China y Cuba: una larga marcha (II)

Reflexionar sobre la índole actual de estas relaciones, e intercambiar observaciones que contribuyan a caracterizarlas, permite analizar también algunas lecciones diferentes de ese otro socialismo.

Foto: Ng Han Guan, Pool/ AP

Cuando me paré por primera vez en un aula de estudiantes chinos, matriculados en mi seminario sobre transiciones socialistas comparadas, me sorprendió su edad y el abanico de sus carreras. En medio del sofocante verano pekinés, aquella clase en la Universidad Renmin estaba al tope, con jóvenes de entre 18 y 21 años, procedentes no solo de Marxismo, Historia y Política, sino de Administración, Finanzas, Medio ambiente, Idiomas, Pedagogía, Urbanismo, Negocios, Literatura, todos interesadísimos en aprender de Cuba y Vietnam. Escucharlos discutir sobre qué es el socialismo, la historia de su revolución, las políticas de Reforma y Apertura, el papel del Partido, las luces y las sombras de su transición, fue una oportunidad muy especial para mirar de cerca la compleja trama de la sociedad china actual, y vislumbrar las puntas de ciertos problemas difícilmente perceptibles desde lejos.

Clase en Renmin. Discutiendo la película de Tomás Gutiérrez Alea: “Memorias del subdesarrollo”. Foto: Rafael Hernández

Casi todo lo que leemos sobre el socialismo chino (o vietnamita) resulta economicista, superficial o etnocéntrico. Con eso de etnocéntrico quiero decir que trasplanta y juzga desde nuestros códigos, esencialmente occidentales, a esas otras sociedades tradicionales, que llevan consigo problemas de desarrollo específicos, relaciones sociales, historias milenarias, mentalidades, es decir, culturas ancestrales particulares. Casi todo lo que leemos termina en un fútil ejercicio de “aclamación” o “desaprobación” ideológica, que le llama “pragmatismo” al confucianismo; “vuelta al capitalismo” a una política dirigida expresamente a modernizar una sociedad más bien pre-capitalista en muchas regiones; “capitalismo de Estado” a un régimen político y un orden económico e ideológico que recupera (confucianamente) el sentido de eficacia política y los valores del socialismo marxista (no del capitalismo keynesiano); “liberalización mercantil” y “privatización” a un socialismo con características chinas que mantiene el poder preponderante del Estado y su densa red de atribuciones y regulaciones.

Resulta paradójico que a algunos socialistas defensores a bandera desplegada del camino cubano les repugne el elegido por los chinos; o que quienes defienden un socialismo con mercado, economía mixta y un sector público eficiente en el contexto particular de la Isla, no encuentren otra manera de hacerlo que apelar al poder demostrativo de las reformas chinas y vietnamitas. Paradójico, sí, pues estas dos posiciones, en el fondo, están más próximas de lo que parecen en su lógica lineal: el socialismo tiene una marca registrada, y la única forma de no caer en falsificaciones es apoyándose en una serie verificable de ensayos, que muestren su eficacia allende los mares.

Enfatizar que las relaciones cubano-chinas no han respondido, ni antes ni ahora, a compartir un mismo modelo de socialismo, o que su reencuentro en la post-guerra fría no se basa en el mismo tipo de acuerdos que signaba las relaciones de Cuba con el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y con la URSS es un poco descubrir el agua tibia. Reflexionar sobre la índole actual de estas relaciones, e intercambiar observaciones que contribuyan a caracterizarlas, permite analizar también algunas lecciones diferentes de ese otro socialismo. Parto aquí de entender que la simple proyección de una hermandad ideológica entre revoluciones socialistas (la rusa de 1919, la china de 1949, la cubana de 1959) no nos explica demasiado la arquitectura de las alianzas de Cuba con la República Popular China (RPCh) o con la Federación de Rusia, ahora mismo o en el futuro próximo. De manera que no consideraré nuestras relaciones con esos otros Estados como las que vinculan a las personas, basadas en sentimientos o en haber pasado por “los mismos” trances, sino en haber acordado lúcidamente sus desacuerdos, y reconocido sus diferencias, a fin de poder identificar cuidadosamente ciertos intereses y valores compartidos.

