Getting your Trinity Audio player ready...
|
Aliosky García Sosa (Cienfuegos, 1979) no solo es un excepcional artista del grabado, sino que, además, ha dedicado años a estudiar los orígenes y desarrollo de esa manifestación en Cuba, y a promover, mediante curadurías y talleres, las obras de muchos de sus colegas.
El suyo ha sido un camino de formación esforzado: nivel medio profesional (Academia de Artes Plásticas Oscar Fernández Morera, Trinidad, 1996-2000), estudios de diseño escenográfico (Instituto Superior de Arte, La Habana, 2001-2004), Licenciatura en Artes Plásticas, especialidad en grabado (Instituto Superior de Arte, La Habana, 2004-2009) y un sinnúmero de talleres y alguna que otra maestría de asignaturas tan disímiles como aquellas específicas de su especialidad, problemáticas artísticas del Caribe y gestión y administración cultural.
En 2002 Aliosky realiza su primera muestra personal: De la imagen a la realidad (Galería de Arte. Abreus, Cienfuegos); la más reciente es una bipersonal con Ibrahim Miranda, titulada La experiencia velante (MS17 Art Project, New London, Connecticut, EE.UU., 2016). Entre uno y otro extremo se reúnen doce exhibiciones en solitario entre Cuba, Suiza y los Estados Unidos, y un mar de exposiciones colectivas que han permitido que su obra sea apreciada, además, en Corea, Venezuela, Francia, México y Puerto Rico.
Lo característico de la obra de este artista es su contención, su extraordinario poder de síntesis. En piezas de gran perfección formal, Aliosky dice mucho con lo imprescindible. No adorna, no edulcora, se planta ante el espectador a dirimir puntos de vista, si bien no categóricos, sí lo suficientemente originales como para ser atendidos. Sus xilografías son de las mejores que se hayan producido en nuestro país.
Lo he invitado a dialogar no sólo para enterarnos por cuáles rumbos andan ahora artista y obra, sino, además, para que nos ofrezca elementos para la mejor comprensión de la historia y evolución de la creación de impresiones originales seriadas en nuestro país, a través de los tiempos.

¿En qué momento, durante el proceso de formación académica, te encontraste con el grabado? ¿Cómo se fue dando la relación con esa técnica hasta llegar a convertirse en el centro de tu obra creativa?
Desde mi juventud he sentido vocación por el arte. Al igual que muchos jóvenes interesados en las artes visuales, mis primeros trabajos exploratorios se centraron en el dibujo y la pintura. Un día observé al maestro Rafael Cáceres sacar una impresión de la prensa en el taller de grabado de Cienfuegos, y ese hecho quedo fijado en mi memoria; luego hice mis primeros monotipos en primer año de la Academia Oscar Fernández Morera, de Trinidad, Cuba, donde cursé el nivel medio en Artes Plásticas.
En segundo año elegí la especialidad de grabado, y comencé a realizar estampas gráficas. Al conocer las diferentes técnicas y múltiples posibilidades que ofrece el grabado, pensé que primero debía aprehender y dominar el lenguaje de la gráfica, más adelante podría pintar, que era lo que siempre quise ser. Pero con el tiempo el grabado ha seguido siendo preponderante dentro de mi obra y la pintura se ha quedado en espera de futuros proyectos.
Mi primer grabado en madera (xilografía) lo hice en 1997, muy influido por la gráfica del expresionismo alemán. Al imprimirlo, experimenté una sensación de regocijo que no me abandona hasta el día de hoy. El arte también es disfrute para el que lo hace. Estoy abierto a trabajar otros medios, como dibujo, pintura, escultura, cerámica, instalación, pero sin dudas el grabado me sigue atrapando. y creo que aún no termino de experimentar todas sus técnicas y variantes.

