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Es menuda, se diría frágil. Parece una persona contemplativa, dada a la meditación, pero su currículo la delata como alguien de muchísima energía creativa, la que pone en práctica en obras visuales de diferentes técnicas y formatos, videos, canciones y performances. Nació en Cárdena, Matanzas, en 1993, uno de los años más cruentos del Período Especial.
Empezó sus estudios de artes plásticas a muy temprana edad en su ciudad de origen, y fue transitando, con éxito, por los distintos niveles de la educación artística en Cuba.
Desde 2012 hasta la fecha ha realizado más de quince muestras personales, todas en Cuba, además de videoarte, murales e intervenciones en espacios públicos. Su más reciente exhibición en solitario es Aparecida, de 2023, en la Galería La Nave, de la empresa Génesis, institución a cuyo catálogo pertenece Miriannys.
Como parte de exposiciones colectivas, su obra ha podido ser apreciada en Cuba, México, Italia y Estados Unidos
Hasta su estudio en El Vedado —sede, además, de los Talleres de Arte Habana, su emprendimiento personal— fuimos a proponerle este intercambio.
Esta es tu trayectoria como estudiante de artes visuales: 1999-2008: Academia Gonzalo Roig, Cárdenas, nivel elemental; 2008-2012: Academia Provincial Roberto Diago Querol, Matanzas, nivel medio; y 2012-2017: Instituto Superior de Arte (ISA), La Habana. 18 años ininterrumpidos. Vamos a agarrar la madeja por la punta: ¿cómo llegas al mundo del arte?
Mi madre me cuenta que le pedía ir a una escuela de pintura desde los 4 o 5 años, y que ella, para diluir la insistencia, me dijo que me inscribiría en una cuando entrara al primer grado. Esperé, y cuando entro a los 6 años en la primaria vuelvo a preguntarle por la escuela de pintura, lo que la obliga a averiguar. Por suerte, en Cárdenas había una academia muy buena en esos momentos, y allí voy a partir de1999 cada día, luego de clases de escolaridad.
¿Elegiste este camino o tu familia te indujo a transitarlo?
En mi familia nadie es del mundo del arte; solo un tío abuelo, que fue poeta. Mi madre es doctora en medicina general.
Al comienzo era normal apoyar a la niña. A medida que pasan los años me voy percatando de que este camino elegido trae consigo incomprensiones. En muchas ocasiones no se entiende el valor del arte como patrimonio, y mucho menos como trabajo, ni el sacrificio que su práctica implica, sobre todo cuando cada día la carrera se profesionaliza y se hace más exigente. Entregamos el alma a esta vocación, y esto no es completamente entendible.
De niña fui tímida, no tenía comportamientos normales, me enajenaba con facilidad. Los psicólogos les recomiendan a mis padres apuntarme en cosas de arte, y dejar que fuera yo la que interactuara con las personas. Por eso me inscriben en danza, coros, todo lo que de arte se tratara. Y en verdad, la timidez desapareció. Nunca me sentí bien en la escuela primaria, a pesar de ser aplicada, solo encontraba en los espacios artísticos mi mundo, mi sitio de confort.
Desde los 15 años me bequé fuera de mi lugar de nacimiento, lejos de la familia, en la ENA de Matanzas. Luego, en el ISA, en La Habana, lo que me obligó a ser muy independiente y a crear habilidades de supervivencia, fuerza, sociabilización, adaptación, desde temprana edad. Retos que afrontar desde muy chica, pero solo en estos espacios sentí que pertenecía, encontré un alivio existencial y un respiro fuera del mundo cotidiano y los estándares de comportamiento social. Por suerte, de algún modo siempre estuvo presente mi familia, aunque este camino del arte siento que lo he recorrido y recorro en soledad.

