Tiene 24 años, es habanera y estudia en la Universidad de las Artes. Antes pasó, hasta graduarse, por las aulas de la academia San Alejandro. Trabaja mucho y viene con prisa. Pese a que su carrera está en los inicios, ya cuenta con varias exposiciones personales realizadas en Cuba y participación en 22 muestras colectivas dentro y fuera del país. Ha recibido distinciones en certámenes nacionales de grabado, pero se le conoce principalmente como pintora. Sus obras comienzan a aparecer en colecciones importantes de arte cubano, como la del español Luciano Méndes.
Quizá sea temprano para pedirte un statement o declaración de artista. ¿Te arriesgas, no obstante, a enunciar tu poética?
Mi obra trata sobre personajes femeninos vistos en ambientes cotidianos y naturales (playas, jardines, interiores), en interacción con el espectador, mostrando escenas vívidas y llenas, precisamente, de colores.
Desde mi producción artística exploro las formas de representación de la mujer en la cultura contemporánea, con una visión de género, raza e identidad.
Intento conectar historias marginales e imaginadas, agregando referencias reales, personales, literarias y ficcionales. Las historias marginales son aquellas casi olvidadas o colocadas de lado por el discurso tradicional, narraciones profundas o íntimas, pero también relatos contra la corriente, contados en los márgenes de libros leídos, historias poscoloniales, subalternas, historias mestizas, fuera del centro, historias del Sur, que ganan así una dimensión política.
Noto que tu obra está emparentada con el pop art, sobre todo por las soluciones más gráficas que pictóricas. En Cuba recuerdo dos ejemplos destacados de artistas que se movieron por esos senderos: Raúl Martínez y Umberto Peña. Aunque tu obra no tiene otros puntos de contacto con ellos que el genérico, ¿los reconoces como antecedentes valiosos?
Sí, por supuesto. La presencia de Raúl y Umberto como referentes en mi obra es muy importante, ambos han influido mucho en mi forma de hacer; primero, en el uso de la más amplia gama de colores. Creo que conocer el trabajo de ellos me permitió perderle el temor al color; y en cuanto a la figuración, e incluso diría que en la operatoria a la hora de trabajar, la obra de Raúl, sobre todo aquella que parte de modelos populares no reconocidos, me ha impactado mucho y se constituyó en una forma de hacer en mi obra, sobre todo acudiendo a modelos que, por lo general, primero fotografío, tal y como lo hacía Raúl Martínez.
¿De dónde viene Daniela Águila? ¿Cuáles son aquellos artistas internacionales que más han contribuido a la conformación de su mirada, aun cuando ello no se exprese de forma detectable en las piezas?
En mi trabajo existe la huella de varios artistas visuales que, por las razones más diversas, despertaron un profundo interés en mí desde edades tempranas. Entre los nacionales, y como queda dicho, Raúl pudiese ser el caso más llamativo.
Recuerdo que, siendo muy joven, mi papá, a partir del interés que me provocaban algunas obras de él que teníamos en casa, tanto fotografía como pintura, me regaló su autobiografía Yo Publio. Conocer la vida de Raúl Martínez contada por él reforzó mucho el interés que me provocaba su obra.
Entre los internacionales, los artistas que se me revelaron primero a partir de la biblioteca familiar y que influenciaron mucho en mi gusto por la pintura fueron: Wesselman, Rausheberg, David Horney y, por supuesto, Andy Warhol: todos creadores que en casa se veneraban. Yo no escapé a esa influencia.
Soy de los que piensan que no hay arte masculino y arte femenino, sino solo buen arte, porque el malo no lo es. Por lo que observo, hay un discurso de género en tu trabajo reciente. ¿Forma parte de una actitud consciente? ¿Reconoces temas recurrentes en tu obra?
Si. Quizá no fue algo que me propusiera abiertamente en un inicio, pero lo cierto es que mi trabajo siempre se ha interpretado como representación visual feminista. Es cierto que, por lo general, no empleo modelos masculinos, y que me interesa empoderar el género femenino en mi obra. Mis personajes son mujeres sencillas que presumen de su independencia, tengan una profesión o no. De los más diversos orígenes, son seres capaces de imponerse ante las más variadas y difíciles condiciones de la vida contemporánea, llenas de espiritualidad y belleza criolla, sean blancas o negras.
Entre 2016 y 2021 has realizado cinco exposiciones personales. ¿En cuál de ellas crees que se expresa más cabalmente la pintora que eres y en cuál la que quieres ser en lo adelante?
