Para Heráclito de Éfeso, filósofo griego, el fuego era “el sustrato material del universo”, la fuerza primigenia, lo que potencia la transmutación de la materia en agua y tierra. Para la artista cubana Lianet Martínez (Cienfuegos, 1993) es, además, fascinación y alerta, lo que la impele a crear y lo que la advierte de la existencia de una frontera porosa que demarca la aparente naturalidad de lo cotidiano del punto de no retorno. Dicho de otro modo, Lianet pone su arte, que no es más que fluido de su espíritu sensible, a la brasa de los días y las noches, en ese juego de fascinante peligro que consiste en imaginar (y crear) el mundo con arreglo a otras leyes, donde la ética y la estética lleguen a formar un todo indivisible.
Se licenció en la Universidad de las Artes de La Habana en 2019 con la distinción de graduada más creativa. Antes había concluido los estudios de pintura en la Academia de San Alejandro. Tres de sus muestras más recientes son: Sin sentido de lugar, 2018, Galería El Artista, La Habana (bipersonal); Alquimia, 2019, Nuno Sacramento Art Gallery, Ílhavo, Portugal (bipersonal), y Yo camino soñando, 2021/22, Galería La Nave, La Habana. Ahora anda por Suiza, en varios proyectos expositivos a la vez.
En medio de esa vorágine, entre salas de exhibición, hoteles, estaciones de trenes y viajes por carreteras, nos ha concedido esta entrevista.
Tus primeros estudios de artes visuales los desarrollas en Cienfuegos. Luego te trasladas a La Habana e ingresas en San Alejandro. ¿Cómo fue el tránsito en términos artísticos y humano? ¿Te costó adaptarte al nuevo medio? ¿Diferían mucho los métodos de enseñanza?
Desde que estudiaba en la Academia de Arte Benny Moré de Cienfuegos sabía que quería entrar en el Instituto Superior de Arte (ISA), en La Habana. Pienso que influyeron dos cosas en la decisión: ante todo, mis deseos de buscar caminos a mi pasión profunda por la creación; y en segundo lugar, la influencia de mi hermana Libety Martínez, quien desde los 14 años (yo tenía 7) había sido seleccionada para estudiar Danza Contemporánea en la Escuela Nacional de Arte (ENA), mediante un pase de nivel anticipado por su talento y condiciones.
Pasé años viendo a mi hermana ir y venir entre Cienfuegos y La Habana, y sentía cómo crecía, cómo traía otras percepciones que no se generaban a nivel local. Sin tener quizá la conciencia plena de esto, aquellos eventos que ella hacía trayendo de aquí y de allá, me estaban colocando en otras situaciones, en otros contextos que ampliaban mis aspiraciones.
Desde muy pequeña fantaseaba con el futuro y proyectaba mi vida en otros espacios. Mi madre decía: “Lianet siempre tiene la carreta delante de los bueyes”. Pensaba y actuaba con gran motivación por lo desconocido, con la intuición de que algún día podrían concretarse mis ilusiones.
Cuando estaba a finales del 3er año del Nivel Medio en Cienfuegos —y ante mis aspiraciones de estudiar en el ISA como mi hermana— se toma la decisión familiar en 2011 de trasladarme y hacer el 4to año en la Academia San Alejandro, para luego hacer las pruebas del ISA. Implicaba permutar o vender nuestras dos casas en Cienfuegos, porque no eran solo mis padres sino además mis abuelos maternos, que dependían de ellos para valerse.
Este movilizarse toda la familia fue un acto de amor, una muestra extrema de confianza y unión. Ese gesto va conmigo a todas partes porque marcó un antes y un después en mi vida y en la de mi hermana; un gesto que también implica para ambas una responsabilidad. No todo el mundo está dispuesto a dejar atrás el lugar donde construyó su vida toda, en lo profesional y lo social, para comenzar de cero en la capital de un país. Bueno, pues esos fueron mis padres, llevando consigo a mis abuelos.
