Después de graduarse de la Universidad de Harvard, Robert F. Kennedy Jr. estudió en la London School of Economics y recibió su título de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Virginia.
Luego asistió a la Facultad de Derecho de la Universidad Pace, Nueva York, donde obtuvo una Maestría en Derecho Ambiental. De 1986 a 2018 fue miembro del cuerpo docente de la Facultad de Derecho de ese centro de educación superior y cofundó la Clínica de Litigios Ambientales de Pace, entidad que representa a Hudson Riverkeeper. Esta es una organización sin fines de lucro con sede en Ossining, Nueva York, dedicada a proteger a ese río, uno de los más emblemáticos de la cultura estadounidense.
Como fiscal principal de Riverkeeper, Kennedy emprendió más de 150 acciones legales contra diversas corporaciones contaminadoras de esa vía fluvial. También inspiró la creación de más de cien organizaciones globales de Waterkeeper y un grupo-sombrilla: Waterkeeper Alliance.
Por ese tipo de acciones la revista Time lo nombró uno de sus “Héroes por el Planeta”. Para mí —le dijo a Time— el medio ambiente no puede separarse de la economía, la vivienda, los derechos civiles y los derechos humanos. La forma como distribuimos los bienes de la tierra es la mejor medida de nuestra democracia. No se trata solo de defender los peces y las aves. Se trata de los derechos humanos”.
Este es el RFK Jr. que llega a Cuba por primera vez en febrero de 1996, junto a su hermano Michael Kennedy —presidente de Citizens Energy Corporation, una empresa bostoniana promotora de energías alternativas—, como parte de una delegación de ambientalistas. En esa ocasión se entrevistó con Fidel Castro.
“Más de tres décadas después de la Crisis de los Misiles y la Bahía de Cochinos, Robert Kennedy Jr. y Michael Kennedy se encontraron cara a cara con el hombre que fue el enemigo más acérrimo de sus tíos durante la Guerra Fría”, anota el investigador Peter Kornbluh. Y añade: “El grupo estaba allí para discutir las necesidades energéticas de Cuba y para instar a Castro a abandonar su programa nuclear en favor de fuentes de energía alternativas más seguras”.
Visitaron la planta de Juraguá en un momento en el que legisladores y ambientalistas estadounidenses mostraban preocupaciones crecientes sobre sus estándares de seguridad y constructivos, muy similares, argumentaban, a los de Chernóbil.
Al regreso a Estados Unidos, RFK Jr. afirmó que su viaje había contribuido a que el Gobierno cubano descontinuara la construcción de la central nuclear. La prensa lo reflejó así:
El presidente cubano Fidel Castro, que durante mucho tiempo se ha mostrado firme en su postura sobre la construcción de una planta de energía nuclear en su nación insular, ahora está dispuesto a considerar otras fuentes de combustible, dijeron dos de los sobrinos del presidente Kennedy. “Le pedimos que no la construyera, y al final detuvo su construcción”.
En ese viaje los dos hermanos le entregaron a Fidel Castro documentos estadounidenses, antes top secret, sobre un acuerdo secreto de la Administración Kennedy con Cuba, movida que abortó el magnicidio de Dallas y que ha sido investigada y discutida por historiadores como Peter Kornbluh y William Leogrande en Back Channel to Cuba, un libro clásico.
“Castro les agradeció por los documentos”, refiere Kornbluh, “y compartió con ambos su “impresión de que [el presidente Kennedy] tenía la intención después de la Crisis de los Misiles de cambiar el marco” de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. “Es lamentable —dijo Fidel Castro —que las cosas sucedieran como sucedieron y que él no pudiera hacer lo que quería hacer”.
En 2001, RFK Jr. continuó desplegando su activismo, por lo que fue condenado a 30 días de prisión al intentar frustrar los bombardeos de la Marina de Estados Unidos en la isla de Vieques, Puerto Rico. Sumándose a la corriente, él y otros ambientalistas argumentaban que dañaban el medio ambiente y la salud de los habitantes de la isla. Oficiales varios testimoniaron en el juicio que su incursión junto a sus compañeros de causa los obligó a detener los ejercicios militares.
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“Tan pronto como el barco entró en la zona de peligro, tuve que detener el fuego”, dijo el teniente comandante Russell Gottfried. Y había tenido que parar durante dos horas y media mientras los oficiales de seguridad buscaban al grupo, escondido en unos manglares.
La base de Vieques, un campo de tiro de la Marina desde los años 40, fue finalmente cerrada en mayo de 2003.
En 2014 volvió a Cuba. En esta oportunidad emprendió una incursión a los Jardines de la Reina, en el sur de la isla, un enclave turístico famoso por su reserva marina y por haber sido declarado Parque Nacional en 2010. Allí Kennedy hizo otra de las cosas que sabe hacer bien: bucear en las aguas cristalinas del mar, cerca de escualos y otras especies, pero esta vez no solo, sino junto a dos de sus hijos.
