Gilberto Frómeta (La Habana, 1946) pertenece a la primera promoción de graduados de la Escuela Nacional de Arte (1962-1970). Antes había estudiado dibujo comercial en los Estados Unidos (1958-1960). Impartió docencia en Cuba (dibujo), Ecuador (grabado en metal) y México (manipulación fotográfica.
De 1970 es su primera exposición personal: La estafa de la libertad, Galería La Rampa, Hotel Habana Libre, La Habana. De 2021 es la muestra más reciente: La magia de la media tinta sigue viva, Galería Taller La Maldita Circunstancia, Barcelona. Entre una y otra median más cuarenta exhibiciones en solitario en Cuba, Venezuela, Portugal, Corea, Mongolia, Japón, Panamá, Estados Unidos, Francia, Malasia, España, Ecuador, Colombia, México, República Dominicana, Suiza y China. En la Primera Bienal de La Habana, realizada en 1984, Frómeta obtuvo dos premios en grabado, el del Espacio Latinoamericano de París y el Premio Nacional de Grabado Francisco Javier Báez. Obras suyas forman parte de las colecciones de varias instituciones públicas, como el Museo de Bellas Artes (Cuba), Museo Nacional de Szczecin (Polonia), Museo de Arte Moderno de Cuenca (Ecuador), Museo de Arte Cubano (Austria), Museo de Arte Contemporáneo de las Américas (Miami, USA) y el Museo del Concejo Metropolitano de la Ciudad de Bradford (Gran Bretaña).
Va el diálogo.
Desde que preparábamos la exposición Abstract Continuous no nos vemos. Vinieron años de COVID-19 y mucha zozobra. ¿Qué ha sido tu vida desde entonces? ¿En ese tiempo depusiste los pinceles?
Desde noviembre de 2019 retomé el dibujo a tinta y plumilla. Ya en 2020 se efectuó la exposición tripersonal Abstract Continuous, que tú curaste para el Kendal Art Center (KAC) de Miami, hoy Museo de las Américas (MOCA), compuesta por obras de Víctor Gómez, Rigoberto Mena y mías, con algunas piezas de gran formato realizadas en China tiempo atrás. Durante todo ese año, hasta 2022, continué dibujando, alternando con pintura sobre lienzo.
A finales de 2021 viajé a España y me instalé en Madrid. Realicé una pequeña muestra de dibujos en Barcelona, en el taller de grabado La Maldita Estampa. Es en esos momentos cuando incorporo a mi repertorio, de una manera más contundente, la imagen del toro, que años atrás, en la Habana, ya había trabajado, pero sólo en algún que otro dibujo a línea, que aún conservo.
Durante todo 2022 pinté esos cuadros en los que aparecen caballos y toros en comunión. Unos en el ruedo, otros simplemente libres. En 2023, en La Habana, continúo con esa pintura, hasta el presente, que combino con la abstracción.
Tu obra la has realizado en Cuba, China, Estados Unidos y España, países en los que has permanecido por largas temporadas. ¿El desarrollo de tu obra ha sido influido por los diferentes escenarios en los que has trabajado o los movimientos entre países afectan solamente lo que podríamos llamar la zona existencial? ¿Puede la obra separarse de la persona que la gesta?
No creo que la obra pueda separarse de quien le cree. Forma parte de uno, no es una camisa que te cambias por otra. No puedes mudar la piel; quizá, por necesidad, hacerle algún injerto.
El entorno influye y, de hecho, lo aprecio, pero sin cambiarme la piel. Son culturas diferentes. Los sentimientos de una u otra sociedad son los mismos, humanos; no así su acervo. Eso te permite otra óptica de la vida, sus costumbres, la alimentación, los olores, las formas de pensar y actuar; tu molde seguirá siendo el mismo, pues se trata de idiosincrasias distintas.
Es decir, que la zona existencial sí influye… Y, de alguna manera, aunque no quieras, tarde o temprano sale en tu trabajo, a través del color, el contenido y todo lo que encierre el mundo bidimensional de un cuadro, o tridimensional si es escultura.
Se te reconoce como un artista versátil, básicamente un pintor, aunque has ejercido el dibujo y el grabado con éxitos notables.
El desarrollo de un pintor, aun cuando ejerza distintas disciplinas, está dado por la suma de sus experiencias y el saldo en conjunto de la obra de vida. Todo, de alguna manera, está relacionado. En mi caso podrías decir que entre figuración y abstracción hay grandes diferencias, pero no lo veo así. La figuración fue la que me sacó al ruedo, pero en su momento me dio pie o me empujó hacia la abstracción que, junto con Antonia Eiriz, mi profesora en mi época de estudiante en la Escuela Nacional de Arte (Ena), me quitó la venda de los ojos para apreciar el color.
