Mas, si tuviera
sólo una araña
burlona en mi despensa,
tendría la vergüenza.
¿A qué más?
Silvio Rodríguez
Allá por los años 80, mi primo Darío, pequeño agricultor de por la Cuenca Sur, en Quivicán, donde la tierra da lo que tú le pidas según otro guajiro de por allí, me decía que no entendía cómo los cuadros políticos de la zona le pedían que sembrara caña cuando aún la tierra no tenía la humedad necesaria.
Él, siguiendo la “orientación” y después de mucha “discusión”, sembraba, con lo cual se podía “informar” a los niveles superiores que se había cumplido la meta de siembra, aunque luego la germinación apenas fuera del 60 %, con lo cual el rendimiento por hectárea se derrumbaba hasta muy lejos de los rendimientos que la finca alcanzaba en otras épocas.
Siempre existía —y aún existe— el recurso de echarle la culpa a la sequía o a los ciclones, o a ambos a la vez, para explicar los malos resultados. Por cierto, este año 2023 en Cuba no hemos tenido sequía, al menos no de agua de lluvia.
Lograr que la naturaleza le haga caso a la voluntad política parece una tarea imposible.
Un buen amigo, pescador de “orilla” desde su infancia, me dijo un día: “Juan, el mar, a la larga o la corta, recupera lo que le quitan”. Nunca he encontrado mejor frase para ilustrar la resiliencia de la naturaleza ante el empecinamiento humano. A veces, y en nuestro caso concreto, la voluntad política deviene la expresión más alta de ese empecinamiento del ser humano por desconocer las leyes objetivas de la naturaleza, de la economía y de la sociedad.
Un día descubrí que en Cuba se puede cosechar trigo. Fue de la mano de un panadero-agricultor. De hecho, se cosechó trigo en una época lejana, allá por el siglo XVII o XVIII, creo. Hoy tenemos semillas adaptadas a nuestras condiciones, algunas obtenidas hace mucho tiempo, en los años 30 y 40, en la estación experimental agronómica de Santiago de las Vegas (actual Instituto de Investigaciones Fundamentales de la Agricultura Tropical). Esas semillas logran rendimientos de unas 4 toneladas por hectárea, con cero fertilizante y no toda el agua que necesita. Solo hace falta preparar bien la tierra, sembrarlo en su tiempo y darle la atención necesaria para que la mala hierba no se lo coma.
Hay experiencias concretas en Cuba, algunas buenas y otras malogradas, porque la “voluntad política” decidió sembrarlo a destiempo y en una tierra mal preparada. Es cierto que no son rendimientos comparables a la semilla transgénica; es cierto que no hay “asistencia extranjera”; es cierto también que no habría que viajar a otro país para adquirir esa experiencia, porque si se practicara adecuadamente el extensionismo todo quedaría en casa.
Hubo otro tiempo en que producir productos biotecnológicos parecía una quimera. Sin embargo, esta vez la “voluntad política” funcionó y facilitó un imposible: producir vacunas propias contra la COVID-19.
Ocurre con el maíz, del cual por aquellos años se lograron en esa Estación Experimental variedades híbridas con rendimientos de entre 4-5 toneladas por hectárea, tan exitoso fue que una institución estadounidense nos despojó de la patente. Comparado con los rendimientos de apenas una tonelada por hectárea anunciados en la —¿cómo llamarle?— Mesa Redonda de la semana pasada, dejan poco que decir.
Lo que los datos muestran es un deterioro acelerado del sector, congruente con las “revelaciones” hechas en la Mesa Redonda. Lo que los datos añaden es que ese deterioro no se concentra solamente en estos tres últimos años, sino que es una especie de enfermedad silenciosa, mal diagnosticada y mal medicada, la que nos ha traído hasta aquí.
Dinámica del PIB y del Valor agregado agropecuario
Ese comportamiento del valor agregado agropecuario es perfectamente congruente con la baja inversión en el sector.
Es cierto, como dice mi amigo, que la tierra da lo que usted le pida. Pero la tierra también pide. También lo es que la tasa de inversión como proporción del PIB es extremamente baja para nuestras necesidades de crecimiento. Pero esos bajos niveles de inversión en la agricultura a la larga cuestan. Cuestan en rendimientos, en productividad, en productos y en oferta; cuestan en más importaciones y, sobre todo, en menos campesinos trabajando la tierra.
Sabiendo que somos un país bloqueado, que somos un archipiélago, que nuestra seguridad y soberanía alimentaria son estratégicas, cuesta entender por qué si no tenemos los recursos necesarios, este sector permanece tan cerrado a la inversión extranjera y a la inversión privada nacional. ¿Cómo es posible que haya una “orientación” que determine no entregar tierras a las pymes, esas mismas a las que se les pide que produzcan? ¿A dónde se fue la voluntad política?
Habría que volver a decir que no todo ha sido falta de recursos para invertir. Si se examina la participación de los sectores en la inversión total, puede comprobarse que una buena parte de los recursos que se han invertido no fueron para propiciar la producción de alimentos y enfrentar así el cerco que Trump nos tendió; no estuvieron en función de asegurar esa soberanía alimentaria de la que tanto hemos oído hablar.
