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Enrique Bejerano (Santiago de Cuba, 1969) es especialista de la Galería de Arte Concha Ferrant, de Guanabacoa. Allí, entre otras tareas, se encarga de la curaduría y la museografía de las muestras. Ha recibido cursos y talleres de apreciación del arte, fotografía integral, curaduría y museografía auspiciados por la Universidad de las Artes, el Centro de Estudios Félix Varela y la Oficina del Historiador de La Habana.
Ha realizado cuatro exposiciones personales: Guanabacoa quiere sonreír, pero…, 2024; Proyecto V, 2012; Proyecto III, 2007; y Puntos de partida, 2005, todas en la Galería Concha Ferrant, La Habana. Participante activo en el panorama cultural de la ciudad, sus piezas han sido distinguidas en múltiples salones y certámenes, como el evento Lente Artístico y el concurso Palabra Nueva, entre otros.
Observando el trabajo de Bejerano, podemos concluir que su fotografía es documental en tanto va en busca del instante significativo en ambientes naturales, casi siempre citadinos, pero que no pretende registrar eventos emblemáticos preconcebidos, ya porque se deban a la tradición de la ciudad o porque vengan dictados por las distintas instancias del poder.
A él le interesan, sobre todo, los seres que habitan la urbe, para los que tiene una mirada realista, nada edulcorada, aunque empática. Más que fotografiar, le interesa ver, en toda la extensión del verbo. Y esto lo hace a través del visor de su cámara.
Le cedemos el espacio a Enrique Bejerano para que nos relate cómo se encontró con el arte fotográfico, y nos exponga algunas piezas de seis de sus series.

El instinto me llevó a las calles a tomar fotos
Ser pintor fue durante un buen tiempo mi sueño. Hacía bocetos que llevaba al gran artista, amigo y hermano Kamyl Bullaudi. De él recibía algunos consejos sobre dibujo, y lo observaba pintar incansablemente. Pero a comienzos de los años 2000, por casualidad, descubrí que en la tienda Fin de Siglo vendían cámaras soviéticas Zenit, a 300 pesos. Por consejo del propio Kamyl, compré una y también un rollo fotográfico. Él mismo me mostró cómo se montaba y me indicó lo básico para comenzar a tomar fotos, pues yo no tenía ni la más mínima idea. Desde ese momento comencé a pintar, pero esta vez con luz.
El instinto me llevó a las calles a tomar fotos, y en una era analógica eso entrenó mi disciplina visual, pues no podía darme el lujo de disparar sin antes medir muy bien los parámetros, porque eran pocos los fotogramas que llevaba un rollo. Eran tiempos en los que podía caminar por La Habana con mi cámara sin temor a nada, algo que ha cambiado bastante.
Estar cerca de algunos de los grandes fotógrafos cubanos me ayudó mucho: Armando Zambrana, Jorge García, Luisa Martina Hernández, Ariel Arias, Alberto “el Chino” Arcos, Humberto Mayol, Arien Chang, Leysis Quesada… De ellos me he nutrido, sus obras y enseñanzas han influido notablemente en mi trabajo.
La Habana, sus edificios bellos o en ruinas, sus barrios llenos de tradiciones y a veces peligrosos, su gente —mezcla de alegrías y tristezas, con sus angustias crecientes y sus desamparos— me han regalado para mis fotos, a cada paso, las sugerencias de esa realidad llena de contrastes.

Contar a través de la imagen lo que con palabras no puedo expresar y dejar un documento para otras generaciones, es muy importante para mí, por lo que hago especial énfasis en la narrativa de mis fotos, más allá de la perfección técnica. Cuando algo emerge de la realidad que voy observando, busco enseguida todos los elementos que me den las claves para componer, estableciendo un diálogo necesario entre el protagonista y su contexto. Esto requiere de un pensamiento anticipado e implica rapidez y cuidado en la composición y el tratamiento de la luz.
Por otra parte, al capturar una imagen en la calle, tal como yo la concibo (casi siempre está presente el ser humano), no es posible un consenso previo, pues se pierde la espontaneidad. No obstante, trato con sumo respeto a las personas, y en muchos casos acudo a contrastes, efectos de luz o compositivos, cuando es preciso ocultar identidades.
En la etapa más reciente de mi trabajo estoy sistematizando algo que de manera “intuitiva”, por las características de mi obra, había hecho con antelación: validar mediante el signo la realidad, construir conscientemente una fotografía metafórica con múltiples lecturas, suscitar interpretaciones no literales de la información presente en la imagen y su referente sociocultural.
Tan variadas y variables como la realidad con que dialogan, mis fotos abarcan un amplio diapasón de sitios, personajes y situaciones. Yo las he organizado por series, algunas de las cuales dejo aquí a su consideración:
Había una vez
Es una serie dedicada a los niños. Tiene un número considerable de imágenes en las que se refleja la alegría de nuestra infancia y sus modos de vida.
Loca in urbe
Es la colección más amplia y más antigua, donde se recogen todas las fotos tomadas en La Habana, el escenario principal de mi trabajo.
Más allá de la fe
Dedicada al tema religioso, las disímiles creencias y prácticas de un pueblo profundamente sincrético.
Retrato de familia
La serie más pequeña en cantidad de fotos, pero la más impactante, porque porta un mensaje de sensibilización con aquellas personas que, casi al final de su camino, aún tienen que lidiar con soledades y frustraciones.
Guanabacoa quiere sonreír, pero…
Surge a partir de las obras de reconstrucción del centro de Guanabacoa, la ciudad donde vivo. Además de documentar todo el trabajo realizado, recogen el día a día de sus pobladores, sus problemáticas y angustias.
Señales
Esta serie está en proceso, es la más reciente, y busca sistematizar el reflejo de una realidad decadente a través de códigos menos evidentes, que vayan más allá de esa misma realidad aplastante y directa.