Describe brevemente los centros educacionales en los que te formaste. ¿De cuál de ellos guardas los mejores recuerdos?
Recuerdo todos con mucho cariño. En primaria, al terminar la sesión del día, salía corriendo a las clases de arte. El lugar era en una casa antigua, larga y misteriosa. Ahí, desde muy chica, conocí la obra de Repin, pintor ruso de mucha expresividad y realismo, en grandes catálogos. Mi maestro pintaba grotesco, y creo que aprendí de ello a pesar de dominar la academia.
Había cráneos humanos y objetos extraños, lo que para un niño es fascinante. El retrato y la naturaleza muerta fueron muy fuertes durante esos años. Aun guardo cientos de dibujos de la primaria y las pinturas en tempera que hacía desde los 7 años; el primer lienzo al óleo lo realicé a los 13, y luego de eso ya no pude parar de pintar en cuadros.
Por otro lado, estaba Cárdenas, con su carga de historia, sus calles, el teatro donde cantaba, sus luces, los coches tirados por caballos, la ciudad de noche, los parques, el fuerte movimiento de la trova, el mar…
Del pre en Matanzas lo que recuerdo con mucho entusiasmo es el teatro callejero, el fuerte movimiento teatral de entonces. Matanzas, pegada a la bahía y sus puentes, tiene una música muy suya, se vive como un danzón. Con esa energía de ríos que atraviesan la ciudad, trenes, casas coloniales de tejas, aprendo grabado, escultura, apreciación, psicología, creación, historia del arte, diseño escénico.
Tenía un maestro que me decía: “Recuerda, no es lo mismo una naranja en una mesa que una naranja flotando en una mesa”. De ese modo me describía el misterio de la creación, y en ese momento todo detona en mí y se cuaja para crear la primera serie importante que hago en mi carrera: Traslúcidos. Cajas de luces que se apagaban y encendían constantemente para dejar entrever la pintura escondida dentro, como sombras chinescas. Con esta serie pasé las pruebas para la Universidad de las Artes.
Esa escalada la recuerdo como un gran logro. Ese año solo entraban diez aspirantes de todo el país, y de mi provincia hacía rato que no pasaba nadie. Las escuelas provinciales las estaban cerrando. Creo que esto ayudó a que la de Matanzas no fuera cerrada, también contribuyó que con Traslúcidos ganara un concurso entre escuelas. La academia Roberto Diago sigue abierta, al igual que la Rene Castillo, de Cárdenas.
Venir a La Habana propició que conociera la gran pluralidad y diversidad de creadores provenientes de todas las provincias, y de otras nacionalidades; las grandes galerías, los eventos internacionales, la fascinante vida cultural de la capital.

El ISA, donde vivía, era un gran bosque rodeado de ardillas y pinos. Allí tenía maestros de todo tipo y asignaturas obligatorias y talleres opcionales. Me anoté en todos los que pude: cine, litografía, fotografía analógica, modelado, diseño, performance…, además de participar en las exigentes clases semanales de crítica de la obra. Cada 15 días debías presentar una pieza ante toda la clase y los maestros; esto durante cinco años, lo que me llevo a producir muchísima obra y a aumentar la calidad y versatilidad del trabajo.
En el ISA creábamos espacios y convivíamos con estudiantes de teatro, danza, música, audiovisuales. Era un hervidero de creación e intercambio. Nos juntábamos en las cúpulas de Artes Visuales e invitábamos alumnos de otras ramas para hacer eventos y para que visitaran nuestras exposiciones.
Al comienzo fue duro, sobre todo primer año. Llegar de otra provincia es muy difícil. Durante un tiempo cerraron las residencias estudiantiles y nos quedamos viviendo en las cúpulas de arte, en los talleres, creando comunidades gitanas para poder trabajar y seguir estudiando.

Pero no siempre fueron tiempos difíciles. Paralelo a ello, comienzo a vender obras, aprendo las peculiaridades del mercado de arte, temas que en la escuela no son explicados.
En segundo año se muda mi obra para uno de los espacios más céntricos de la escuela, por lo que se hace más visible. Por entonces, entre 2013 y 2018, muchos coleccionistas y galeristas extranjeros visitaban Cuba, y llegaban a la universidad.
El ISA también acentuó un pensamiento filosófico y conceptual sobre la obra de arte. Maduro en ese sentido y en la pluralidad de medios a utilizar, entre ellos el performance, que creía antagónico a la obra y resultó parte de mí.