Cuando hice la presentación con los maestros del 4to año de San Alejandro, me sentía muy nerviosa. Pensaba que no estaba a la altura y que iban a regresarme para 3er año, pero ¡para mi sorpresa! resultó lo contrario.
Me dijeron que estaba adelantada. Traía una serie de instalaciones y obras realizadas en contextos específicos fuera de la escuela (site specific), como parte del currículum de Nivel Medio que ya aborda herramientas que luego se enseñan en el Nivel Superior, y que implementan el desarrollo de un portafolio profesional. Un ejemplo es el haber abordado, todavía en Cienfuegos, los “10 ejercicios cínicos para un pintor abstracto”, programa escrito por el crítico de arte Osvaldo Sánchez para el ISA en los años 80, inspirados en los 13 contenidos que Thomas McEvilley desglosa en su texto On the Manner of Addressing Clouds.
San Alejandro es una gran escuela, con fuerte inclinación hacia la pintura. Tuve excelentes profesores y a pesar de haber estado allí solo un año, hice amigos que aún conservo. Me llamaban “la cienfueguera”.
Eran dos encuentros semanales por ser el año de la tesis y para mí fue una oportunidad y un reto tremendo. Teníamos una casa en La Habana y otra aún en Cienfuegos.
¿De dónde viene la necesidad de expresarte tridimensionalmente? Siendo, como eres, una buena pintora y dibujante, ¿no te bastan estas disciplinas para encauzar tu torrente creativo?
No; los medios no son nunca suficientes. La creación no tiene límites y los medios y soportes que se utilizan para expresar una idea deben responder a esa libertad de manera coherente. La idea demanda el material, el soporte, el medio.
Cuando trabajo, utilizo y ataco lo que sea necesario para llevar a cabo esa idea. Es ahí donde me gusta estar, en esa zona en la que nunca te quedas estático, nunca te será suficiente una fórmula; sino, más bien, salirte de la zona de confort en una búsqueda que te hace sentir inquieta y te obliga a dar un plus de ti mismo, de tu intelecto.
Pienso que ahí se encuentran nuevos caminos, direcciones que van dándole forma a tu propósito en el arte y la vida en general. Son los retos que te hacen crecer.
Mi carrera en la Academia de Artes Benny Moré en Cienfuegos fue de pintura. Creaba obras y ejercicios en pintura, acuarela, apuntes de marina, paisajes rurales, urbanos, retratos y ejercicios creativos, y a la vez tenía la necesidad de expresarme en otros soportes y espacios.
Cuando uno siente esa curiosidad, siempre está expuesto a recibir y encontrar nuevos conocimientos, y todo el tiempo está en modo exploratorio. Es una constante búsqueda que tiene que ver con lo que eres y lo que das.
Mi gusto por lo tridimensional creo que es un sentimiento espontáneo, natural, que se da o no, como en otras personas otras cosas. Visualizo los objetos instalativos, la escultura pública, antes de hacerlos. De hecho, tengo la premisa de que, si no logro visualizarlos antes en mi mente, no puedo llevarlos a cabo, no están acabados en mi cabeza. Una vez que los veo acabados en mi mente, ya están en el plano físico, la realidad.
Lo tridimensional significa una parte importante de mi obra, pues tengo obras bidimensionales que llevo a esta dimensión espacial, a veces en relieve y otras veces simulando el espacio en la representación, como ilusión óptica.
Hay en Cuba una tradición de mujeres que han empleado el arte corporal y la autorreferencialidad como estrategia discursiva, casi siempre desde posiciones que pretenden vindicar el empoderamiento de género en abierta confrontación con actitudes patriarcales. Pienso en Ana Mendieta, Marta María, Cirenaica Moreira, Marianela Orosco, Ailen Maleta… ¿Cómo te insertas en ese grupo? ¿Participas abiertamente de un discurso feminista?
No creo que mi trabajo pueda ser considerado feminista o, al menos, no es mi intención producir desde esta perspectiva.