Según mi cuenta, has realizado más de quince muestras personales. ¿Todas han sido de estampas?
Sí, mis exposiciones personales han estado dedicadas al grabado, un medio que ha sido el foco principal de mi trabajo hasta ahora. Si bien he explorado otras técnicas, aún no he considerado oportuno presentarlas en exposiciones individuales. De manera simultánea a mi actividad artística, me he dedicado a la enseñanza y la investigación.
He realizado varios proyectos curatoriales e historiográficos, sobre todo relacionados con la historia del grabado y el arte cubano y caribeño, considero que hay que rescatar del olvido muchas etapas y artistas dentro del panorama del arte cubano. Hemos padecido por décadas la desmemoria, el borrón y cuenta nueva, la censura y el anonimato de muchos de nuestros más destacados artistas. ¿Quiénes seríamos sin lo que nos ha antecedido? ¿A dónde iríamos? ¿Como sabríamos si hemos equivocado el camino?

¿De estas exposiciones, cuál consideras más relevante, en la que más alto nivel de realización artística alcanzaste?
De todas las exposiciones personales que he realizado hay una de mi preferencia; aunque no es precisamente personal, es lo que le llamamos bipersonal, ya que fue con Ibrahim Miranda, quien había sido mi tutor de tesis del Instituto Superior de Arte.
Unos años después, una galerista y gran amiga, Migdalia Salas, nos unió para hacer esta exposición que se tituló La experiencia velante, que se realizó en Ms17 Art Gallery, New London, Connecticut, Estados Unidos. La exposición se centró en varias series de uno y otro, los mapas y cobertores de Ibrahim y mis xilografías, y los conjuntos de impresiones a partir de tablas de cortar carne, entonces fue una muestra abarcadora de la obra de ambos.
Dentro de mis proyectos curatoriales, Grabado en la memoria es otra exposición significativa, ya que fue un muestrario de una amplia selección de artistas graduados en la especialidad en el ISA, y otros que, sin ser propiamente grabadores, habían incursionado en la gráfica. Con esta última exposición obtuve mención en el premio de curaduría que otorga el Consejo Nacional de Artes Plásticas de Cuba.
¿Cuál es la modalidad de grabado que más has ejercido? ¿Tienes preferencia por algún soporte en particular para grabar?
Dentro de las artes gráficas me interesan todas las técnicas, he trabajado unas más que otras, conozco casi todas las técnicas tradicionales del grabado: xilografía, calcografía, aguafuerte, litografía, linóleo, serigrafia, colografía…, pero le he dado preponderancia a la xilografía.
Disfruto sobremanera el proceso de cortar la madera con gubias y cuchillas, luego la magia de la huella que dejan las fibras en el papel cuando se imprime la imagen. Por la relación que he establecido a través de los años con la madera, un organismo vivo, es que esta técnica sobresale por encima de otras dentro del corpus de mi obra.

¿Hay temas recurrentes en tu obra?
Francis Bacon dijo: “El arte es obsesión por la vida y, a fin de cuentas, puesto que somos seres vivos nosotros mismos, constituimos nuestra mayor obsesión” Te diría que es el hombre, ese misterio que intenta desesperadamente ser social y queda en la eterna porfía entre Eros y Tánatos, quién me interesa y me lanza a hurgar, desde mi propia experiencia de vida, en sus eternas interrogantes.
¿Cuál puede ser la mayor obsesión del hombre si no lo es él mismo? Quizá ahí puede estar la recurrencia en mi obra, ya que prefiero mostrar al público las inquietudes que ellos no quieren o no pueden expresar, la angustia, la frustración, el miedo, la soledad y el patetismo de la vida cotidiana. En esencia, cuestiones existenciales, que envuelven al hombre contemporáneo en una locación que, en mi experiencial personal, aunque nacional por excelencia, sirve de metáfora y espejo del hombre como sujeto universal.
Para ello me valgo de la gráfica, del grabado, del exigente proceso de elaboración artesanal de las diferentes técnicas y procesos que caracterizan este medio de las artes plásticas; voy desde un grabado figurativo, expresionista, simbólico, si se quiere tradicional, hasta uno más experimental e instalativo. Me muevo en estas dos pulsiones, no me interesa la moda, solo trato de ser sincero conmigo mismo y expresar todas las inquietudes que me asaltan a diario.