2012 se señala como el año de tu primera exposición personal: Traslúcidos (Galería Sol y mar, Matanzas). ¿Es estrictamente tu primera muestra profesional? ¿De qué trataba?
Traslúcidos aparece como la primera exposición personal, pero antes había realizado otra en la galería de la Facultad de Música, que quedaba justo al lado de la de Artes Visuales en la ENA de Matanzas. Además, desde muy chica venía exponiendo en colectivas y diversas convocatorias y concursos. Pero creo que Traslúcidos ya alcanza un nivel de madurez superior, por lo que la registro como la primera y una de mis mejores series.
La exposición fue cerca de 12 cajas de luz de mediano y gran formatos. En el primer plano de la imagen aparecían pintados elementos de la vida cotidiana, como una acera, una cortina, una reja, una pared; al encender la luz, surgen personas solitarias o multitudes. Todo ello creado como un sistema de apagado y encendido por sensores y pinturas que tienen que ver con la sombra chinesca. Muchos me preguntaron cómo lo realizaba, pero esto quedó siempre oculto. Esta muestra fue muy exitosa, muchas de las piezas fueron vendidas. Solo conservo los cajones que colgaban del techo a modo de lámparas, realizados con cuadros ensamblados.
La serie trataba el tema de las apariencias, lo ilusorio, la verdad oculta. Con capas de imágenes superpuestas y otras escondidas en un juego de superposición de luz y sombras que aludían a los misterios y engaños del ser.

¿Qué conservas de aquella artista en ciernes?
Conservo el mismo ímpetu, las mismas ganas de crear, el blanco y negro en toda la obra, acentuando el dibujo como base.
Colecciono piezas de todas las etapas de mi vida a partir de los 6 años.
Hasta 2023 has realizado 17 exposiciones personales. ¿Cuál consideras la más significativa en términos artísticos? ¿Cuál de ellas marca el comienzo de tu etapa de madurez?
La expos más importantes para mí son las personales, que cierran o muestran una serie que ha estado en proceso en determinada etapa. En todas predomina la pintura, aunque incorporan otros medios, como el performance, la escultura o el video arte. Las series hasta hoy son: Traslúcidos (cajas de luz en blanco y negro), En tiempos de artificios (textiles y estampados intervenidos), Decadencia (imágenes de la cotidianidad en blanco y negro), Escenas (reinterpretación de fotos tomadas a diferentes obras de teatro), Los soportables pesos del ser (construcción de mis propias escenografías), Blanco (introspección, espiritualidad), Relatos de un tiempo (la pandemia y sus emociones), Aparecidas (representaciones marianas), Auxiliadoras (seres espirituales en determinados contextos) y Triángulos (abstracción y simplicidad suprema del símbolo).
¿Estas series terminas por cerrarlas o se da el caso de que con el paso del tiempo vuelvas sobre ellas?
Las series se cierran en algún momento, en lo que concierne a la pintura. Puede suceder que con el tiempo incorpore alguna obra en otro medio, como la escultura, que no alcancé a hacer antes. Estas se incorporan a las series posteriormente.
¿Puedes relacionar las temáticas que han estado presentes con más asiduidad en tu obra, obsesiones quizá?
Los temas frecuentes en mi obra tienen que ver con el ser. Las emociones, soledades, la muerte y la existencia, la fe, cómo nos mostramos al mundo, cómo nos perciben. Los dramas de un ser dentro de determinado contexto, como el de nuestro país. La miseria, la belleza, siempre me han llamado la atención los grandes contrastes. Lo terrenal, lo divino, lo inmaterial, lo efímero y lo permanente.
Muchas veces con lecturas abiertas. Me gusta el arte que no es literal, me gusta la metáfora, lo que puedes leer de diferentes formas. Creo que la grandeza de una obra está en su variedad de lecturas más o menos profundas. Cuando hay un arte tan hermético que un niño no alcanza a leer, no me gusta. Siento que es importante la imagen y la belleza de la forma en la obra, por eso creo piezas tan visuales.
No me gusta el arte directamente político, ni directamente pornográfico, ni con estrategias legitimadoras como lo pueden ser el tema de la pobreza, la muerte explícita, la violencia o la religión evidente, folclórica. Es decir, me gusta que el arte tenga belleza dentro de la sutileza y del misterio, de las lecturas ambiguas. Esto puede llevar a que no te siga una masa determinada de personas, ya que hay temas que para mí recurren al facilismo mediático, pero no me importa correr este riesgo, ni vender la obra para ser comercial o aprobada por una mayoría.
Me gusta el expresionismo, el barroco, el romanticismo, el cubismo, la abstracción… La realidad superficial que se ve en muchas ocasiones no cambia mi percepción. No me gusta el reggaetón, seguiré escuchando música clásica y componiendo para las personas que conecten con otra dimensión. El arte, en su esencia, se crea para todos los tiempos. Creo en el ser humano y que existe una minoría capaz de alejarse de la superficie y hurgar en las capas tan bellas del arte.

