticamente como titular, Donald Trump, obtiene el 60 % y el 40 % está en su contra? Eso no es un mandato. Especialmente con todo el aparato del Partido Republicano detrás de él”.
La victoria de Trump en ambos estados sacó a la luz su debilidad entre los votantes independientes. La derrotó, pero también se evidenció una franja nada irrelevante de republicanos moderados que no lo apoyan. Y Haley obtuvo mejores resultados que Trump en áreas suburbanas que seguramente desempeñarán un papel fundamental en noviembre. También le fue mejor con los votantes más moderados, tal vez el grupo más crítico a la hora de determinar el resultado de las elecciones federales.
Finalmente, el desempeño de Trump fue pobre entre los votantes con educación universitaria. En las primarias de New Hampshire y Carolina del Sur, los graduados universitarios eligieron a Haley, no a Trump. Aproximadamente dos tercios de los votantes con estudios de posgrado en ambos estados votaron por ella.
En las primarias de Michigan, Trump se impuso, pero el margen de su victoria fue mucho menor que el 80 % anticipado: poco más del 68 % vs. el 26,5 % de Haley. Sin embargo, el hecho de que un tercio de los votantes republicanos indicaron que quieren a alguien diferente a Trump, acusado de 91 cargos en cuatro casos penales, es otro incendio en la granja. “La gran historia no es solo que Donald Trump siga perdiendo tres o cuatro de cada 10 votos republicanos. Es que esos votantes nunca jamás volverán a Donald Trump”, dijo Jeff Timmer, exdirector ejecutivo del Partido Republicano de Michigan. Se trata de las voces no despreciables de los never tumpers, que vienen a unirse a las de otros estados y remiten a un Partido Republicano asolado por divisiones internas.
Ese evento, celebrado el martes pasado, fue sin embargo el clásico puntillazo para Haley, de hecho fuera del juego desde antes del Súper Martes.