¿Cómo se fue convirtiendo el grabado cubano en una disciplina suficiente en sí y con conciencia de sí, más allá de su función utilitaria en el mundo de los habanos, y como elemento en el proceso de divulgación de la obra “mayor” de los artistas?
El grabado en Cuba tiene una larga y rica tradición que tiene como antecedentes, por solo citar algunos ejemplos, las vistas de La Habana tomada por los ingleses Elias Durnford y Dominique Serres, las marquillas de tabaco del Siglo XIX y libros como Viaje pintoresco por la Isla de Cuba, de Eduardo Laplante, todos elaborados en litografía.
Con la creación de la Asociación de Grabadores de Cuba, a mediados del siglo XX, este medio cobra un mayor protagonismo dentro del desarrollo de las artes plásticas en el país. Este nutrido grupo, con Carmelo González al frente, elevan el nivel de reconocimiento del grabado cubano dentro de la amplia gama de manifestaciones artísticas que predominaban en la isla durante aquel periodo. Ellos fueron los precursores, que allanaron el camino para los que continuaron esta labor, los cuales van a expandir el concepto de grabado, su alcance y divulgación a límites inimaginables.

Has trabajado la historia del grabado cubano. Desde tu perspectiva, ¿cuáles serían, a grandes rasgos, los hitos más significativos en su desarrollo, desde la Colonia hasta hoy?
A Cuba arriban las técnicas del grabado en los siglos XVII y XVIII, procedentes de países como Holanda, España, Francia e Inglaterra. Grabadores que llegaron en diferentes oleadas y quedaron fascinados por la exuberancia y majestuosidad del paisaje y el clima del Caribe. Salvo en algunos casos, que han aparecido estampas hechas desde Europa con solo la descripción del paisaje o la arquitectura, como aquellas primeras reproducciones de acontecimientos bélicos o aquellas idílicas imágenes de la isla con sus montañas escabrosas y cúpulas bizantinas, fruto de la más exaltada de las fascinaciones.
Luego, el auge de la industria tabacalera trajo la técnica de la litografía y dio pie a que se establecieran diferentes talleres por toda la isla para contribuir a la promoción y publicidad comercial de este sector mercantil de la economía nacional. Si bien esto retrotrajo la posible evolución de un grabado más artístico, más tarde propiciará el resurgimiento de esta técnica ya con otros presupuestos estéticos.
Muchos de los más importantes libros producidos en el siglo XIX cubano, emplearon las diferentes técnicas de grabado en boga del momento; ejemplo de ello son Descripción general de diferentes piezas de historia natural, impreso calcográficamente por Manuel Antonio Parra en 1787; la edición litográfica del libro Isla de Cuba pintoresca, realizada por el francés Federico Mialhe en 1838; el libro litográfico Paseo pintoresco por la isla de Cuba, de L. Cueva y F. Costa confeccionado en 1841; Los cubanos pintados por sí mismos, impreso por el cubano José Robles e ilustrado, con litografías, por el español Víctor Patricio Landaluze en 1852; y quizá el más famoso de todos: Los ingenios, que en 1857 litografió Eduardo Laplante, todos constituyen hoy día iconos del grabado cubano de estos dos siglos. Pero en el siglo XIX el grabado en Cuba no rebasó la mera reproducción técnica y mimética del paisaje y los tipos sociales del entorno citadino.

Durante los primeros años del siglo XX, el grabado cubano entró en un periodo de inactividad, y se restriñó solo a la ya mencionada promoción de la industria tabacalera y algunos otros productos de carácter comercial. No es hasta 1928 que se establece la cátedra de grabado en la Academia de Artes Plásticas San Alejandro por el pintor de origen español nacionalizado en Cuba Mariano Miguel.
Luego, entre los años 1930 y 1940, un grupo de artistas van a trabajar de manera esporádica el grabado. Algunos de ellos fueron el español, radicado por un tiempo en Cuba, Gabriel García Maroto, Domingo Ravenet, Eduardo Abela, Carlos Enríquez, Andrés Nogueira, Mirta Cerra y Atilano Armenteros.
En 1949 se da un hecho insólito, el pintor cubano Carmelo González regresa de su estadía en el Arts Student League de Nueva York, donde recibió formación gracias a una beca que se le otorgó por su destacada trayectoria como estudiante de la Academia de Artes Plásticas San Alejandro. Comienza a nuclear en su casa a sus amigos y condiscípulos, y les muestra lo aprendido en torno al grabado en su estancia neoyorquina.
A finales de este mismo año, realizan una exposición, Xilografías cubanas, y se constituyen en un grupo que luego se nombrará Asociación de Grabadores de Cuba (Agc). Estos introducirán el grabado cubano en los salones nacionales de artes plásticas, compitiendo así, en igualdad de condiciones, con la pintura y la escultura del momento.
La Agc, además, hizo exposiciones itinerantes por diferentes provincias del país e impartió clases magistrales de las diferentes técnicas del grabado y los antecedentes históricos de la manifestación. Otro aspecto importante es el contacto que la Agc estableció con diferentes países, como Estados Unidos, España, Portugal, Austria, Venezuela y, sobre todo, México.