Una relación económica y de cooperación, más que comercial

Cuba vende a China el 27% de sus exportaciones.  En ese contexto, la RPCh ha ocupado el primero o segundo lugar en los últimos años, en rubros como azúcar, níquel,  y otros productos primarios. Como la mayoría de los cubanos sabe, China abastece a Cuba de electrodomésticos  y otros bienes durables, así como una miríada de otros productos de consumo. Basta con entrar en una tienda en cualquier moneda (MLC, CUC, CUP) para comprobarlo. Pero este vistazo externo revela poco acerca de la significación y dinámica de nuestras relaciones.

Ante todo, habría que pensar el comercio bilateral como parte del contexto internacional cambiante que ha precedido a la crisis de la Covid-19, y preguntarse cuál será su efecto adicional sobre el pelotón de nuestros proveedores: Venezuela, China, España, México, Brasil, Rusia. En la medida en que la pandemia ha afectado mucho a algunos, podría reforzarse la posición de la RPCh como líder entre esos proveedores, así como incrementarse relativamente su discreto perfil actual entre los inversionistas extranjeros.

Un examen macro estático no revelaría per se el cambio cualitativo en el acercamiento entre los dos países, especialmente en dimensiones estratégicas de las llamadas relaciones económicas. Si es cierto que, en términos cuantitativos, su lugar como receptor de los principales servicios que la Isla exporta –asistencia médica, turismo— no resulta relevante, la cooperación en áreas de alto valor agregado no ha dejado de avanzar.

Una rápida mirada a las relaciones entre los dos países en esferas como la educación superior o el desarrollo de  la inteligencia artificial revela campos en que ambas partes parecen haber identificado ya intereses comunes, no convencionales. Por ejemplo, algunos proyectos acordados incluyen la construcción y desarrollo de centros hospitalarios donde se reúnan la conocida capacidad médica cubana y los notables avances en la cibernética del país asiático. Esta cooperación no involucra solo a instituciones centradas en La Habana y Beijing, sino a otras como la Universidad de Estudios Internacionales de Hebei, las universidades médicas de Camagüey, Holguín, la Escuela Latinoamericana de Medicina y la Escuela Nacional de Salud Pública.

Como se sabe, entre los efectos aceleradores de la pandemia se encuentra la decisión de que la planta mixta chino-cubana ChangHeber, en la provincia de Jilin, empezara a producir masivamente el antiviral cubano Interferón alfa 2B recombinante (IFNrec), escogido por China junto a otros 30 medicamentos para tratar a enfermos de la Covid. Como es el caso de otros inventos de la industria biomédica cubana, este ya integraba el arsenal de fármacos cubanos, especialmente dirigidos a estimular el sistema autoinmune, para enfrentar el VIH, el papiloma humano, la hepatitis tipos B y C.

Medicamento cubano es utilizado contra coronavirus en China

Entre 2016 y 2020, sucesivas empresas conjuntas chino-cubanas basadas en la innovación biotecnológica, y dirigidas a producir una variedad de medicamentos de alto valor agregado (como el Nimotuzumab-R3, para tratar tumores cerebrales), habían ya multiplicado el campo de la cooperación.

Aceleran primer proyecto de parque biotecnológico Cuba-China para producir medicamentos

Otros ejemplos del cambio cualitativo resultan menos espectaculares, pero también estratégicamente significativos, como ocurre en el transporte público.

Los cubanos de a pie identifican con la marca Yutong el gran salto que ha permitido, por primera vez en 60 años, organizar y regularizar el servicio de ómnibus interprovinciales.  

En la modernización de los ferrocarriles cubanos, intacta desde 1975, la colaboración china ha prometido más de 200 coches y locomotoras, una parte de los cuales empezaron a funcionar en el verano de 2019, tanto para pasajeros como para transporte de carga en sectores como el azúcar, el cemento y otros productos.

Una nota al margen de la política cubana en este sector estratégico, sin embargo, es que parece cuidadosa en cuanto a poner todos los huevos en una sola canasta. En efecto, la otra parte del suministro ferrocarrilero que debe abastecer a la Isla proviene de la Federación de Rusia, con la que no solo se ha contratado un centenar de vagones de carga, sino muy especialmente la restauración de la ruta de trenes más importante del país, la llamada línea central, calificada como “el proyecto insignia de las relaciones de ambas naciones.”