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En un artículo para la agencia de noticias Inter Press Service (IPS) después del viaje a los Jardines, RFK Jr. incursionó en un tema del embargo al escribir que ara un “fracaso monumental” y se pronunció por una relación “más cálida” con los cubanos.
Ubicado en el escenario del deshielo, después de anunciarse que Estados Unidos y Cuba buscarían normalizar sus relaciones, el texto sostenía que levantar el embargo tendría para Estados Unidos efectos positivos más amplios en las relaciones internacionales, una idea usualmente manejada por el mainstream liberal de entonces, incluyendo el presidente Obama.
“Una de las razones por las que disminuyen nuestro prestigio global y autoridad moral —anotaba— es que todo el asunto del embargo solo enfatiza nuestra relación distorsionada con Cuba. Esa relación está históricamente cargada de poderosas ironías que hacen que Estados Unidos parezca hipócrita ante el resto del mundo”.
En síntesis, lo que pensaba entonces al respecto podría resumirse en seis puntos fundamentales:
- El presidente Obama decidió restablecer relaciones diplomáticas con Cuba “después de cinco décadas de una política equivocada de la que son responsables mi tío John F. Kennedy y Robert F. Kennedy, mi padre, y que se reforzó tras el establecimiento de un embargo estadounidense por la administración de Eisenhower en 1960”.
- El pretexto de la democracia y los derechos humanos para justificar la hostilidad hacia Cuba no es creíble. En efecto, “existen verdaderos tiranos en el mundo y muchos países con una situación de derechos humanos peor que la de Cuba […] donde la tortura, las desapariciones forzadas, la intolerancia religiosa, la supresión de la libertad de expresión y de reunión, la opresión medieval de las mujeres, las elecciones fraudulentas y las ejecuciones extrajudiciales son prácticas gubernamentales, y sin embargo son aliados de Estados Unidos”.
- “Mientras acusamos a Cuba de encarcelar y maltratar a prisioneros políticos, sometemos a torturas a prisioneros, muchos de los cuales eran inocentes, según las propias confesiones del Pentágono, incluyendo ahogamientos simulados, arrestos ilegales y encarcelamientos sin juicio en celdas de Guantánamo”.
- “Resulta irónico que los responsables políticos que afirman que Castro debe ser castigado por violaciones de los derechos humanos y los abusos en las cárceles cubanas digan, además, que Estados Unidos tiene motivos para maltratar a nuestros propios prisioneros en las cárceles” [de Guantánamo].
- “Mientras acusamos a Cuba de no permitir a sus ciudadanos viajar libremente a Estados Unidos, impedimos a nuestros propios ciudadanos viajar libremente a Cuba”.
- “Parece absurdo seguir una política exterior que repita una estrategia que ha sido un fracaso monumental durante seis décadas”.
En una entrevista de 2023, RFK Jr. elogió el sistema de salud cubano, llegando a decir que producía “ciudadanos más saludables que Estados Unidos”. Chocante quizás para muchos, pero no nuevo. Había posteado en 2019: “Estamos lejos [Estados Unidos] de ser el país más saludable del mundo, ocupando el puesto 35 entre 169 economías según los factores que contribuyen a la salud general. #Cuba se ubicó 5 puestos por encima de nosotros, lo que la convierte en la única nación que no está clasificada como de “ingresos altos” por el Banco Mundial en ocupar ese puesto”.
También aludió al tiempo que él y sus dos hijos pasaron con uno de los protagonistas de la Crisis de los Misiles dos años antes de su fallecimiento. Lo caracterizó entonces como un hombre “increíblemente encantador”. Y fue enfático: “Fue muy, muy amable conmigo y con mi familia”. Añadiendo: “tenía una mente muy abierta y comprometida, hablé con él de un millón de cosas”, incluyendo “los intentos de Estados Unidos de asesinarlo”. “Fue halagador para mí ver que treinta años después de la muerte de mi padre, sigue siendo tenido en tan alta estima [por Fidel Castro]”, había observado Michael Kennedy en aquel viaje de 1996.
“La aceptación de Kennedy del régimen socialista de Cuba podría perjudicar sus esfuerzos por atraer a los votantes republicanos a su candidatura presidencial de un tercer partido”, dijeron durante las pasadas elecciones.
Pero no ocurrió. RFK Jr. renunció a lanzarse como candidato de ese tercer partido y, después de haberle dado la vuelta en U a su imaginario, y de experimentar el repudio de los suyos, fue ratificado por el Senado como Secretario de Salud y Recursos Humanos de la nueva Administración.
A Donald Trump aquello no le importó.