Es una pregunta complicada. Considero que el ejercicio creativo e intelectual en las artes visuales, y en la vida de cualquier profesional, tiene su razón de ser en la constante inconformidad con lo realizado, en el permanente deseo de superarse y de crecer en el trabajo que uno hace, en el deseo de trabajar y cultivarse para ofrecer siempre un resultado mejor al anterior. En todas mis exposiciones he dado lo máximo que tenía para ofrecer en ese momento, y lo continuaré haciendo en los proyectos venideros.
Recientemente he estado trabajando en una serie titulada Retratos invisibles, que versa sobre la mujer negra, su superación y sus conflictos de vida, e intenta mostrar la capacidad de crecer a costa del trabajo, la actitud irreverente ante la vida que te da palos, pero a la que le pones tu mejor cara y tu mayor esfuerzo.
Has crecido en un ambiente rodeado de arte, gracias al coleccionismo de tu padre. ¿Es un elemento a tener en cuenta al hablar de tu inclinación vocacional?
Bueno, yo nací en el año 99, y ya en esa fecha en casa las artes visuales tenían un lugar muy importante. Mi papá siempre mantuvo una relación casi familiar con pintores y escultores. Desde pequeña tuve el privilegio de conocer, e incluso de llamar tío, a varias de las figuras más relevantes de la plástica en Cuba; visitaba sus talleres y en ocasiones me embarraba de pintura junto a ellos. Por supuesto que esto influyó en mi vocación y en el deseo de fijarme metas altas que están muy lejos aún, y que, tengo muy claro, solo se pueden alcanzar con mucho trabajo e instrucción.
¿Coleccionarías, de ser posible, arte cubano? ¿Cuáles son los diez artistas nacionales que no deberían faltar en tus paredes? Incluidas o no en esta lista, ¿cuáles son las artistas con las cuales sientes mayor afinidad, sea por sus exploraciones temáticas, por su actitud ante el hecho creativo o por sus hallazgos artísticos?
El coleccionismo, según mi padre, es un vicio, una pasión que una vez te abraza no te deja ir. Lo más importante es no caer en la tentación y seguir con rigurosidad tu estrategia antes definida y muy estudiada. Es muy difícil controlar el impulso de adquirir algo que te gusta, pero no todo se puede.
Existen determinados principios inculcados por la práctica de mi padre que son casi religiosos y se practican para evitar errores: primero, comprar solo lo que te gusta; segundo; adquirir obras de artistas a los que preferiblemente conozcas y con los que tengas empatía; y, tercero, que las obras sean relevantes de la etapa creativa del autor, preferentemente ya expuestas o publicadas, para lo cual es necesario estudiar mucho la obra del artista y leer cuanto se haya publicado sobre él.
Es por eso que, si alguna vez coleccionara, tendría que ser arte cubano, y en mis paredes no podrían faltar Raúl Martínez, Antonia Eiriz, Roberto Fabelo, Manuel Mendive, Alfredo Sosabravo, Consuelo Castañeda, José Bedia, Flavio Garciandía, Carlos Quintana y, más jóvenes, José Enrique Camejo, Alejandro Campins, Niels Reyes, Osy Milian… Podría mencionarte diez nombres más sin problema.
Sigo a muchas artistas contemporáneas con las que me siento muy identificada. Creo que en los últimos años ha existido un mayor reconocimiento y visibilidad para las mujeres en el mundo de las artes visuales. Se han dado a conocer a grandes artistas, algunas jóvenes; otras, no tanto; todas con un resultado relevante en sus carreras.
Menciono algunas: Lisa Brice, que tiene una obra pictórica muy fuerte, con escenas casi cinematográficas. Estas pinturas figurativas alteran el canon de hombres blancos pintando mujeres para hombres blancos; el tratamiento que da de la figura femenina rompe con la mirada colonial masculina.
Amy Sherald es otro de los grandes referentes de mi trabajo, su obra se ha dedicado a documentar la experiencia afroamericana contemporánea en los Estados Unidos.
Kara Walker, con sus obras gráficas que cuestionan la construcción de la identidad, los prejuicios sociales y las preconcepciones vinculadas a la etnia, el género o la sexualidad, y las tensiones que estos aspectos producen en los diferentes ámbitos de la vida.
Y como ellas muchas otras que en mi opinión están revitalizando el arte contemporáneo.
¿Aspiras a incorpórate a ese grupo selecto?
Bueno, yo trabajo. La crítica y el público dirán la última palabra.