La década del 60 es prodiga en las actividades de la Agc, que desarrolla una intensa actividad de promoción del grabado en nuestro país y en el extranjero; participan en eventos importantes de grabado latinoamericano; contribuyen a la difusión de la gráfica política con en la edición de las carpetas alegóricas a la revolución cubana, entre las que sobresalen la 1ra Declaración de La Habana y Grabados de la Revolución.
Sin embargo, la Agc se desintegra en el año 1968, ya que se crea la Sección de grabado de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), y el gobierno decide disolver, como parte de su estrategia de integración política, todas las organizaciones no gubernamentales existentes en el país. En 1962 se crea el Taller Experimental de Gráfica de La Habana, adonde acudirían los jóvenes artistas del momento y algunos exmiembros de la Agc.
También en este año se funda la Escuela Nacional de Arte (Ena) y, unos años más tarde (1976), el Instituto Superior de Arte (Isa), instituciones que contribuyeron al desarrollo de una fuerte tradición gráfica, tanto en el plano técnico como conceptual. Esta nueva hornada de grabadores logra insertarse en muchas bienales y eventos importantes dedicados al grabado a escala global, y gana varios de los primeros premios en estos certámenes, lo que demuestra que el trabajo ininterrumpido ha logrado infundirle al grabado cubano una excelente calidad.
Su carácter experimental, su capacidad de producción simbólica y técnica y su diálogo con otros lenguajes de los que se nutre, le han aportado un reconocimiento tanto dentro como fuera de la Isla y su inserción en circuitos de producción y comercialización internacional.

Sé que el paso del grabado de asignatura complementaria de pintura a especialidad fue un camino no exento de contradicciones en las escuelas de artes cubanas, y que, en ese proceso, allá por 1972, en la Escuela Nacional de Arte, tuvieron un papel protagónico Luis Miguel Valdés, Tomás Sánchez, Enrique Pérez Triana (“El Pollo”) y Ángel Alfaro.
La enseñanza del grabado en Cuba, como ya he señalado, se inició en 1928 con la Catedra de Grabado inaugurada en la Academia de San Alejandro por el español Mariano Miguel. Luego fue continuada, en 1958, por Carmelo González. En 1962 se funda la Escuela Nacional de Arte y llega a formar parte de su claustro inicial el artista peruano Francisco Espinoza Dueñas, quien enseñaría esta especialidad a los primeros estudiantes que llegaron de los lugares más recónditos de la isla.
Poco después, las enseñanzas de aquel maestro serían continuadas por el recién graduado Roberto Pandolfi y, luego, por Luis Miguel Valdés, quien asumió la dirección de la Catedra de Grabado de la ENA, acompañado, como bien dices, por Tomás Sánchez, Enrique Pérez Triana, Julio Pérez Medina y otros que se irían sumando a través del tiempo. Fue Luis Miguel Valdés el promotor de la incorporación del grabado como especialidad formativa en la Ena y en el sistema nacional de enseñanza de la plástica en Cuba. Incontables artistas cubanos han contribuido a formar a otros artistas, se debe divulgar la labor de muchos de ellos, los caso de Servando Cabrera y Antonia Eiriz han quedado para la historia como dos de los más importantes maestros de la plástica en Cuba.
Cuentan que Belkis Ayón, quien enseñó grabado en San Alejandro y en el Isa, donaba parte de los materiales traídos de sus viajes a sus estudiantes. A mi llegada al Isa, a comienzos de la década de 2000, ya una parte significativa de esta historia se había desvanecido. Durante el tiempo que estuve frente al Departamento de grabado del ISA dediqué todo mi esfuerzo por rescatar parte del legado de nuestros antecesores. Muchos proyectos quedaron inconclusos por las limitaciones materiales y la falta de apoyo, pero pese a todo se alcanzó a realizar la exposición Grabado en la memoria e imprimir un catálogo de ésta donde estuvieron representados una gran cantidad de los artistas que pasaron por las cúpulas de Cubanacán, y dejaron su impronta en el grabado cubano contemporáneo.