Has trabajado la pintura, la escultura, el performance. ¿Te consideras una pintora por encima de todo? ¿Son las demás disciplinas actividades complementarias?
La pintura y el dibujo es el medio donde rápidamente puedo volcar ideas. Pero ningún medio es menos que otro. Todos son importantes. El performance o la escultura los coloco en el mismo nivel de importancia, pero es la pintura la que llevo conmigo desde la infancia, la que conozco como a mí misma, la que me ayuda a materializar sueños.
Por lo regular, se me hace más engorroso en estos momentos crear esculturas. Las pienso monumentales, como los Guerreros, que son a escala humana, y en estos momentos se me hace complejo. Pienso en el futuro fundir en bronce muchos de los personajes de las series.
Creo que el mundo, además, se está digitalizando y globalizando, y cargar con los menores objetos posibles se ha vuelto una necesidad de mi existencia. Por lo regular guardo pinturas y canciones, que me permitan viajar fácilmente y mover la obra física. También busco una mayor presencia en redes como YouTube, para expandir la obra a modo de documental y registro.
¿Cuándo comienzas a practicar los performance? ¿Los ideas y los actúas o te limitas a “montárselos” a otros artistas?
Los performance los comencé a hacer durante los estudios del Isa. Al construir escenas para fotos y pinturas trabaje con multitudes, y guarde muchos vestuarios. Luego, al querer reutilizarlos y crear puestas en escenas complejas como lo fue Vendaval, en el Museo de Bellas Artes, en 2020, necesitaba contar con un elenco de actores. Al estar dentro del performance también colaboré con un director de teatro, y posteriormente llegué a hacer una variación de esta puesta en Fabrica de Arte. Luego trabajo en Aparecidas, igualmente con el grupo de teatro, pero queriendo estar fuera para ver la escena desde la perspectiva del público y de la dirección. Es decir, tengo performance en solitario, otros en grupo donde estoy dentro y otros fuera.

Señala las influencias más importantes que hayas recibido en tu carrera, incluso aquellas que no son detectables a simple vista?
Es extraño, porque si dijera una en específico me quedaría corta, pero la vida en general es una influencia. Determinadas personas que he conocido han despertado en mí emociones o me han dotado de conocimientos.
Todo aprendizaje, ya sea de historia, anecdótico, visual, sonoro o emocional, lo he filtrado. Algo puede hacer clic y detonar una obra, pero por lo regular es un cúmulo de experiencias que te llevan a ella. Sus orígenes son más profundos y emocionales.
La literatura, el cine, la música, el teatro… Otras ramas del arte me han llevado a aprender más sobre la existencia misma. Siempre he sido muy observadora. Suelo filtrar la realidad a niveles detallados, que pueden llevar hasta el agotamiento.
Filosofar sobre cómo actuamos, quiénes somos, de dónde venimos, qué pasa al morir, preguntas de las incómodas me han llevado a construir obras. Indagar desde el silencio.
Si algo puedo aconsejar, es amar el silencio. Somos cocreadores de nuestra realidad y buscar en nosotros mismos nos hace llegar a respuestas.
Al comenzar a estudiar aprendemos de los grandes maestros de la historia del arte, pero con el tiempo la vida nos lleva a desprendernos de todo lo que está establecido y buscar respuestas desde dentro, para siempre encontrarnos con nosotros mismo y con la creación.

