“Lo que te cuente es poco”, me dice Yolexis* sin ocultar su pesadumbre. “Esta racha ha sido terrible. Ni te puedes imaginar, la verdad”, añade sin asomo alguno de su jovialidad característica.
“Del cará’, mi hermano”, atino a responderle a sabiendas de que tiene razón. De que por mucho que quienes estamos fuera de Cuba intentamos mantenernos al tanto de la isla, de sus dificultades y tragedias sucesivas, no podemos —aun con nuestras vivencias previas— calar por completo su desbordante realidad.
“A ver, ¿cómo te resumo? Estuvimos días sin luz y sin agua después de Rafael, se nos echó a perder la comida, en la calle no aparecía casi nada y lo que aparecía, agárrate el bolsillo, pero era eso o irte en blanco, y luego tampoco ha mejorado, hasta el pollo anda perdido”, me dispara mi amigo.
“Además, la corriente la siguen quitando un buen rato todos los días, el agua viene cuando puede, entre los apagones y las roturas de las bombas, y el otro día los vecinos tuvimos que comprar una pipa por la izquierda para rellenar la cisterna. Del transporte y el resto de la lucha diaria mejor ni te digo”, añade en ráfaga.
“Y nosotros, después de todo, no somos los que peor están”, acota. “Fuera de La Habana está duro el mambo. Saca cuenta de que en Artemisa todavía hay un poco de gente sin corriente y sin techo por Rafael. Y en Oriente entre el otro huracán y los temblores acabaron con una pila de casas. Y si hablamos de apagones, hay lugares donde los están tirando de 18 y 20 horas. ¿Te imaginas?”.
Suben a más de 46 mil las viviendas afectadas por los recientes huracanes y sismos
El panorama reciente de Cuba es descorazonador. Dos huracanes, dos sismos y desconexiones del Sistema Eléctrico han caído como un alud en apenas semanas para agravar la situación de un país golpeado por una profunda y continuada crisis económica y energética desde hace varios años.
El escenario resultante, el que impera en medio de labores recuperativas y el intento de autoridades y población de reencauzar —en lo posible— la vida, dista de ser normal. Pero, entre tantos infortunios y problemas, ha terminado tristemente por normalizarse. Por convertirse en lo cotidiano. Es otra “nueva normalidad”, considera mi amigo con pesar.
“Más bien anormalidad”, trato de socavar una idea que, de alguna forma, otros conocidos y familiares en Cuba también me han transmitido en los últimos tiempos. Pero desde fuera ciertamente las cosas no se ven ni se entienden igual.
“Es que con todo lo que ha pasado, la normalidad que ha quedado ya no es normal. O, para decirlo como tú, la anormalidad es lo normal ahora”, reflexiona Yolexis en una especie de trabalenguas de lógica inapelable. “Fíjate que antes el Gobierno hablaba de coyuntura, de excepcionalidad, pero ya ni tanto.”
“¿Te acuerdas de que al final de la pandemia empezó a hablarse de una ‘nueva normalidad’, una con nasobuco y otras medidas que se tenían que seguir cumpliendo? Pues esa ‘nueva normalidad’ por suerte no duró mucho, pero esta, la verdad, tiene pinta de que va para largo”, sostiene.
“Es que ya va para largo, porque esto no empezó ahora con los huracanes y los sismos —le comento—. La misma crisis del Sistema Eléctrico viene de la pandemia, si no de antes. Y están las consecuencias del Ordenamiento y la Bancarización, que supuestamente iban a resolver los problemas y terminaron por enredar mucho más la pita. Eso, sin hablar de la crisis económica y las sanciones de Estados Unidos”.
“Sí, lo que ahora estamos en una ‘fase superior’, como decían los profesores de Marxismo”, responde mi amigo. “Por eso te digo que ni te puedes imaginar. Esta no es la Cuba de hace un año. Se parece, todo esto ya pasaba en mayor o menor medida, pero ahora es lo normal. Lo de todos los días. Lo anormal, o más bien lo imposible, es que no se vaya la corriente y recojan la basura y la comida aparezca fácil y no tan cara”.
“Para colmo, para que no fuéramos a creernos cosas, Trump gana las elecciones —remata—. Y mi cuñado y otros socios de allá eufóricos con eso y mi suegro acá echando pestes y diciendo que ahora menos se iría para Estados Unidos. Y yo lo único que hago es sacar cuentas de cómo podríamos estar el año que viene y qué voy a tener que hacer para que la niña y la familia tengan lo principal al menos”.
Los comentarios de Yolexis por WhatsApp no hacen sino ahondar mi propia tristeza y desasosiego por lo que sucede en Cuba y mi incapacidad manifiesta para transmitir aliento —aunque me esfuerce— a quienes siguen en la isla, lidiando día tras día con esa cotidianidad apabullante.
Mi amigo, como otras veces, me lee el pensamiento y me salva de otro posible intento desafortunado.
“No hace falta que me consueles, brother; yo sé mejor que tú cómo está la pelea aquí y también que tú y otros amigos de veras sienten todo lo que pasa. Eso se cae de la mata. Así que no te angusties por allá, que ya iré resolviendo. Mejor me cambias el tema, para salir un rato del canal este”, me dice.
La resolutividad de Yolexis, su voluntarismo y fortaleza, que tanto me asombraban ya en Cuba, vuelven a maravillarme a miles de kilómetros de distancia. Imagino cuántos como él no habrá por allá, “surfeando la ola” como le gusta decir a él mismo, y cuánto podrían hacer realmente si estuvieran en otras circunstancias.
Pienso hablarle de fútbol —una de nuestras pasiones en común— para cumplir con su sugerencia, pero entonces recuerdo su idea de criar gallinas en el patiecito de su apartamento y le pregunto cómo va ese proyecto.
“Pues no va”, me dice rotundo. “Con todo lo que ha pasado he tenido que dejar eso en stand by. El dinerito que pensaba dedicarle lo tuve que ‘fundir’ en comida para nosotros estas semanas, y lo que ha ido cayendo después, lo mismo”.
“Igual yo le meto mano en algún momento, en cuanto la cosa se estabilice un poco, tú verás”, no se da por vencido.
“Pero ven acá, chico, ¿yo no te dije que me cambiaras de canal?”, me recrimina de momento. “Mejor dejamos la economía a un lado, que si no me vuelvo a conectar y me estreso. Prefiero hablar de pelota, que ya ni cojo lucha con eso. ¿Viste el papelazo que hizo Cuba en el Premier 12?”.
* Yolexis es un personaje ficticio, creado por el autor como recurso literario. Sus opiniones resumen comentarios de varios amigos que residen en Cuba, recibidos por el autor en conversaciones con ellos a través de Whatsapp.