“Viandazo” es un término de uso común, en especial entre las personas de mi generación. A diferencia del significado que le atribuye al término el Diccionario de Americanismos de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), que lo define como “protesta laboral en la que los trabajadores se niegan a entrar en los comedores de las empresas y solo comen lo que llevan en sus “viandas” o recipientes”, en nuestro hablar común, en nuestro cubañol, la palabra tiene un sentido muy distinto.
“Viandazo”, entre nosotros, es una expresión muy utilizada para significar un hecho —golpe, choque, caída, conexión beisbolera, resultado adverso y sorpresivo, truene de puesto de trabajo o cargo, etc.— de gran magnitud, y casi siempre inesperado. Por ejemplo: “tremendo viandazo nos dio el Ordenamiento”.
“El viandazo” es también el título de una de las emisiones del Noticiero Icaic, dirigido por el gran Santiago Álvarez allá por 1989.
Se trata de uno de esos reportajes excepcionales, como “látigo con cascabeles en las puntas”, donde en apenas unos minutos se ponía de manifiesto la difícil situación de la producción y la distribución de viandas y vegetales en nuestro país. En una de las secuencias iniciales se hacía una especie de parodia de una de las respuestas más utilizadas para explicar/justificar los magros niveles de producción obtenidos. El típico burócrata, haciendo el paripé en pleno surco, responde a los periodistas que la baja cosecha se debía a la falta o el exceso de lluvias, o ambos a la vez… daba igual. La meteorología siempre como argumento justificativo.
Pero lo cierto es que el comportamiento del clima es una de las externalidades con las que tienen que luchar los productores agropecuarios, no solo en Cuba. Y está tan fuera de su alcance su manejo, como el mismísimo bloqueo de Estados Unidos.
Fue una colega quien nos descubrió el documental, y quien provocó este pequeño viaje en el tiempo para revivir aquellos años difíciles en que nos acercábamos silenciosa pero inexorablemente a lo que sería el Período Especial, ese mismo que todavía hoy nos acompaña.
En 1989 ya hacía un tiempo que el Mercado Libre Campesino había sido suprimido. Tomó no más de una semana su eliminación —algo muy parecido a lo que ocurrió en 1968 con el remanente del sector privado durante la llamada Ofensiva Revolucionaria, en un ejercicio casi de magia que eliminó el mercado, los vendedores e intermediarios y, sobre todo, los productos. Fue una decisión tomada un 17 de mayo de 1986 en el II Encuentro Nacional de Cooperativas Agropecuarias, atendiendo a que el Mercado Libre Campesino se había convertido “en un gran obstáculo para el desarrollo del movimiento cooperativo y que sirvió, como aquí se dijo, para el surgimiento, incluso, de una serie de grupos y de elementos intermediarios que se han enriquecido y han lucrado”, según palabras de Fidel Castro.
Participar en ese mercado podía hacer que las cooperativas fueran objeto del rechazo del pueblo. Pedirles que no participaran y permitir que ese mercado siguiera funcionando, las ponía en desventaja. Esos fueron los argumentos.
Acopio y la Empresa de Frutas Selectas serían los elegidos para sustituir esa institución tan nociva y desmoralizante. Ambos debían, con su buen desempeño y gestión, llenar el vacío que el Mercado Libre Campesino dejaba y surtir de productos frescos el Mercado Paralelo. Ninguno de los dos pudo cumplir con la tarea encomendada.
El resultado fue otro: el crecimiento de un mercado negro de productos agropecuarios que elevó los precios a niveles nunca antes vistos y contribuyó significativamente a la inflación; el desestimulo a la producción agropecuaria, incluso la de aquellas mismas cooperativas que argumentaron a favor de su erradicación; la incapacidad probada de la producción y distribución estatal para satisfacer las necesidades de la población; y, consecuentemente, la reducción del acceso a dichos bienes, tanto por las dificultades para encontrarlos, como por el riesgo de adquirirlos.
“El Viandazo” del Icaic nos mostró, tres años después, las tarimas vacías, la población muy molesta —la misma población que estaba molesta antes, con los precios del mercado libre campesino—, haciéndose casi la misma pregunta que hoy, treinta y cinco años después, todavía nos hacemos: ¿cómo es posible que un país “netamente agrícola” no pueda producir agroproductos en cantidad suficiente para satisfacer las necesidades básicas de su población?
La versión de los noventa de aquel mercado de libre formación de precios de los ochenta mostró un grupo de lecciones aprendidas. Los llamados Mercados Agropecuarios, donde también participan las cooperativas, han sobrevivido por treinta años. Para nada son perfectos; tampoco se acercan a lo que deberían ser. Pero se han sobrepuesto a constantes embates, desde inspecciones e inspectores de mala intención, hasta los recurrentes topados de precio, y la inflación post Ordenamiento, de la cual son sujetos y objetos.
El incremento de la oferta de productos agropecuarios y la relativa estabilidad que la apertura de la nueva versión del Mercado Libre Campesino consiguió en los noventa redujo los precios, incentivó a productores y distribuidores, y configuró otro tipo de expectativas.
Hoy, a diferencia de 1989, en un porcentaje de esos mercados, las tarimas exhiben productos, la población sabe que existe un lugar donde puede acceder a esos bienes, si tiene dinero suficiente. El “viandazo” es otro, es un “viandazo” a la capacidad de compra del salario.
Aprender de la historia es importante. Hoy, ante el debate sobre el rol que los diferentes actores desempeñan en nuestra economía, aquella experiencia nos ayuda a entender qué es lo que no debemos hacer. A comprender que es decisivo no confundir causas y consecuencias y que toda medida que se tome tiene costos, algunos inmediatos y otros mediatos.
En este caso, que es el nuestro, el de todos los que hoy compartimos la realidad de nuestro país, recordar no debe ser volver a vivir.
Junto al viandazo está el bandazo: los cambios de dirección en las decisiones y las soluciones, muchas veces inconsecuentes.
Otra oda a la privatización profesor? Gracias a la agroindustria y estatal fue que sobrevivimos el periodo especial. Revisé.
El profesor está aziscado y quiere lo er la teja antes que caiga la gotera, pues ya se puede esperar cualquier cosa. 2 pasos palante y 3 para atrás ha sido la norma en los últimos años. Parece que aun se puede estar peor.
Y??? Donde está la solución? muy interesante el cuento. En los 90 la intervencion del Estado hizo que bajaran los precios en ese mercado libre. Con mas producción, claro que fue asi. Como? Granjas estatales que hoy no existen, el EJT que tanto aportó, los campamentos agrícolas donde tantos trabajadores participamos durante 15 o 21 dias… fueron medidas que hoy, con el flamante Mercado Libre, la entrega de tierras en usufructo sin que produzcan, la desaparición de las granjas estatales tan denostadas, son medidas que se hacen imposibles.