Existe la creencia de que el gran auge del grabado cubano después de 1959 estuvo condicionado por la imposibilidad de los artistas de acceder a otros materiales plásticos que siempre han escaseado entre nosotros. ¿Es así? ¿La rápida expansión de la colografía, cuya matriz es básicamente papel, tiene que ver con esto?
En las últimas décadas muchos artistas cubanos siguen apostando por el grabado como medio para la creación de su obra. Sin embargo, se nos presentan incógnitas tales como: cuáles son las motivaciones que aún hoy, en pleno siglo XXI, ofrece esta técnica milenaria que en sus inicios fue uno de los adelantos más importantes de todo el hemisferio occidental, cómo el desarrollo de las nuevas tecnologías ha incidido en la búsqueda de nuevas maneras de expresarse, cómo la carencia de materiales estimula la experimentación.
Habría que preguntarse: ¿Son similares los desafíos de los grabadores en Cuba a los de cualquier artista en otras partes del mundo? Creo que el grabado cubano ha demostrado, a pesar de las carencias materiales a las que hemos estado expuestos por tanto tiempo, su nivel de calidad, su carácter experimental lo destaca del resto de la producción del caribe y más allá. Hoy el grabado cubano es reconocido tanto dentro como fuera de la isla, y ha logrado insertarse en circuitos de producción y comercialización internacional. Esto lo distingue del resto del grabado producido en otras partes del mundo.
Yo, que he tenido la posibilidad de salir de la isla y ver exposiciones y museos, en ocasiones aprecio obras que están hechas con los mejores materiales, pero no dicen mucho. Es posible que esta carencia material nos haya condicionado, pero también nos ha impulsado a sacar de la nada una obra poderosa y trascendental. Uno de los mayores ejemplos es la imprescindible obra de Belkis Ayón, que en los últimos tiempos ha recorrido importantes museos del mundo, y, como dices, está realizada en la técnica de la colografia, que no es más que una matriz de cola y papel.

En el año 2000 Luis Miguel funda en México el taller de gráfica La Siempre Habana, institución de referencia en ese país de fuerte tradición en el grabado. Recientemente estuviste en Lsh realizando unas piezas. ¿Qué significó para ti trabajar por unos días en ese espacio, que es una suerte de prolongación simbólica del Taller Experimental de Gráfica de La Habana?
Era un sueño incumplido desde hacía mucho tiempo, incluso ya había visitado México en dos ocasiones, y por diferentes razones no se me había dado la oportunidad de, al menos, conocer el taller. Esta vez sí pude ir y realizar dos grabados con la asesoría del maestro Luis Miguel y su experimentado impresor Samuel Cadena. En solo una semana terminé dos grabados a dos planchas con degradación de color. Luis Miguel es una suerte de memoria viva de la historia del grabado y el arte cubanos. Compartir con él sobre tantos temas e historias pasadas fue muy grato.
El taller cumple veinticinco años de creación ininterrumpida, han pasado por allí consagrados del arte cubano como Adigio Benítez, Gilberto Frómeta, Nelson Domínguez, Eduardo Roca, Tomás Sánchez, Roberto Fabelo, Zaida del Río, José Bedia, Carlos García de la Nuez, Ángel Ramírez, Arturo Montoto, Luis Lara, Agustín Bejarano, Carlos René Aguilera, Alexis Leyva “Kcho”, Eduardo Abela, Luis Enrique Camejo, Bernardo Navarro…; y connotados maestros de México y otros países, como Raúl Anguiano, José Luis Cuevas, Vicente Rojo, Gabriel Macotela, Sergio Hernández, Miguel Castro Leñero, Maximino Javier, Victor Hugo Núñez, Flor Minor y Victor Guadalajara, entre otros. Espero puedan celebrar estos veinticinco años de intenso trabajo con una amplia exposición de todos los artistas representados.