¿Cómo es posible que habiendo declarado al sector agropecuario un sector estratégico, luego de haberlo ratificado en las dos actualizaciones de la estrategia hechas bajo el impacto de esa combinación terrible que fueron las medidas de la Administración Trump y la pandemia, todavía en 2022 la participación de la agricultura en la inversión sea menor que la del año 2021 y menos de la mitad de lo que fue en 2020?
¿Cómo es posible que la participación de la agricultura en la inversión sea más de diez veces menor que la inversión en el sector inmobiliario? Hoy tenemos pocos turistas para tantas habitaciones y muy pocos alimentos para esos pocos turistas. Tenemos también muchas colas que han durado demasiado tiempo.
Pero no se ha llegado hasta aquí sin intentar revertir algunas de estas situaciones. Antes de las muy comentadas 63 medidas para estimular la producción agropecuaria y de la aprobación de la Ley de Soberanía, en la segunda década de este siglo, más de una veintena de medidas se habían tomado con el mismo propósito, sin los resultados que de ellas se esperaban.
Sería bueno preguntarse cómo es posible que el sector que más medidas ha recibido (no olvidemos las 91 de la industria de la caña) no ha podido despegar. ¿Será acaso que no se han identificado adecuadamente las causas?
¿Y por qué no llegar a esa Mesa Redonda con un programa concreto, con dinamizadores identificados y con incentivos coherentes con el propósito de producir y aprovechar nuestra agricultura? Por ejemplo:
- Entregar tierra de forma efectiva a quien la trabaje.
- Aplicar sanciones graduales al que no la utiliza adecuadamente.
- Reducir el aparato burocrático del Ministerio de la Agricultura.
- Redimensionar el sistema empresarial estatal en el sector agropecuario, tanto en la cantidad de empresas así como de su aparato burocrático.
- Crear un Banco de Fomento Agropecuario, con participación del capital estatal, privado y cooperativo nacional y de capital extranjero.
- Abrir el sector al capital privado nacional, cooperativo y extranjero con incentivos fiscales, arancelarios y crediticios.
- Aprobar de forma expedita usufructos a personas naturales, cooperativas y pymes, además de incentivos crediticios, fiscales y arancelarios.
- Aprobar de forma expedita las cooperativas de segundo grado en este sector.
- Crear Zonas Especiales de Desarrollo Agropecuario, con los mismos incentivos de los que hoy disfrutan las compañías radicadas en el Mariel.
- Fomentar y poner a licitación alianzas público-privadas para el desarrollo de proyectos de economía circular, cadenas cortas de suministros, comercialización de productos agropecuarios y producción de bienes e insumos para el sector agropecuario.
- Subordinar las delegaciones de la agricultura a los gobiernos municipales.
Sin duda harían falta “reglas de juego” muy claras, que generen confianza y ayuden a olvidar sinsabores.
Quizá no hagan falta tantas medidas, pero hay que echar a andar y arrancar la mala hierba de una vez y por todas y para ello se necesita la “voluntad política”, aquella que entiende la naturaleza, a los seres humanos y a la sociedad.
Fueron sentimientos encontrados los que me produjo volver a escuchar el rosario de dificultades del sector, del cual nos habían regalado un avance en la pasada sesión de la Asamblea Nacional. Sentí vergüenza, y no ajena, sino propia. Pienso que en lo particular no he hecho lo suficiente por dejarles a mis nietos soluciones a problemas que un día, cuando aún no pensaba en nietos, creí que estarían resueltos cuando llegara este momento.
Centrarse en las causas, no en los problemas. Hay que gobernar, dirigir, organizar, controlar. Hacen falta conocimientos, honestidad voluntad, verguenza!.
Excelente Juan.Misión imposible el crecimiento de la agricultura. Premisas contar con autonomía, vender un por ciento en divisas al turismo, comprar un por ciento en divisas a los productores para que compren los insumos a tiempo.
Cuando se explicará al pueblo y se debatirá con los economistas lo relacionado a la prioridad a la inversión inmobiliaria, en detrimento de la producción de alimentos. Cuando un diputado hará la pregunta clave y exigirá por la respuesta
Lo mejor es que expone propuestas y soluciones con claridad y sentido comun
Imposible no entender y más aún no cambiar lo que tiene que ser cambiado
¿Voluntarismo: contrarrevolución?
¿A dónde se fue la voluntad política? La clase dirigente cubana es una casta mediocre e insesible que por su forma de actuar poco le importa el sufrimiento de sus ciudadanos…
La unica solucion para Cuba y los cubanos es la democracia, la mediana, pequena y empresa independiente.
Complacido con lo que expone el profesor al igual que los comentarios. Se necesita una tercera reforma agraria y eliminar el CENTRALISMO democrático con ello la burocracia se desmorona
Que democracia necesita Cuba, no la concibo como la pugna de partidos por el
poder, sino como la elección y aprobación mediante votos y referendos con candidatura abierta
Muy de acuerdo con todo. Es una prioridad financiar más este sector. Es necesario fomentar MIPYMEs agrícolas para que la creatividad de nuestros campesinos se desborde.
Saludos