En mis tiempos de universitario, solía coincidir en la Colina con estudiantes de otras carreras. Era la hora lenta del almuerzo, paréntesis necesario antes de entrar en el desenfreno de la tarde, por lo regular cargada de actividades extraescolares casi nunca justificables, pero que pesaban en la evaluación de una integralidad utópica. En tales ocasiones, a la sombra de los laureles, hablábamos de todo, preferentemente de libros leídos, películas vistas, discos escuchados… Eran muchachas y muchachos brillantes en sus respectivas especialidades que concluían declarando que se habían equivocado de carrera. Ante un comentario sobre el último filme de Godard o la más reciente novela de Vargas Llosa, el cálculo matemático, el estudio de bacterias, la memorización de textos jurídicos les resultaban áridos en extremo.
Era una época en que la sociedad cubana estaba ávida de cultura. La gente podía ir a una función de ballet o a un concierto de la Sinfónica sabiendo que no lo “entendería” todo, pero que ahí, en el escenario, pasaría algo que terminaría influyendo positivamente en su percepción del mundo.
Ernesto Villanueva (La Habana, 1970) no es de mi generación, pero heredó de ésta —como nosotros lo hicimos de la precedente— su curiosidad intelectual y una cierta sensibilidad para situarse en el universo como ente cargado de conciencia, con ojos y corazón para calibrar lo justo y lo bello.
Cursó una carrera tecnológica en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría, donde se apertrechó de herramientas que luego utilizaría en la concepción de su obra pictórica, que se me ocurre calificar de racionalista lírica, con incursiones en el arte geométrico y en el concretismo.
Entre exposiciones personales y colectivas, Villanueva ha mostrado su trabajo en Cuba, Estados Unidos, España, Alemania, Inglaterra, Suiza, Costa Rica, Canadá, Luxemburgo, Corea del Sur, Filipinas, México, China, Colombia y Portugal.
Una de sus series más largas y exitosas, Summer in my Garden, ha entrado en un nuevo momento: Jardines en expansión. Por tal razón lo visito en su estudio de El Vedado, donde se da este diálogo.
“Hago un paréntesis en Summer in my Garden —me dice— para participar en el debate filosófico que rodea a la teoría del Big Bang. El universo, según la ciencia, se expande rápidamente, mientras la sociedad continúa su marcha hacia la decadencia. El hombre, único ser capaz de concientizar sus emociones, juega a ser Dios, pero un Dios irresponsable y egoísta. El espacio de felicidad utópico, el jardín interior que simboliza la armonía, también se transforma y expande. Inquieta no conocer los confines del universo, pero más no conocer los límites de nuestra capacidad de destrucción”.
¿Cómo fue la conversión de ingeniero a artista visual?
Estudié Ingeniería por influencia familiar, sin tener una vocación bien definida. Después, en tercer año de la carrera, conozco la obra de algunos maestros retirados de San Alejandro, como es el caso de Jesús Valdovino, que era tío de mi mujer, y Eugenio D´Melon. A su vez, otros amigos artistas visitaban la casa que posteriormente, y por casi treinta años, ha sido mi estudio-galería, en la esquina de Obispo y Aguacate, La Habana Vieja. Quien era mi suegro y también artista y escultor, Luis Valdovino, fue hasta su muerte un entusiasta defensor de mi obra y el alma de ese lugar.
¿Tus estudios de dibujo técnico influyeron de algún modo en tu filiación al arte geométrico o concreto?
El dibujo técnico me encanta, pero pienso que fue la estética de los circuitos, de la microelectrónica, lo que transporté a mi obra como herencia de esos años. Después comencé un camino que me llevó a conocer otras influencias, y todo se fue mezclando.
Entre 1958 y 1961 estuvo activo en La Habana el grupo 10 Pintores concretos, entre los que se contaban artistas de la talla de Wifredo Arcay, Salvador Corratgé, Martínez Pedro, Sandú Darié, Loló Soldevilla, Rafael Soriano y Pedro de Oraá. ¿Alguno de ellos te sirvió de paradigma en los momentos iniciales de tu carrera? ¿Es el concretismo —como se afirma— un arte cerebral, frío, con escasas posibilidades de emocionar?
En algún momento en que ya había hecho bastante obra geométrica, de cierta forma me obsesioné con la idea de que me faltaban piezas del rompecabezas, sentía que no podía justificar teóricamente lo que estaba haciendo. Entonces me tomé varios meses para llevar adelante un proyecto sin ninguna pretensión de publicación: escribí un ensayo sobre la historia universal del arte geométrico. Le pedí ayuda a Jorge Fernández para acceder a la hemeroteca del ISA, y estuve varios meses yendo todas las mañanas a la Biblioteca Nacional.