¿Cómo te ha tratado la crítica?
En general, bien. Hay plataformas, revistas, catálogos, web, periódicos o medios televisivos que han escrito o mostrado el trabajo de diversas formas. A pesar de que en nuestro país no hay mucha critica o, por lo menos, mucho de lo notable que se hace que no se refleja en los medios. Me ha pasado que en la Bienal de la Habana el catálogo lo han realizado antes del evento, y quedan registrados proyectos que no se llegan a hacer, mientras que obras que se hacen en la realidad no quedan para la memoria. Realidades surreales que un artista cubano vive. Pero no falta ese periodista que anda los lugares y escribe en plataformas digitales, aunque sean reseñas cortas. O los mismos artistas nos encargamos de la difusión y de hacer llegar la información a los medios necesarios. Es entonces cuando el artista se desdobla en crítico, escritor, guionista, documentalista, museógrafo, coleccionista, curador, mánager, productor, montador: un poco de todo.
La crítica, entre nosotros, se limita por lo general ha reseñar eventos específicos, como una exposición, y no suele intentar comprender y hacer entender la continuidad y trayectoria de la obra de un artista, su crecimiento y sus caídas. El resultado es una suerte de collage de opiniones aisladas que difícilmente ayuden a los espectadores a conectar en profundidad con el proceso tan complejo de la creación.

Entre 2018 y 2022 ejerciste como profesora de pintura en la Universidad de las Artes (antes, Instituto Superior de Arte). ¿Qué te dejó esa experiencia?
Enseñar artes es algo que creo se me da bien. Durante los tiempos del Isa fui alumna ayudante, y luego me quedé impartiendo algunos años crítica para el cuarto curso.
Por entonces cayó en mis manos un libro que cambio mi modo de pensar con respecto al trabajo. Se trata de Padre rico, padre pobre, de Robert Kiyosaki, que abre mi perspectiva al tema del emprendimiento. Creo que un artista es también un emprendedor, más en estos tiempos. Debemos saber vender nuestro trabajo de diferentes formas, pensarnos como marca y como empresa.
Luego de este libro, sigo leyendo otros como El arte de la guerra, sobre estrategias, La vaca púrpura, sobre marketing, y muchos otros sobre crecimiento y administración, disciplinas que no enseñan en la escuela. Ello me llevo a crear Talleres de Arte Habana, un emprendimiento que ya tiene cinco años de fundado. Allí impartimos cada semana clases a una nómina de alrededor de 60 estudiantes, en las manifestaciones de música y artes visuales. Tenemos de estudiantes a niños, jóvenes y adultos. Nada como echarle agua a tu propio árbol, que, aunque no sea una ceiba como quizás es una universidad, sigue siendo el tuyo, y nadie te puede tratar mal, ya que eres tu propio líder.
Pienso que los sistemas educativos deben ser reestructurados para una mayor interacción de los medios, donde el alumno tenga más motivación, al igual que los maestros. Todo está cambiando constantemente. También en nuestro país, en los ámbitos estatales y privados. Pero aún hay mucho por liberar, mucho por dar, muchas puertas que abrir para que realmente todos tengamos posibilidades reales de crecimiento. No sentir que navegamos solos como emprendedores o artistas.
Somos una generación que no quiere depender, que quiere hacer crecer su propia visión, y solo necesita una aprobación para ello. Me entristece ver tantos locales abandonados, cuadras y cuadras con derrumbes y espacios vacíos. Entréguenlo a las personas, los artistas y los emprendedores sabrán levantar un país, donde no haya miedo a la riqueza.

¿Volverías a enseñar a nivel universitario?
De hecho, es más fácil enseñar y debatir sobre la obra de arte a un adulto que a un niño. Si me resulta cómoda la Universidad, podría enseñar sin problema. Solo tienen que cambiar los tratos y las formas de relacionarse, muy desmejorados entre líderes y profesores de la Universidad.
Los niños y jóvenes que llegan a mi taller tienen un alma pura, limpia y agradecida, al igual que sus padres. No cambio amabilidad por currículo, me quedo donde la gente es noble, donde hay una comprensión de la efímero de la existencia, donde hay fe, donde hay sensibilidad, donde hay alegría. Por desgracia, en la Universidad se estaba percibiendo lo contrario.
Este camino y lo que te contaba sobre los libros de emprendimiento, me ha llevado por otros lugares. Creo que trataré siempre de ser independiente.
Hurgando en Internet “descubrí” que tienes varios videos musicales. ¿Son canciones propias?
En Cárdenas había un fuerte movimiento de trova. Desde muy pequeña interpretaba canciones, estuve en dos coros, y era solista; también estudié algo de guitarra. Luego, al entrar a la Ena, me mantuve cantando junto a grupos de violinistas y trovadores. En el Isa creamos un grupo de música con alumnos de diferentes especialidades. La música siempre me ha acompañado, lo que las artes visuales ocupó y aún ocupa el centro de mi trabajo.
En la cúpula del ISA creamos unos eventos llamados Los Muros, donde se hacían conciertos y se fusionaban las artes. Esto se mantuvo durante dos años. Luego de graduarme, mi taller en El Vedado lo presté por dos años para una peña que se realizaba los jueves. Pasaron por él muchos artistas del ámbito musical muy reconocidos, así como escritores, poetas, dramaturgos, actores…