Hoy por hoy, después de cincuenta y tantos años de trabajo profesional, no sabría encasillarme —o más bien ubicarme— en una u otra vertiente de las artes visuales. Las abrazo todas: la pintura, el dibujo, el grabado en metal, el diseño gráfico, el arte digital y, dentro de esa amalgama de medios o formas de expresión, la figuración y la abstracción como polos opuestos y fundamentales de mi trabajo.
Eres, en iguales dosis, figurativo y abstracto. Entiendo que en ti la abstracción llegó después, cuando ya eras ampliamente conocido por los cuadros con figuras equinas, lo que ha sido tu marca. ¿Cómo, cuándo y por qué surge en ti la necesidad de la abstracción?
La abstracción ha sido esencial para el desarrollo de mi trabajo. Al introducirme en ese mundo, lo hice a través del color, la mancha gestual, el grosor de los pigmentos al aplicarlos, las texturas, la estridencia fauvista de los colores, las emociones internas, los problemas sociales de mi entorno. Todos esos ingredientes se cuecen sobre la superficie del lienzo.
El arte abstracto, al igual que un laboratorio de fotografía analógica, encierra una magia que solo los entendidos pueden valorar. Uno con los pigmentos y la luz, el otro con productos químicos y también la luz. De hecho, antes de caer en el mundo de la figuración a través de los equinos, estuve cerca de una década haciendo mi trabajo con recursos o medios de la fotoquímica, confeccionando mis negativos, en ocasiones hasta de 2 metros, emulsionando los lienzos o las maderas gestualmente con soluciones químicas sensibles a la luz de arco o la solar, imprimiendo esos negativos por contacto para procesarlos después con agua. Más tarde los manipulaba con pigmentos.
Al final no tuve otra que comenzar a dibujar (casi aprender), y lo hice con el tema del caballo como animal, para mí más cercano al hombre que el perro. Estuve en este perfil durante muchos años, produciendo sobre todo en blanco y negro.
Fue la necesidad de plasmar el color lo que posteriormente me introdujo a la abstracción, no sin antes pasar varios años experimentando y echando a perder materiales de trabajo.
¿Tienes períodos absolutamente figurativos o abstractos, o puedes simultanear los dos lenguajes?
Con la abstracción descubrí una manera nueva de expresarme. Desde el inicio me sentí muy libre. Las únicas trabas fueron —y siguen siéndolo— los procesos y procedimientos técnicos a la hora de enfrentarme al lienzo. Siempre busco espontaneidad, pureza y armonía, entre otros objetivos. Nunca agresividad.
Esto no es contradictorio a la hora de volver a la figuración. Una vía complementa la otra. Por supuesto, el ánimo influye y a veces determina lo que voy a emprender. La forma tiene sus propias reglas y límites, pero lo supero rápido porque la belleza de su estructura en específico me atrae, al igual que la luz, la sombra y, sobre todo, las medias tintas… Es como hablar dos idiomas pensando en ellos sin necesidad de traducir.
Veo que continúas muy activo, creando. ¿Por dónde van tus caminos? ¿Has incursionado en alguna temática nueva?
Como has podido ver en estos dos últimos años, incorporé nuevas imágenes en mis escenarios; el toro, el colibrí y algo de paisajismo que siempre me resulta muy difícil, pero lo estoy enfrentando.
Me repatea la fiesta brava o la matanza de toros en el ruedo. Trato de amigarlos a mis caballos y viceversa. El torero no me interesa para nada, sé que es una tradición, con su propia cultura, pero a costa de la vida de un animal que no tiene otra opción que la de cornear al torero, si lo dejan. Sale al ruedo para que lo maten, sólo con su instinto y fortaleza, y el torero lo espera para mostrar su destreza y gallardía, custodiado por otros a caballo o a pie, con mucho traje bello, gorro pomposo, hermosa capa, con movimientos coreográficos, demostrando que es macho con superioridad, inteligencia y espada en mano.
En fin, esto es lo que me indujo a introducir el toro en mis cuadros con otra óptica.
Quisiera incursionar más a fondo en el simbolismo. Y esta, creo, es una buena arrancada. Necesito desarrollar más la abstracción, pero también estoy entusiasmado con los cuadros figurativos que he realizado este año que pasó.
¿Cómo es tu cotidianidad? ¿Cuál sería para ti un día perfecto?
En la vida había podido dedicarme a tiempo completo a desarrollar mi trabajo. Tanto es así, que mi día perfecto es, ahora, cuando, después de quince o veinte días dedicados íntegramente a una pieza, se acerca el momento de dar los toques finales para firmarlo.
¿En cuál de los géneros que cultivas crees que está el aporte sustancial a la historia de la pintura cubana?
No lo sé. ¿He hecho algún aporte? Si acaso, no sería yo el indicado para señalarlo. El tiempo quizá responda tu pregunta.
¿Sigues pensando que la pintura es un misterio?
Sí, siempre lo creeré. Está llena de magia. Y, mientras pueda, seguiré tratando de desentrañarlo.