Así descubrí el tremendo abanico de opiniones y criterios que había alrededor de esta disciplina. Abstracción, arte geométrico, arte concreto e, incluso, arte conceptual, pueden ser denominaciones independientes o pueden coincidir en determinadas obras. Además, la historia y la crítica han relegado casi todo lo que no salió de los centros dominantes del arte. Nada sencillo el tema.
De los diez pintores concretos conocí a varios, pero no a Loló, y fue su obra la que más me impresionó. Aún lamento no haber podido comprar unos dibujos suyos, maravillosos, que estaban a la venta en la galería Acacia; mi bolsillo de joven artista no tenía lo suficiente. Aún el fenómeno Carmen Herrera no había desatado la avidez por los geométricos cubanos.
El arte concreto sí tiene poder para emocionar, el asunto es a quién. Una vez que una persona rebasa la mayoría de edad, ya carga una mochila con una determinada cultura visual. Lamentablemente, los sistemas educativos se han ido especializando en función de las necesidades productivas de la sociedad, y lo que antes se denominaba cultura general, y se entendía además por algo necesario, es ahora mismo un concepto muy contaminado. De cualquier manera, en temas emocionales soy el peor sujeto para responder tú pregunta. Vivo al margen de las redes sociales y hay muchas cosas ahora mismo que no entiendo. “Concretando”: a mí, el arte concreto, me emociona mucho.
Te gradúas en 1994, y al año siguiente realizas tu primera exposición personal: Bosquejos de colores, en la Galería Mariano Rodríguez, de La Habana. ¿Durante la carrera ya pintabas?
Sí, desde tercer año. Sobre todo, experimentaba. Esa primera exposición fue inolvidable, no por las obras, sino por el apagón que sonaron justo cuando la galerista dijo: “Ahora pueden pasar a ver las obras”.
Afortunadamente, varios previsores habían llevado linternas, y fue divertido. O al menos así lo recuerdo.
¿Has tenido la certeza de ser un artista? ¿Desde cuándo? Define qué es un artista para ti.
Antes de sentir que era un artista, otras personas afirmaban que así era. Críticos de arte, periodistas, galeristas y muchos amigos que creyeron en mi obra. Sin embargo, el hecho de pintar un lienzo en sí mismo, no me daba la satisfacción que exigía mi autoestima. Comencé a introducir ideas y conceptos desde el mismo momento de pensar en una obra, y poco a poco, paso a paso, ese trabajo intelectual se fue convirtiendo en lo más importante.
Lo primero, un artista es quien es capaz de crear una obra de arte. Lo segundo sería definir qué cosa es una obra de arte. Aquí ya empezamos a caminar por el pantano de la postmodernidad. Casi nunca los encargados de conceptualizar el arte son artistas, y hemos llegado al punto donde todo, o casi todo es defendible como arte. Por eso, me limitaré a darte mi modesta definición de obra de arte. Es aquel elemento, pintura, escultura, instalación, etc., que tiene una función estética como prioridad. Creo en el poder transformador de la belleza.
Luego, por supuesto, esa obra puede y debe transmitir ideas, sugerir cambios, provocar emociones, pero, y esto es una opinión no excluyente, no apruebo que se sacrifique la prioridad estética. Creo que el hombre necesita del arte tanto como del alimento, porque es una ayuda nada desestimable para convivir con todos sus demonios, sus dudas y con la idea de la finitud de la vida.
¿Puede ser seccionada tu obra por etapas perfectamente discernibles? ¿Cuáles serían estas? ¿Cómo se ha dado la transición de una a otra etapa? ¿Das por clausurada o agotada una etapa o “cometes” revisitaciones?
Dentro de todas las series que conforman mi obra, me muevo libremente y sin ningún tipo de autocensura. Las tres grandes etapas de mi obra, por orden de aparición son: Broken city, o Ciudad rota; Los laberintos, y la serie Summer in my garden, o Verano en mi jardín. Luego, entre cada una de ellas suele haber un grupo de obras de transición. El cambio o movimiento se debe a mi curiosidad por explorar otras aristas o ideas, siempre desde el color, porque yo concibo la pintura como un proceso de construcción de composiciones a partir del color y no de la línea.
Todas estas etapas me han dejado grandes satisfacciones y no suelo nunca compararlas o ponerlas a competir entre sí. Los cambios son inherentes a la vida y me alegra que mi obra se mueva y cambie, pues sería muy aburrido pasar todo el tiempo “fabricando” obras de arte muy parecidas, aunque a veces esto sea lo que el mercado y los mercaderes exigen a los artistas.
Señala las tres exposiciones más significativas en tu carrera hasta el momento y cuéntanos por qué las consideras así.
