Por estos días de Bienal, Linet Sánchez muestra su trabajo más reciente en la bipersonal Relatos con un fondo de agua, con Antonio Margolles, en la Casa del Río, La Habana. De este mismo año es The silence of forms (Laundromat Art Space, Miami, Florida, Estados Unidos). Antes había expuesto, también de forma personal, en Cuba, Francia y Suecia.
Estas son algunos de los reconocimientos recibidos por ella hasta el momento: Residencia Habana Cultura (3ra Edición), Habana Club Internacional, La Habana, Cuba (2013); Primer Premio Post-it (3ra edición), Galería Artis 718, La Habana, Cuba (2015); Residencia Flora ars+natura, en colaboración con Artista x Artista, Bogotá, Colombia (2018); Beca de la Fundación de Cultura y Sociedad de Nueva York y la Annemberg Foundation de Los Ángeles para las revisiones de portafolios de la Bienal de FotoFest Internacional 2018, Houston, Texas, Estados Unidos (2018); y Residencia de El espacio 23, Miami, Florida, Estados Unidos (2023).
A la obra de Linet le hallo un parentesco, tal vez no muy remoto, con la pintura de Giorgio de Chirico. Sus piezas me producen la misma sensación de desasimiento que las del metafísico italiano. Y no es que esta muchacha cubana cite formalmente al autor de El enigma de la hora (1911), sino que estructura su trabajo, como él, a partir de una visualidad que intenta permanecer incontaminada, suficiente en sí misma, conceptual hasta el desgarramiento.
Linet busca la lucidez, el sentido último de las cosas, y esa es una práctica inevitablemente desolada. En un momento de esta conversación ella habla de la insatisfacción que siente por no poder retener algo que sabe que está ahí, y que le demanda un nuevo intento artístico y otro. En este punto recuerdo a Johnny Carter, aquel personaje cortazariano de El perseguidor, que siempre está por capturar un sonido elusivo, fugaz, que está ahí sin estar, dentro de la propia cabeza del músico.
Transcribo aquí nuestro diálogo.
A juzgar por la hoja de vida que me has facilitado, tu primera vocación artística fue el ballet. Incluso te graduaste de Nivel Elemental en esa disciplina en la Escuela Vocacional de Arte “Olga Alonso González”, de Santa Clara. Llama la atención que en 2004, justo el año en que terminas en la “Olga Alonso”, ingresas en la Academia Profesional de Artes Plásticas “Leopoldo Romañach”, de tu ciudad natal, para estudiar pintura. ¿Qué decidió el cambio?
Mi madre era profesora de ballet, y mi padre Graduado de Escultura de la ENA y profesor de esa disciplina durante varios años. Quizás esa fue la razón por la que me apasionaban tanto ambas cosas, y el arte en general. La razón del cambio de ballet a Artes Plásticas fue más por motivos prácticos que por preferencia vocacional. No creí ser suficientemente buena en el ballet; además, la vida profesional de un bailarín es muy corta. En las artes visuales, sin embargo, no hay límite de edad; era algo que iba a poder hacer la vida entera si así lo quisiera, además de ser una carrera que me brindaba mucha libertad.
Entre 2008 y 2013 cursaste estudios superiores en el Isa. A once años de tu graduación, ¿cómo evalúas tu paso por el sistema nacional de enseñanza artística? ¿Cuáles fortalezas le reconoces y cuáles insuficiencias?
Desde mi experiencia, el sistema de enseñanza en Cuba es muy bueno. Te ayuda desarrollar habilidades, tanto técnicas como conceptuales. El Isa fue, además, un lugar que, aparte de tener buenísimos profesores, era muy hermoso, que me despertaba muchísimo la creatividad. Por otra parte, en ese momento en ambos niveles de enseñanza había material suficiente para trabajar en las escuelas, y no dependíamos mucho de los medios personales, al menos en las técnicas principales de cada especialidad.
Tu primera exposición personal que aparece registrada es Vigilante de la nada (2013, Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, La Habana).
Fue, además, mi tesis de graduación del Isa.
¿Qué exhibiste en esa ocasión?
Expuse las primeras fotografías de espacios vacíos, y la escultura más grande que he hecho hasta el momento; gracias a la ayuda de mi padre, que durante mis estudios me dio mucho apoyo para cada cosa que se me ocurría hacer.
¿Cómo recuerdas esa primera salida como profesional?
Fue una experiencia muy linda e importante. Ahí sentí por primera vez que podía hacer algo con lo que estaba, hasta cierto punto, satisfecha.
¿Tuviste crítica?
No recuerdo si se escribió algo sobre esa exposición. La muestra con mayor visibilidad para la crítica cubana fue 00:00:00, en la Fototeca de Cuba, en 2020, a la que le dedicaron tres o cuatro textos.
Las piezas tuyas que conozco mezclan la escultura con la fotografía. Estoy pensando en obras como Sin título (cuarto) 3, Sin título (baño), entre otras. ¿Creas las estructuras en madera y luego las fotografías? Relata brevemente tu dinámica de creación.