Los avances en la cooperación en el área de los medios electrónicos y el turismo registran progresos, aunque también revelan déficits del lado cubano.

La cooperación en televisión y radio iniciada en 2013 permitió la introducción de la televisión digital, mediante crédito y la asistencia técnica de Beijing.

Sin embargo, más allá del tímido intercambio de programas enlatados, el impacto cultural e informativo de esta colaboración en los medios electrónicos de ambos lados se mantiene muy limitado, y en particular, escasamente aprovechado en la fábrica de los televisuales cubanos. La principal distancia entre la CGTN, la cadena china internacional cuyo crecimiento rebasa el de CNN, FOX, BBC o Russia Today, no es solo la poderosa infraestructura que la respalda en la extensión global de su programación (África y América Latina incluidas), sino la inteligencia comunicativa que incorpora. Los comentaristas internacionales de sus programas informativos no tienen nada que envidiarles a los mejores del mundo. En medio de situaciones críticas para el país, como por ejemplo, las manifestaciones multitudinarias en Hong Kong durante el verano de 2019, esa programación, carente de retórica y tono exhortativo, se caracterizaba por su capacidad para informar y argumentarle a los no creyentes. 

En el otro sector que empuja la economía cubana, el turismo, el año pasado llegaron a la Isla, según datos de la ONEI, 41 369 chinos, cifra que se debía duplicar en 2020, a partir del acuerdo con el turoperador chino Ctrip. Naturalmente, esta expectativa se frustró muy temprano, debido a la Covid-19: en contraste con el arribo de turistas en el primer trimestre de 2019 (10 078), apenas se había alcanzado el 50 %  (5914) hasta el 10 de marzo de 2020 (Datos primarios del MinTur).

En línea con las lecciones chinas para los servicios cubanos, la política turística podría aprender a rediseñar su “mercado interno.” Las multitudinarias colas para entrar a la Ciudad Prohibida en la plaza Tianamen y a la tumba donde los guerreros de terracota custodian al emperador Qin, en la ciudad de Xi´an, están formadas mayoritariamente por chinos de China. Una primera lección implica valorizar la historia nacional, incluida la de la propia revolución, como parte principal de su “oferta.” Otra es que, al contemplar los rostros y el vestuario de estos turistas, uno se percata de que la inmensa mayoría no son acaudalados empresarios, o recién llegados de San Francisco, sino toda clase de gente, campesinos incluidos,  de las más apartadas provincias, a los que se les ofrecen programas de acceso masivo. Nada es gratis, aunque está claro que los viejos y los estudiantes pagan mucho menos.

Para finalizar

Otras lecciones chinas, económicas y políticas, merecen considerarse en el tratamiento de diversos temas cubanos. En particular, algunas estratégicas, como las derivadas de la relación entre la RPCh y los EEUU, y su significado en nuestros nuevos triángulos geopolíticos Cuba-Rusia-EEUU y Cuba-China-EEUU, casi siempre ignorados en nuestras relaciones con el Norte. También viene al caso el examen de las relaciones de la RPCh y Vietnam con sus “nacionales de ultramar,” como experiencias provechosas para una nueva política cubana hacia su emigración. Ambas merecerían, naturalmente, un análisis por separado.

Para terminar, vuelvo a mis alumnos chinos. Entre los ejercicios de clase, les interesó mucho uno dedicado a los años 60, basado en la discusión de Memorias del subdesarrollo, y un cuestionario acerca de la transición hacia el modelo primario de socialismo. Se trataba de comparar la sociedad cubana y la china en ese proceso de cambios, sus problemas y contradicciones. Después de un fascinante debate, y de escuchar sus disímiles lecturas sobre la película de Tomás Gutiérrez Alea, uno de ellos me hizo una pregunta que quedó flotando al final de nuestra clase: “¿Realmente esa película se pudo exhibir en Cuba en aquellos años?” He ahí otra lección para nuestro repertorio.

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