Con la galería La Acacia realicé varias exposiciones que tuvieron bastante impacto en mi carrera, pues me abrieron las puertas para participar en diferentes ferias internacionales de arte.
Después, recuerdo con mucho cariño la exposición retrospectiva de mi obra que se realizó en el Palacio de los Congresos de la ciudad de Le Mans, Francia. En un espacio enorme, se expusieron obras de varias colecciones, y fue impresionante ver tantas piezas expuestas de una vez. Como suele pasar con las instituciones en Francia, lo organizaron todo al detalle, desde un año antes.
Por último, en 2014 expuse en Londres, en Different Gallery. Una muestra muy cuidada y que costó mucho esfuerzo lograr detalle a detalle, pero que al final me dejó grandes alegrías. Las exposiciones muchas veces se sueñan, se trabaja duro para lograrlas, y cuando ves el resultado el día después de inaugurar, ya tú mente está en otro sitio.
Summer in my Garden es una de tus colecciones más largas y conocidas. Jardines en expansión es una derivación o una continuidad de ésta.
Como sabes, Summer in my garden, siempre ha estado asociada a la idea de un estado mental vinculado directamente a la felicidad. Haciendo un paralelo entre esos jardines interiores que se encuentran en las antiguas culturas India, China y Japonesa, veo a mis jardines como un espacio utópico de felicidad. El manejo del color en esta serie es artificioso, y no busca emular a la naturaleza. La forma de la supuesta flor, no podría decirse que es una flor determinada, cuando mucho, un símbolo. Después están estos nuevos jardines de la serie Expanding gardens, donde, como te dije, exploro y a la vez me divierto al sugerir un paralelo con la teoría del Bing Bang, y dejar en el aire una pregunta obvia. Sí todo el universo se está expandiendo aceleradamente, entonces los humanos, que igual estamos hechos de partículas elementales, ¿también nos expandimos?; y nuestras emociones e ideas, ¿corren la misma suerte? Y más allá del límite del universo, en ese espacio tan misterioso y filosófico, ¿alcanzarán a llegar nuestras ideas?
De momento, como no tengo respuestas, he decidido expandir mis jardines, y al menos provocar una sonrisa en aquel curioso que me pregunte, si todo eso no es otra cosa que la fuerza centrífuga.
Eres un lector lo suficientemente voraz como para que esta pregunta resulte pertinente: ¿Cómo se relacionan en tu trabajo las artes visuales y la literatura?
La literatura es parte inseparable de mi vida. Los libros van pasando y dejan una huella que no se calcula en su totalidad. En mi caso, es como si pudiera ponerme una máscara y ver el mundo desde los ojos de cualquier personaje. Los libros son mi evasión favorita, y cuando regreso a la realidad, lo hago muy influenciado por esa fantasía. Es habitual que esté pintando una obra y tome un descanso para leer una hora. En períodos difíciles, cuando el cansancio o la depresión tocan a la puerta, no suelo forzarme a trabajar, sería en vano, en cambio puedo leer toda la noche y salir de ese túnel sin la sensación de haber perdido el tiempo.
Casi siempre hay un libro que encaja perfectamente con lo que tú espíritu necesita, pues los problemas humanos se vienen repitiendo desde hace miles de años, y alivia reconocer que lo que te aflige ya está contado y descrito, despojándote así de todo atisbo de autocompasión.
Si te fuera dado coleccionar arte cubano (por géneros, temáticas, períodos históricos y/o artistas), ¿qué colgarías en tus paredes?
Siempre cuestioné a mi padre porque no se compró un Lam cuando valían 300 pesos, y el ganaba 800. No se le puede culpar, le faltaba información. Ahora estamos en las antípodas, nos inundan de información, e igual es muy difícil orientarse. Pero si me das una máquina del tiempo y un poco de dinero, en mis paredes no faltarían obras de la vanguardia cubana.
¿Qué hay en tu agenda para este año?
Quiero dedicar este año a trabajar en algunas obras de gran formato, cuya realización he debido posponer porque he pasado largos períodos fuera de Cuba. Es un tipo de trabajo que debe hacerse por etapas, y sin interrupciones. Cuando comienzo una de estas obras, me gusta pensarlas muy bien y suelo hacer pruebas en formatos menores. Es un proceso que disfruto mucho.
Ya, con el tiempo, me he adaptado a la idea de que mis tres hijos viven fuera de la Isla, y no me gana la ansiedad y el deseo constante de viajar a verlos. Esa es una situación para la que no estaba preparado y me ha costado superarla. Así que dedicaré 2024 a tomar un descanso merecido, y pasarlo trabajando con tranquilidad, cerca de mis libros, mis gatos y mi mata de mango.