El proceso de trabajo para las fotografías y videos siempre parte de la construcción de maquetas. Esas fotografías a las que te refieres, forman parte de la serie 00:00:00 #2 y son las primeras obras en las que creo espacios totalmente de madera.
¿Esos objetos tridimensionales no podrían considerarse obras en sí mismas, instalaciones?
Anteriormente, las maquetas eran, en su mayoría, de cartón, un material más complicado de conservar. En ese entonces no me interesaba mucho este tema, ya que esas estructuras eran solo parte del proceso de construcción de una imagen específica, y no estaban pensadas como un objeto que pudiera ser consumido en tres dimensiones. Cada una de ellas fue creada exclusivamente para mostrarse desde un solo punto, el lugar desde el que sería emplazada la cámara para hacer la toma.
Las maquetas de madera utilizadas en la serie 00:00:00 fueron construidas teniendo en cuenta la posibilidad de ser exhibidas. Lo he hecho recientemente en unas pocas exposiciones, pero aún sigo pensando en la mejor manera de mostrarlas.
¿Cuándo asumes la fotografía como una herramienta de trabajo y cuándo se convierte en la expresión última de tu proceso de creación?
La fotografía, para mí, es siempre el resultado final, no una herramienta, como lo es la maqueta en primera instancia. Esto, en el caso de obras fotográficas, por supuesto, no de otros medios como el video y la escultura, en los que la foto me sirve solo como documento de difusión. Trabajo los tres medios a partir de lo escultórico, pero en algunas obras esto es solo parte del proceso, y en otras es el resultado final; por lo que mis esculturas son desde un inicio concebidas como tal.
¿Te consideras una artista contemporánea?
Lo soy. Como lo han sido todos los artistas en su momento, aunque eligiesen trabajar con medios y técnicas tradicionales.
¿Puedes señalar líneas temáticas en tu trabajo?
Mi trabajo está lejos de lo verbal; tiene que ver más con la manera de ser percibido, con ese momento de encuentro con el espectador, o conmigo misma en el momento de creación; con las motivaciones que me hicieron llegar a esas obras más que con la imagen visual resultante. En general, mi trabajo intenta salirse de los límites de lo representado y usar el vacío como espacio de tránsito hacia esa verdadera conexión con la obra, que sucedería en la mente del espectador y en sus propias experiencias.
Quizás pudiera pensarse que mi obra trata de temas como la arquitectura, la memoria, o el vacío; cuando en realidad son solo herramientas para mostrar lo que no se ve, un estado mental, una sensación asociada a las cosas que vivo, la soledad que supone lo mental: ese espacio en el que nadie puede acompañarnos. La insatisfacción que me genera no poder retener nada.
¿Con cuáles artistas te sientes emparentada?
Las primeras obras que llamaron muchísimo mi atención, y funcionaron como un referente en los inicios, fueron las de Rachel Whiteread. Por otra parte, siempre me sentí atraída por aquellas obras que sucedían más dentro de la mente del espectador que fuera. Por ejemplo, artistas como Piero Manzoni, con sus obras que hacían alusión a elementos no visibles; Franz Erhard Walther, con sus esculturas con las que se puede interactuar, pero que también funcionan más allá de la acción, ya que el espectador puede imaginar cómo relacionarse con ellas o simplemente contemplarlas. Artistas como estos abrieron para mí ese camino de la obra como detonante de algo más, una puerta a un espacio más allá de lo representado.
Según veo, tu trabajo tiene un fuerte signo metafísico. La aparente “frialdad” (sé que este adjetivo puede exasperar a los estetas) de esas fotos, desasidas de un contexto determinado, trasuntan un hondo sentimiento de soledad. Al menos es lo que producen en mí. ¿La obra enmascara tu ser más íntimo o lo revela?
Revelan mucho de mí, pero no todo el mundo es capaz de ver lo mismo en ellas, ya que cada cual se proyecta en lo que ve, y en ese punto dejan de verme a mí. Esto es lo más lindo que tiene para mí hacer arte; dar un pedazo íntimo que va a terminar tocando la intimidad de otros en su encuentro.
¿El ejercicio del arte te provee de lo suficiente en el plano material o debes ejercer alguna otra actividad para sostenerte?
Desde hace un tiempo he podido sostenerme gracias a mi obra.
¿Te representa alguna galería?
Trabajo con Thomas Nickles Project, en Nueva York; y con Achillea Gallery, en París.
¿La casi inexistencia de un coleccionismo nacional te afecta personalmente?
Por supuesto. Dependo mayormente de las ventas que se hagan fuera de Cuba.
¿Hay algo en particular que te habría gustado que te preguntara? Puedes hacerlo por mí y responderlo por ti.
Es lindo tener esa opción. Quizás si fuera una persona diferente, tendría muchas cosas que preguntarme y responderme en este punto, pero está bien así.