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Diana Balboa (Cienfuegos, 1945) cumple 80 años, y piensa celebrarlo de la manera más orgánica posible: exponiendo nuevas obras en el lugar que ha sido por tantísimos años su escuela, su estudio y su casa: el Taller Experimental de Gráfica de La Habana.
Con más de trecientas exposciones colectivas en su haber, su obra se ha expuesto, también de forma individual, en cuatro continentes (América, Europa, Asia y África), y forma parte de notables colecciones públicas y privadas de Italia, Cuba, Francia, España, Perú, Chile y Colombia.
Como es mi vecina, cabría pensar que este diálogo se dio en alguno de los parques de nuestro entorno. Pero no. Nos hemos comunicado a través de Internet, como si ella viviera en Cuba y yo, en Alaska… Son los tiempos, el calor insufrible y el hecho de que nuestros hermosísimos parques hayan sido atacados por la desidia y el vandalismo, y apenas quede un banco sano donde posarse a conversar.
¿Comenzó en tu provincia natal el aprendizaje de las artes visuales?
No, desde muy pequeña vivo en La Habana. Nunca perdí los vínculos con la provincia, muy atados con Limones, pequeño asentamiento perteneciente al municipio de Rodas, donde se respiran las humedades del río Damují, y la naturaleza es pródiga y bella.
Allí viví por un corto periodo, lo que me dejó la experiencia de asistir a una escuelita rural en aquellos lejanos y difíciles tiempos para los campesinos cubanos. Nací en el campo, con la ayuda de una partera que atendió a mi madre. Mi primer aliento se mezcló con el perfume de las flores de los cafetos, y los olores del tostado del grano y la colada reciente.

Llegué a La habana con 2 años y medio. Siento un amor grande por esta bella y acogedora ciudad, que tanta nostalgia te provoca cuando estás distante.
Estudié magisterio al regresar de la Campaña de Alfabetización. Se necesitaban profesores, pues muchos habían abandonado el país. Dudé entre la escuela de arte y el compromiso social. Tal vez no supe entender que la creación artística es igualmente importante. Romanticismo o necedades de juventud.
La ausencia de recursos técnicos para la enseñanza (láminas, maquetas…) y mis habilidades, me compulsaron a buscar en San Alejandro los conocimientos de diseño, dibujo y color indispensables. Luego, la vida me colocó en el Taller de Decoración de Salud Pública, donde ocupé una plaza de “pintora artística”. En ese centro conocí a Juan Boza y a Roger Aguilar, que también trabajaban como pintores, y ya eran maestros del grabado. Por ellos, con ellos, llegué al TEGH, a un costado de la Plaza de la Catedral.

El grueso de tu obra lo constituye el grabado. ¿El ejercicio de este género se debió a un acto de voluntad o la escasez de materiales para realizar otro tipo de obras?
Me considero grabadora por voluntad propia. Por amor a un género artístico de infinitas posibilidades y sorpresivos resultados en la impresión de cada estampa. La impronta del grabado no se puede resumir en palabras, menos aún escritas; hay que verlo, conversarlo, discutirlo. Es un género que para muchos es “menor”; tal vez también un sentimiento de reparación, de justicia, me acercó al “oficio”. Podemos estar hablando horas sobre ello. Los invito al Taller de la Plaza de la Catedral, y continuamos con el tema.
Dentro del grabado, ¿cuál es tu técnica preferida?
Son muchas las técnicas: litografía, calcografiá, xilografía, colagrafía, serigrafía…, pero ahora ya todo está tan mezclado, es tanta la experimentación, por suerte, que muchos grabadores asumimos el reto de las técnicas mixtas, que es una suma de técnicas tradicionales específicas.

¿Cómo definir tu obra desde el punto de vista estético? ¿Se adscribe a algún estilo o escuela? ¿Hay temas recurrentes en tu trabajo?
He trabajado, en este largo camino por las artes visuales, series y temas diversos. No solo en grabado, sino también en los géneros de pintura, dibujo y cerámica. No puedo concentrarme en un “tema” o una “manera” repetitiva. Me enamoro, investigo, me aventuro. La música, gracias a la presencia en mi vida de Sara González por treinta años, fue uno de los temas más persistentes en el tiempo.
En cuanto a estilo o escuela no comparto la idea de poner etiquetas; en el arte ni en nada. Soy sustancialmente figurativa, por si esto explica algo; también, “expresionista”, ha dicho alguien. Pero echo mano a cuanto recurso me pone la vida delante y desata el deseo de hacer.
En tu largo recorrido por las artes visuales cubanas has alternado con figuras de primer nivel, algunas de tu misma generación. Nombra cinco que hayan tenido importancia especial para ti, tanto en el plano humano como en el artístico.
Me pones en una situación muy difícil. Igual asumo el desafío: José Luis Posada, Armando Posse, Roger Aguilar, Frémez y Eduardo Roca (Choco). Han sido maestros, amigos, hermanos; pero la lista es muchísimo más larga. La familia escogida es muy numerosa.
¿Cómo llegas a la octava década de vida? ¿Sigues creando? ¿Tienes planes inmediatos?
Ahora estoy “jugando con el futuro”, que es la razón de esta exposición personal por mis 80 años de vida. Así disfruto y enfrento la vejez, que no es ancianidad. Jugando en serio, haciendo creíble todo lo amable en una etapa dudosa donde el confort no debe ser razón exclusiva para la felicidad.
Sigo creando y, con ello, alimento planes, invitaciones, propuestas, y, como dice una canción popular, “donde me llamen, voy”.

Cuéntanos de qué va Jugando con el futuro.
Te paso el fundamento de la exposición. Por favor, compártelo. Así los espectadores pueden hacerse una idea de lo que van a ver.
Lo hago:
El centro conceptual de la expo es el juego. Nació de una mirada a la ludopatía, y sus limites entre este y la adicción. Pero en el desarrollo del tema encontramos otras verdades que ampliaron su sustancia.
Un arte irónico que alerte; un llamado a la inteligencia que despierte a las consecuencias de los mitos y también muestre que el juego es una necesidad básica, no solo diversión o evasión.
Sirve, además, para comprender el mundo y a los que nos rodean; construye preferencias, desarrolla habilidades desde la infancia.
Es emoción, esperanza contenida, y/o frustración del ser interior, pero también, de cierta manera, persecución de la felicidad.
De niños jugamos al escondite, los agarrados, las casitas, al medico, a las ruedas o rondas… Inventamos otros juegos. Y aun seguimos jugando, creando, ejecutando sus enseñanzas, preceptos, temas… cada día. Cada cual elige sus barajas, manos, medios, pero continuamos como “jugadores”, “apostadores”. Y asi decimos: “a estas alturas del juego”; “hagan juego, señores”; “las cartas sobre la mesa”..
Por ello convocamos a los espectadores-jugadores de esta muestra a encontrar la recompensa, el riesgo, a recuperar lo perdido, a anticipar lo que va a pasar, a apostar, a disfrutar todo como una adicción a vivir con fe y alegría eso que llaman futuro.
Solo les pido tolerancia. Y recuerden: lo perfecto es enemigo de lo bueno.

Qué: Jugando con el futuro, exposición de artes visuales de Diana Balboa con la colaboración de Alicia Leal y Betzi Arias. Curaduría: Yamilis Brito.
Cuándo: Desde este viernes hasta el 30 de agosto; de lunes a sábado, de 10:00 a. m. a 4:00 p. m.
Dónde: en el Taller Experimental de Gráfica de La Habana. Callejón del Chorro, Plaza de la Catedral, La Habana Vieja.
Cuánto: Entrada libre.