Getting your Trinity Audio player ready...
|
A los de mi generación, Vietnam se nos aparece siempre en imágenes imborrables, algunas de ellas de tanta dureza y crueldad que nos rasgan hasta el propio recuerdo. Otras, de tanta valentía y entrega, que engrandecen el alma y el espíritu, y otras más, que todavía hoy nos producen la alegría de ver la estampida de los marines norteamericanos huyendo del escenario donde ese ejército, el más potente del mundo, encajó la más humillante de todas las derrotas que haya sufrido jamás.
Siempre he pensado que, si bien es cierto que nosotros ayudamos mucho a los vietnamitas en su lucha de liberación y unificación, ellos nos ayudaron mucho más con ese ejemplo tremendo de estoicidad, resistencia e inventiva que les permitió alcanzar la victoria.
En estos tiempos modernos, muchos años después de aquella gesta, Vietnam se nos aparece de forma recurrente, para seguir demostrándonos que su victoria de entonces no fue un hecho aislado y único, sino un ejercicio permanente de capacidad para aprender, de disciplina, de disposición y habilidad para cambiar y transformar por ellos mismos su presente y su futuro. De su decisión inquebrantable de no olvidar su pasado y a la vez de no complacerse y de no ahogarse en él, siempre mirando al futuro, siempre con sueños nuevos, pero con los pies en la tierra.
Tuve la oportunidad de conocer Vietnam. Todo me impresionó, desde esa indescifrable sonrisa casi permanente en los labios de la gente hasta el museo de la guerra en Ciudad Ho Chi Minh. Allí, dos mapas me dieron una idea más exacta de la magnitud de lo que habían hecho; uno señalaba en puntos negros las zonas bombardeadas por la aviación norteamericana —y estaba casi todo en negro— y el otro, identificaba en color naranja las zonas que habían sido rociadas con el Agente Naranja, responsable además de deformaciones teratogénicas en los recién nacidos. Incluso muchos años después, en ese mapa también el predominio del color naranja en algunas zonas era evidente.
Vietnam nuevamente ha conquistado el imaginario popular del cubano, incluso hasta de las nuevas generaciones que no habían nacido cuando su última guerra heroica.
Los vietnamitas, a los que enseñamos a cultivar el café, hoy son de los primeros exportadores del mundo y, por cierto, su café se vende en una tienda en “divisa real” por el Vedado; ellos, a los que les enseñamos a desovar una variedad de peces parecidos a la claria, hacen millones exportando su carne a países como Canadá y Francia; y ahora nos enseñan a cultivar arroz y obtener altos rendimientos; y creo haber escuchado de su interés en la producción azucarera. Tienen, además, fábricas en el Mariel que funcionan y producen, a pesar de los pesares.
Fredesman, quien fue embajador de Cuba en Vietnam en más de una ocasión, nos contó de la odisea de una donación de huevos fértiles que en plena guerra viajaron desde La Habana y cruzaron varios países hasta ser entregados a los vietnamitas, para que ellos pudieran comenzar a autoabastecerse.
Nos dijo que decenas de años después la granja seguía allí y produciendo. Quizás los hijos o los nietos de los trabajadores de esa granja también puedan venir a Cuba para ayudarnos a recuperar nuestra producción nacional.
Para el imaginario popular cubano actual, nada es inalcanzable para los vietnamitas, como tampoco lo fue para los que conocimos de su odisea guerrera. De hecho, algunos piensan que hasta son capaces de cumplir con éxito esa “misión imposible” de sacar adelante nuestra economía.
Su éxito económico, social y político ha sido tal, que Cuba ha enviado decenas de delegaciones de todos los niveles, de todos los sectores, de casi todas las organizaciones, a ese país amigo.
Centenares de dirigentes han ido a conocer las experiencias y a aprender de ellas. Decenas de miles de cuartillas se han llenado de informes de esas experiencias, de recomendaciones a partir de esas visitas, de sugerencias a partir de lo visto y oído en Vietnam.
Seminarios en nuestro país no han faltado: con académicos vietnamitas, visitas de altos dirigentes vietnamitas y conferencias magistrales sobre su experiencia de reforma y transformación se han producido en Cuba, con la asistencia de altos dirigentes del Estado, el Gobierno y el Partido.

A estas alturas, no sé si los ojos han leído los informes y si los oídos han escuchado las conferencias. La realidad, que siempre es tozuda, se empeña en demostrarme que al parecer existen algunos interruptores que bloquean el sonido y la luz.
Lo cierto es que, cuando los vietnamitas comenzaban su Doi Moi, todavía bajo la presión del bloqueo de Estados Unidos, apenas unos años después nosotros comenzábamos nuestra propia reforma, esa misma que todavía hoy permanece incompleta, desenrumbada, zigzagueante y que, lejos de conducirnos a la visión de país, nos ha alejado de ella. Tanto que hoy, más que el socialismo, está en juego nuestra independencia y nuestra soberanía.
Ninguna comparación es del todo buena, ninguna alcanza a captar toda la riqueza de realidades diferentes, pero los resultados hablan por sí mismos.
Mientras la reforma vietnamita permitió sacar de la miseria y de la pobreza a millones de vietnamitas y crear un poderoso sector medio de ingresos que se ha convertido en un motor del crecimiento económico, la nuestra ha estimulado el crecimiento de la pobreza y de la desigualdad.
Para 2025, la economía vietnamita crecerá en 6,7 %; la nuestra decrecerá en al menos 1,5 % y sumará otro año más de decrecimiento.
Mientras la balanza comercial de Vietnam presenta un superávit positivo de 2,27 mil millones de dólares, la nuestra sigue presentando un balance negativo que se repite año tras año.
En los primeros siete meses de 2025, Vietnam registró un superávit comercial de 10.18 mil millones de dólares, con exportaciones e importaciones que aumentaron un 14,8 % y un 17,9 %. Hoy su balanza comercial con Estados Unidos es superavitaria, otra guerra ganada.
La producción de arroz aumentó de 16,4 millones de toneladas en 1987 a 50,4 millones de toneladas en 2015, y el consumo per cápita medio de alimentos se duplicó de 275 kg/persona (1985) a 550 kg/persona (2015).
Las exportaciones de productos agrícolas, forestales y pesqueros en 2017 alcanzaron los 36 700 millones de dólares, lo que supone un aumento del 14,05 % con respecto a 2016.
Las principales causas de este fuerte crecimiento fueron la transición económica de dos sectores empresariales principales en la agricultura, a saber: las granjas estatales y las cooperativas agrícolas, hacia una actividad económica más diversificada; y el cambio de una economía centralizada a una economía de mercado. El salto más impresionante se produjo tras la Resolución 10-NQ/TW del Politburó de 1988. Con ella liberó a los agricultores de sus restricciones, lo que permitió el surgimiento de una economía de mercado.
Reitero que ninguna comparación es suficientemente buena, pero al menos puede servir para ayudarnos a comprender por qué hoy los ciudadanos vietnamitas pueden hacer colectas para ayudar a Cuba.
Es cierto, no somos vietnamitas, somos cubanos con nuestra idiosincrasia y nuestra cultura y nuestro propio modo de interpretar conceptos, pero es posible aprender.
¿Deberemos mejorar nuestros ojos y oídos o necesitamos ojos y oídos nuevos?
Vietnam, el milagro: de la Doi Moi y las lecciones para Cuba