La artista estadounidense Marilyn Minter define esta experiencia en su afirmación: “Como artista femenina, se deduce que también soy una artista feminista, pero esta concepción nunca entra realmente, activamente, en mi proceso; es solo un hecho”.
Me identifico con esta idea que deja claro que proyectarse desde lo femenino no implica necesariamente la posición política que supone definirse feminista. Esta última —por supuesto, sin desestimar el valor de un movimiento que puso la agenda de las mujeres como prioridad en el plano político— es más cercana al activismo; mientras que mi obra, aun cuando comente sobre género por quien soy y cómo me entiendo y exploro, es más hacia adentro, más personal.
En algunas de mis obras, en special en las que utilizo la fotografía como autorreferencia, como expresión personal que aborda el empoderamiento de género, hay relaciones que se cruzan con la concepción del arte propiamente definido como feminista; pero en mi caso, la reflexión se propone desde un diálogo interno que es “la voz de una mujer” porque eso soy, pero no hay en mi trabajo una agenda política expresa que comparta los objetivos de las posiciones feministas.
He hablado del concepto de “paridad”, por ejemplo, en términos orgánicos de relaciones interpersonales entre hombres y mujeres; intentando superar la concepción binaria del género, saltando la fractura que encierra el acercamiento divisivo hombre vs mujer.
Sin embargo, hay tópicos que toca mi obra que son defendidos por posiciones feministas, y esto es lo bello: cómo podemos acercarnos a agendas de interés mutuo sin excluirnos.
Sucede lo mismo cuando analizamos el arte político: todo arte contiene una dimensión política, pero hay una posición que implica como objetivo cambios en el mundo político y otra que aborda lo político como reflexión; no son lo mismo.
Uno de los temas a los que me refiero, incluso personalmente cuando converso sobre mi obra, es la posición de la mujer en el mundo del arte. Un mundo básicamente patriarcal en el que se ha ejercido un poder vertical desde el control masculino de la narrativa, de la historia.
Por otra parte, pienso en artistas espectaculares de inspiración a veces abiertamente feminista, otras asumidas como tal —Judy Chicago, Barbara Kruger, Kiky Smith o Cindy Sherman, por solo poner algunos ejemplos— o en artistas cubanas como Ana Mendieta o Marta María Pérez. ¡Qué más quisiera yo que llegar a esa estatura! Pero por ahora, como afirma la misma Cindy Sherman, prefiero que el trabajo hable por sí mismo.
Produces tus obras en Cuba. Muchas de ellas son de elaboración compleja, por las dimensiones, por la cantidad de personas que deben involucrarse y por los materiales a emplear. Algunas, pasado el evento en que fueron exhibidas, no quedan emplazadas en lugares públicos. ¿No es demasiado esfuerzo para un resultado que será efímero?
¡Es un esfuerzo enorme que deja un sabor amargo al considerar el destino adverso de algunas piezas!
Los procesos de construcción y materialización de una idea requieren una preparación física y mental entregada, exigen un extra para proyectarte fuera de tu zona de seguridad. En el caso de esculturas monumentales o intervención en un espacio público en Cuba, hay que tener en cuenta muchos factores; desde la génesis conceptual de la pieza hasta la naturaleza de su posible público, el contexto o emplazamiento específico, los materiales, la perdurabilidad (durabilidad material respecto al clima) y el acceso e integridad en la constante interacción con la obra.
A esto último le llamo “la cultura del tacto”, el público tiende a tocar, a sentir la pieza de cerca. Hay cosas en las que vas adquiriendo experiencia: la flexibilidad de esa idea para adaptarse a las condiciones de existencia sin doblegar su sentido, sin rendir su objetivo conceptual en función de su integridad; la idea muta, y a lo largo de ese camino entre lo imaginario y lo real hay dimensiones sujetas a cambios.