Hace algún tiempo vives en los Estados Unidos. ¿Has logrado integrarte al contexto cultural de ese país? ¿Has encontrado allí un ambiente propicio para la comercialización de la obra?
Abandonar el terruño natal ha sido como quitarse la piel y salir al camino expuesto al sol, el polvo, la lluvia, la nieve…y se atraviesa por innumerables etapas complejas, pero la vida es aquí y ahora, solo tenemos el momento presente y nada nos garantiza qué pasará mañana.
Salí de Cuba en 2017 a cursar una maestría en una universidad de Louisiana, Estados Unidos. Por el camino me trasladé a la Universidad de Puerto Rico e hice una maestría en gestión cultural en el recinto de Río Piedras. Al graduarme de la maestría decidí quedarme en la isla, que me acogió con los brazos abiertos. Ya conocía al gran artista Antonio Martorell y al artista y curador Humberto Figueroa, quienes me tendieron la mano. Logré un trabajo como guía de sala y tallerista en el Museo de Arte de Bayamón; allí tuve contacto con muchos artistas consagrados y noveles, pero insertarse en un nuevo contexto como artista o profesor requiere tiempo.
La obra gráfica que venía haciendo desde Cuba ha estado por momentos detenida. Dentro de toda esta vorágine le he dedicado más tiempo al dibujo, y poco a poco voy sacando alguna que otra idea en grabado cuando se me da la oportunidad, como ahora en el taller La siempre Habana. Me he convertido en ciudadano del mundo, y una y otra vez estoy recomenzando. Cuando parecía que iba insertarme en el contexto boricua, decidí irme a los Estados Unidos, entonces ha sido comenzar de nuevo, otro idioma, nuevos amigos, nuevas costumbres, así que aún estoy en el camino, solo trato de vivir el día a día y aprovechar este peregrinaje como una enseñanza.
Entre 2012 y 2017 fuiste jefe del departamento de Grabado en el ISA. ¿Continuaste impartiendo docencia fuera de Cuba?
He impartido talleres de grabado en linóleo en el Museo de la Universidad de Puerto Rico, donde laboré en mi etapa de estudios de la maestría en gestión cultural. Impartí también talleres de monotipo y linóleo a la comunidad en el Museo de Arte de Bayamón. En estos momentos estoy dando clases de arte en una escuela primaria en Minnesota, a niños latinos desde Kindergarten a octavo grado.

Si te fuera dado crear un museo del grabado cubano, ¿quiénes serían los veinticinco artistas que no podrían dejar de estar representados?
Hacer una selección de los mejores grabadores dentro de la historia del grabado cubano es muy complejo, hay tantos y tan buenos que en cualquier lista siempre quedarían muchos excluidos. Si tuviera que hacer una selección trataría de no omitir a aquellos que han quedado en el olvido. Por otra parte, hay muchos que han sido legitimados y gozan de mayor reconocimiento, pero no podría dejarlos fuera por sus aportes, entonces es una tarea doblemente embarazosa porque el tiempo ha pasado y en Cuba los artistas nacen y crecen como la mala yerba, como dijera Gerardo Mosquera. Veinticinco serían solo la punta del iceberg, pero ahí van:
Carmelo González, Jorge Rigol, Armando Posse, Carlos Manuel Díaz Gámez, Lesbia Vent Dumois, Umberto Peña, Antonia Eiriz, Alfredo Sosabravo, Rafael Zarza, Nelson Domínguez, Luis Miguel Valdés, Eduardo Roca “Choco”, Tomás Sánchez, Ángel Alfaro, Humberto Castro, Ángel Ramírez, Pablo Borges, Agustín Rolando Rojas, Luis Lara, Agustín Bejarano, Belkis Ayón, Ibrahim Miranda, Sandra Ramos, Abel Barroso y Juan Carlos Rivero…
¿Puedo seguir? Me vienen a la cabeza otros nombres.
Para la próxima. Por hoy, se nos acabó el espacio.