¿Cómo, cuándo, sentiste la necesidad de expresarte a través de la música?
Me surge la necesidad de escribir canciones por el mismo amor que le tengo a la música desde siempre, y porque, al ser creadora, expresarme de diferentes formas es una necesidad inaplazable, como respirar. Pero el tiempo para escribir lo encontré luego de graduarme del Isa.
Ya tenía algunas canciones cuando comienzo una relación ya por varios años con un productor musical. Comienzo a aprender el oficio, grabamos en diferentes estudios —entre ellos, Abdala—, ocho canciones, con el objetivo de utilizarlas en el performance Vendaval, y así, sin casi buscarlo, nació un disco. Sigo escribiendo canciones, y pienso seguir grabando. Por lo regular las llevo a videos, donde se encuentran con imágenes, en el maravilloso mundo del audiovisual.

¿Tienes un método para crear tus obras o estas se dan ad libitum?
Creo recibimos dones en nuestro nacimiento, son regalos divinos que debemos devolver usándolos. Los artistas y muchas otras personas somos vasijas o canales del mundo espiritual.
Crear una obra es escuchar en silencio. Todo está en el universo. Solo desde la escucha y la meditación del taller podemos percibir y hacer llegar al papel toda la información. En ese sentido, somos médium, tenemos los canales abiertos en muchas ocasiones. Siento que me dicen cosas, que me susurran las canciones, y los cuadros vienen de ahí.
A veces pienso que las creaciones no son mías, porque realmente lo que hago es filtrar, tratar de materializar lo que puedo. Una carga grande de asumir. Muchas de estas ideas que me dicen, las archivo, no tengo siempre los recursos para hacerlas, pero los medios son muchos, desde arquitectónicos, diseños de moda, música, espacios interiores, obras escultóricas, películas, libros. Me llegan todo tipo de ideas que almaceno y boceto.
Los medios que encuentro para expresarlas son los que conozco; los recursos que tenemos en nuestro país muchas veces son escasos, pero sé que de tener las posibilidades de materializarlas sería una avalancha de formas. En muchas ocasiones me llegan a través de los sueños o de visiones, todo ello puede estar también acumulado en nuestro subconsciente y salir en estos instantes. Creo que es una mezcla entre lo vivido y lo que sentimos a niveles espirituales. Luego, como artista analizo cuál es la lectura, busco por qué lo veo y trato de entender para poderlo expresar. La mayoría de las veces este es el camino.

Si te fuera dado coleccionar arte cubano, ¿cuáles serían los 10 artistas que no podrían faltar en tus paredes?
Coleccionar otros artistas sería complicado. Ya con lo que creo acumulo una carga considerable.
Si se me diera la oportunidad, fundaría, con un colectivo de artistas, un museo de arte contemporáneo. Las colecciones de arte cubano de Bellas Artes están varadas en los años 90, y no hay actualización que ponga a disposición de los visitantes tanto arte que se está creando en la actualidad.
Hace 30 o 40 años que no se guardan obras. Muchos artistas se han ido, otros ya no están, el país pierde la oportunidad de coleccionar y mostrar obras de comienzos de siglo XXI. Me pregunto qué pasará, qué quedará para el futuro. A veces a los especialistas galeristas y mueseógrafos se les olvida que los artistas vivos de hoy no estarán mañana, que deben hacer registros de sus obras. Este espacio, además, debe incluir medios como el video arte, la instalación o el performance producidos en nuestro país.
¿Qué pasa con casas natales como la de Antonia o de Amelia? Por qué no pueden conservar un museo de su obra. Fui recientemente a la de Antonia: no muestra la verdad de su obra, sino más bien a la instructora del barrio. En fin, si se me da la posibilidad de coleccionar no coleccionara para mí, sino para otros, los de ahora y los que vendrán.