Otro aspecto que determina es la habilidad para organizar un equipo interdisciplinario y ser capaz de lograr un liderazgo en función del objetivo final. Las cosas pueden ponerse muy tensas, puesto que las condiciones en Cuba son diferentes y sé que llega un punto en el que hay dos direcciones: abandonar el proyecto o mantener el control, logrando armonizar un equipo que funciona más por empatía que por remuneración, y con esto lograr una obra de arte colectiva, pues ellos también la hacen suya.
Todo este trabajo puede ser percibido como un sinsentido cuando sabemos que muchas piezas no quedan emplazadas o no existe una estructura creada y sostenible para darles un lugar en la ciudad.
Históricamente la escultura ha tenido una balanza desequilibrada puesto que no es algo fácil de hacer ni de salvaguardar (menos aún cuando no están dadas las condiciones) ni existe una intención institucional que facilite el proceso.
Sin embargo, si como artista te pones a considerar estos aspectos antes de lanzarte a soñar, concebir, planear y realizar una pieza de esas dimensiones, posiblemente no la harías y es ahí donde no me permito caer.
¿Qué te interesa más, el resultado conseguido o el proceso de elaboración de la obra?
Ambas son partes del mismo todo. Tanto el proceso de realización de una obra como la percepción del resultado tienen vida propia; son dos estados diferentes enlazados, pero también independientes en algún punto.
A no ser cuando das algo por terminado, tomas esa decisión de cierre, casi todo está siempre en proceso; la vida es eso, un contante aprendizaje cíclico que podríamos considerar “resultados continuados” y que constituye la existencia.
Así uno va creciendo y se va nutriendo de la experiencia, de los momentos de esa experiencia, haciendo una especie de reciclaje a gran escala: lo que alguna vez fijaste como punto de cierre en ese mapa, “como un resultado”, queda sometido a una experiencia móvil en el tiempo.
En términos prácticos, el proceso es la experiencia de ir dilucidando caminos y soluciones. El resultado por otra parte es doble, lo que queda al disfrute de los otros cuando decido que algo llega hasta allí, y lo que queda para mí como experiencia ante mis propias expectativas. Me interesa el arte como extensión de quien soy; que es todo eso, indivisible.
Voy a escoger cinco obras de tu dossier para comentarlas contigo, en un ejercicio que intenta reducir al plano de las sensaciones la valoración de piezas que tienen un alcance complejo. Mi interpretación de cada una no tiene que coincidir con tus propósitos. Me gustaría que participes de este diálogo lo más desprejuiciadamente posible.
Regalo. ¿La eternización del instante? ¿La lucha por vencer la esencia efímera de lo vivo? ¿El acto de recibir como quien ofrece?
Aunque a veces no lo aceptemos, uno espera recibir lo mismo que ofrece. Si hablamos en términos del amor, el ser humano necesita sentirse compensado y equilibrado con la persona que escoge o tiene a su lado entre miles y millones de personas.
A veces es fortuito como un instante, y te gustaría eternizar el momento, pero es fugaz y te puede dejar un aroma dulce o un sabor amargo.
En esta obra utilizo el recurso de lo material para explorar la idea del “presente ideal” que la mente activa como expectativa pero que nos llega para quedarse como algo vacío, seco, petrificado, de lo que alguna vez fue hermoso y que, al conservarse en un estado en el que ya no puede cambiar, adquiere otra dimensión de lo bello.
Si te permites entender que la vida está llena de esos encuentros y desencuentros, el regalo queda como expuesto en una vitrina a consideración de nuestra propia resiliencia.
El arte se encarga de trasformar todas esas energías y darles un lugar que viene desde la autoexpresión, el desahogo o el pensamiento reflexivo. Un regalo: algo que recibes y que puede ser un presente, pero también un recordatorio.
Nombramiento. El cuerpo que aparece a la izquierda es de una persona menos joven que el de la que se aprecia a la derecha. ¿El relevo? ¿El destino irrevocable? ¿El apoyo necesario? Las figuras caen o flotan en un paisaje construidos con fósforos pegados: ¿es fuego la vida? ¿Los fósforos nos hablan del tiempo consumido?
La paridad expresada por dos cuerpos que se funden en un poder otorgado uno al otro. Un apoyo necesario, levitando en el equilibrio de una construcción de paisaje hecha con materiales pegados y quemados.
Pienso en las huellas que el fuego deja a su paso, en los rituales alrededor de este como símbolo de poder y protección; en la meditación basada en la observación de la naturaleza y su continua restauración ante agresiones que la transforman. Eso es la propia vida, marcada por los desafíos de la existencia, el solo acto de vivir y tener un tiempo en el que puedes crear tu propio paso por este mundo, dejar tu propia huella.
El fuego es para mí una forma de depuración y a la vez roza con el peligro, así estoy todo el tiempo, en una búsqueda entre sentirme a gusto y cómoda con lo que hago y, por otro lado, llevarme a los extremos de la creación mediante retos. Es la sal de la vida.
Un nombramiento es el bautizo de una existencia; cuando nombras, designas; como los rituales caballerescos medievales donde, arrodillado, el guerrero se entrega, acepta una pertenencia que le es otorgada. Cuando ese nombramiento es mutuo, entonces se designa una existencia entregada en paridad.
Umbral. Una puerta y muchos picaportes, pero solamente uno franquea la salida o la entrada. ¿Equivocarse y acertar? ¿El inmenso margen de error? ¿Es engañoso lo aparente?
Alcanzar el umbral, estar a las puertas de algo, se relaciona con el valor de lanzarse a un propósito, a un camino. Con una profunda pasión y algunas herramientas, ese paso servirá para conseguir ese objetivo que nace de una decisión. Paralelo a este activador, pienso en el simulacro, en las realidades simultáneas y el espejismo que se dan como imagen ilusoria en ese estado de ganas ya agotado. Pienso en el desierto.
Oportunidades, tiempo, claves, amor; siempre estamos un paso más allá buscando lo que deseamos, al umbral de lo (des)conocido. No sucede cuando quieres, sucede cuando te esfuerzas por obtenerlo. En ese continuo balance que es equivocarse y acertar, en ese inmenso margen de error, pero también de posibilidades, están los misterios por desentrañar, están los retos de un eterno buscador.
Casi siempre lo aparente es engañoso, detrás de la superficie se encuentra un mundo que las personas esconden en mayor o menor medida. Tenemos mecanismos de defensas innatos y otros aprendidos que nos permiten convivir con las estructuras trazadas por la sociedad, pero eso no quiere decir que sea todo lo que somos. Esta puerta “juguetona” guarda una realidad muy cruda: intentar acceder a un espacio otro, a otra dimensión, y a veces acertar y otras veces nunca dar con la clave. Parece un juego, pero es un acertijo: ¿qué nos dará el acceso sino intentarlo?
La dimensión de ese símbolo —incontables llavines que funcionan, pero no abren y donde solo uno logra acceder a un espacio o salir de este— puede ser llevado a todas las perspectivas de la vida y sus circunstancias: desde tus deseos más anhelados en lo personal y lo profesional, hasta la referencia a lo mental: quién accede y quién no a esa dimensión íntima. ¡Cuán difícil es generar ese vínculo y quedarse en la memoria de alguien!
Los grandes aciertos van acompañados de profundas convicciones y sacrificios, de creer en uno mismo hasta el final. En esa búsqueda hay dos dimensiones, la que ves y la que imaginas; del otro lado nunca se sabe qué puede haber, ese es el jugoso misterio de la vida.
Persisto. El cuerpo, con la soga al cuello, no pende. De modo que el desenlace fatal no puede venir sino del modo en que ese mismo cuerpo accione sus partes. ¿Contradicciones internas? ¿Los límites entre lo permisible y lo deseado? ¿El sentido trágico de la existencia, donde cada acto nos acerca al fin?
Persistir es un acto clave para mí, que me acompaña como una intención grabada en alguna parte de mi cerebro. Esta obra habla de esa capacidad para sobreponernos que de alguna forma traemos. Aunque la vida se nos presenta de manera distinta a todos, podemos, sin embargo, con más o menos herramientas, persistir ante el reto, afianzarnos frente al camino que nos desafía.
En ese aparente estado de quietud, de levitación, de sueño existen contradicciones internas que son representadas de manera simbólica: una atadura de la cual no pendes pero que anuncia el peligro, el recuerdo de una soga que tampoco te permite articularte con las partes de tu cuerpo, zafarte de ese estado, pero aun contando con la fuerza mental que guía a ese cuerpo y que es capaz de dominarlo. Esa transformación desde la crisálida, en un estado de intimidad, de introspección en el desarrollo de tus propias alas, oculta del mundo.
En esas contradicciones también está lo permisible y lo deseado, tensión a la que estamos expuestos en todas las aéreas de la vida. Hay cosas que deseamos y a las que accedemos rápidamente, otras nos tocan como segundos fugaces de la existencia y quedan las otras, a las que no podremos acceder porque la amplitud del mundo nos supera. De igual forma, pienso que esa persistencia es un acto de honor con nosotros mismos, con nuestros anhelos, y el agradecimiento por estar vivos que supone el desafío de lo anhelado.
Banquete. ¿La cosificación de la mujer inerte? ¿Servirse del cuerpo? ¿Ofrecerse a todos los sentidos? ¿Sacrificio?
El tema de lo doméstico, los objetos cotidianos que hay dentro de una casa y que tenemos a la mano en nuestros espacios íntimos, siempre está presente en mi trabajo; ya sea mediante fotografías, pinturas matéricas o instalaciones de pequeño o gran formato.
La puesta en escena de una alegoría al recipiente donde va la comida, la ausencia de esta, es un canal de comunicación simbólico para expresar un estado de pensamiento. La mesa, el mantel y la persona que yace inerte bajo esta capa, las vivencias del “banquete”, es una ironía cuando se habla del vacío, de lo amargo del sacrificio y de los tantos límites que ha impuesto históricamente la sociedad a las mujeres.
Veo las obras en estados cinematográficos, móviles que, aunque la imagen dada por el artista es estática, hay referencias a movimientos ocultos que siguen relatando la historia desde la obra. Puede haber segundas y terceras personas detrás del cenital observando para saborear el manjar, o quizá todo un festín. La mujer en estado gravitatorio, solitario, ciega respecto a lo que está sucediendo al otro lado, carga consigo las dos dimensiones de lo posible, la vida o la muerte es un misterio. Una mesa puesta es solo un banquete como posibilidad, como futuro. Una mujer banquete es un observador.
¿Por qué, para qué hacer arte?
Para existir, para explicarme, para entenderme, para sanarme; para ubicar mi propósito en esa abstracción que llamamos la Realidad. El arte es un arma poderosa y como tal es una responsabilidad que tiene el artista. Cómo se expresa el arte en una circunstancia, cómo se trasmite, dictará una historia; activará o re-direccionará sentidos en mayor o menor medida y en todos los órdenes.
El arte “miente” en tanto construye una realidad que le permite existir, es una dimensión alterada de lo cotidiano que invita a la reflexión. ¿O será que es en el arte donde se formula un orden superior de la realidad? Lo que compartimos como realidad, ese consenso, es siempre subjetivo y en esa dimensión, el arte es la herramienta perfecta para dilucidar ciertos límites, ciertas comprensiones.
Cuando entiendes que eso tan concreto que consideramos “la realidad de todos” es un sentido abstracto condicionado por la visión individual de cada quien hacia el mundo, empiezas a comprender que los juicios que emites son de hecho una extensión de tus vivencias y tus creencias. El arte me permite exorcizar mis ángeles y demonios y con ellos brindar una huella de reflexión al mundo. Como dijera el poeta brasileño Ferreira Gullar, “el arte existe porque la vida no basta”.